A cargo de Jorge Domingo Cuadriello
Introducción
La revista habanera San Antonio fue fundada por los sacerdotes franciscanos aproximadamente en 1910. Sus primeros años transcurrieron de forma anodina, sin que en realidad impactara en el ámbito eclesiástico o cultural cubanos. Sin embargo, a partir de 1919, cuando asumió su dirección el padre franciscano y escritor de origen vasco Mariano García de Andoín (Forua, Vizcaya, 1884-Ídem., 1953), quien empleaba el seudónimo de Marianófilo, la publicación cobró una vida más plena. Este autor se encargó de escribir en sus páginas la sección «De la vida ambiente», en la cual se adentró en temas de la actualidad cubana, en problemáticas ideológicas y se enfrentó a las distintas manifestaciones de ateísmo y de anticlericalismo que se propalaban entonces. Debemos recordar que en 1924 el líder estudiantil Julio Antonio Mella, de gran influencia en los sectores revolucionarios, fundó la Liga Anticlerical de Cuba.
La revista fue ganando en importancia y se benefició con el ingreso en su cuerpo de redactores, aproximadamente en 1925, de otro franciscano de origen vasco, Serafín Ajuria Erezurría (Múgica, Vizcaya, 1898-La Habana, 1980) y, tiempo después, de su coterráneo y hermano en la Orden, el padre Ignacio Biaín Moyúa (Oñate, Gupízcua, 1909-La Habana, 1963), quien había arribado a Cuba en 1933. A partir de ese momento San Antonio se convirtió en una de las tres publicaciones católicas cubanas más importantes. Durante los años terribles de la Guerra Civil en España (1936-1939) debemos anotar que esta revista, en gran medida por decisión del apasionado Marianófilo, autor de la obra Ensayos espirituales (1938), se convirtió en un órgano al servicio de los sublevados fascistas.
La revisión de los números de San Antonio correspondientes a 1939, fecha en que cambió su nombre por Semanario Católico San Antonio, nos ha deparado varias sorpresas. A continuación expondremos la primera, que responde al hallazgo de un texto del gran poeta José Lezama Lima que, hasta donde conocemos, no ha sido recogido ni localizado y que tomó como introducción a los cuatro «Sonetos a la Virgen», que incluyó más tarde en su libro Enemigo rumor (1941) y han sido después muy reproducidos. Novedosa resulta, a nuestro entender, la explicación que el autor intenta dar acerca de cada uno de los sonetos, inextricable a veces, en otras asociada a diferentes lecturas, y que nosotros reproducimos fielmente, respetando los neologismos usados por el poeta y sin adentrarnos en juicios valorativos. Que se encarguen de esa tarea los numerosos especialistas en la obra de Lezama Lima, quien se mantuvo siempre fiel a los postulados esenciales del catolicismo.
La segunda sorpresa ha venido a ser un texto introductorio del poeta camagüeyano Emilio Ballagas, ya reconocido entonces y autor del libro de versos Júbilo y fuga (1931), a un poema de Virgilio Piñera, un joven autor de 26 años, titulado «San Sebastián ha dicho…» Cuando ve la luz esta composición poética como aval literario solo contaba con haber sido incluido en la selección La poesía cubana en 1936 (1937), haber publicado en el tabloide Baraguá (1938) un fragmento de su pieza de teatro Clamor en el penal y haber ofrecido una lectura de sus versos en la sociedad femenina Lyceum. Con posterioridad alcanzaría renombre como dramaturgo, narrador, crítico literario y traductor. Pero en 1939 Piñera solo contaba con un año de residencia en La Habana, a donde había arribado procedente de la ciudad de Camagüey, y comenzaba a adentrarse en los círculos literarios.
¿Cómo se explica la aparición de estos trabajos en el Semanario Católico San Antonio? A nuestro entender se debió a la gestión del sacerdote y poeta vasco-navarro Ángel Gaztelu (Puente de la Reina, Navarra, 1914-Miami, Estados Unidos, 2003), quien tras concluir sus estudios eclesiásticos en el Seminario San Carlos y San Ambrosio, de La Habana, se había ordenado el año anterior e inmediatamente había sido nombrado en dicho centro profesor de latín y de gramática. Su vinculación a esta revista podemos comprobarla en su número correspondiente al 10 de septiembre de dicho año de 1939, cuando publicó en sus páginas, con unas notas introductorias suyas, la versión del latín que hizo del poema de Lactancio Ferminiano «Carmen de pascua». En la revista literaria Espuela de Plata, cuyo primer número salió precisamente en el bimestre agosto-septiembre de 1939, coincidieron Lezama Lima, uno de sus tres directores, y más tarde Piñera y Gaztelu como integrantes de su Comité de Colaboración, así como Emilio Ballagas, quien publicó varios textos en sus diferentes salidas. Gaztelu de seguro mantenía muy estrechas relaciones con los franciscanos que editaban este semanario.
A diferencia de Lezama Lima y de Ballagas, autor del conjunto de décimas Nuestra señora del mar (1943), dedicado a la Virgen de la Caridad del Cobre, Virgilio Piñera rompió más tarde con el catolicismo, si es que en realidad en algún momento estuvo subordinado a él, y, en general, con todo sentimiento religioso. Asumió a partir de entonces, y hasta su muerte, posiciones anticlericales y ateas, lo cual hace más sorprendente este poema suyo de juventud, que seguramente repudió después. De acuerdo con nuestras pesquisas, no había sido recuperado por los numerosos investigadores que estudian su abundante producción literaria. (JDC)
Poética
Sobre unos Sonetos Marianos
De España nos viene —a pesar de su ecumenismo evidenciable— por el mucho pathos ignaciano que ha puesto en ello el fervor por dos purezas; la de la concepción mariana, la de su tránsito (Bula Ineffabilis, 1854). Ese claro oír de la Gracia, evidente en Santa Ana y evidentísimo en la Virgen María, es la mejor manera para toda creación: espera serena, oído ajustado para oír la llamada. Cuando no se oye la palabra de la gracia o impedimos la encarnación verbal, la del mismísimo Verbo, se engendran entonces: el pueblo maldito y nunca le toca la alegría de la tierra poseída. Las cuatros veces que nos acercamos al tema mariano, en los cuatro sonetos siguientes, quisiéramos situamos dentro del temblor de unas palabras de imprescindible inicial: busquemos la gracia de Dios, busquémosla valiéndonos de María. (Quaeramus gratiam, et per Mariam quaeramus) Fuerte consejo que, como se sabe, nos dio San Bernardo.
En el primer soneto compárense, como bien distintos métodos creatrices, el mariano, atento al toque ligero de la Gracia, tal como se ve insuperablemente en el Beato Angélico. «Allí donde en un momento nos enternecía el hechizo de una niñez, nos dice un crítico hablando de una de estas anunciaciones, ahora viene a dignificarnos la lección suprema de una sabiduría». Y el contrario modo, azufroso y siniestro, el de Luzbel, Lutero, que, para crear, necesitan rebelarse, romper, fragmentarse, ahondar su individualidad y abandonar la persona: recordemos la vieja distinción tomista, donde el hombre participa de la substancia indivisible. Hágase en mí tu voluntad, dice la voz que ha oído la Gracia. Hágase en mí tu voluntad, dice el Verbo encarnado, cuando se va acercando la muerte. Nieve, pureza, substancia intraspasable.
En el segundo soneto alúdese a la interceción; sello de semejanza, árbol de confianza, dícese. El conocimiento angélico, la intercesión mariana, rodean a Cristo. Cuando nos llega la convocatoria para el Juicio, la Intercesora mitigará la dureza de ese encuentro tremendo. Ruega por nos, nieve, pureza, unidad indivisible.
En el tercero, irrumpe el dudar que se duda, como clama la angustia unamunesca. Momento éste en el que, corno dice Berceo, facíale señales la cosa diablada. Cierto es que estamos situados en la pista de la salvación: que estamos bien armados contra el pecado original; pero la Gracia nos toca con muy leve y suficientísimo modo, imperceptible. Nadie está seguro de su salvación, clama San Pablo para irritar la angustia del cristiano. Y como vivimos con ese torcedor, lo mejor el retorno al repaso del rosario y al haga decir misas y al tome agua bendita, viejos consejos de Pascal, oponiendo lección de agua clara al horno de Babilonia. En el verso, donde se alude al viento que navega a nuevo vaso, ha de recordarse que la Biblia llama vasos de elección, cuando la alfarería divina se solaza en una unidad bien lograda, que ha oído con precisión y en momentos de salvadora oportunidad el tirón de la Gracia. ¿Y si al morir no nos acuden alas?, dice el verso final Para estos el Dante tiene duras figuraciones. Los que no han creído que su alma tiene que ser inmortal, nos dice, cuando mueran presenciarán cómo el alma pugna por escaparse del cuerpo y de la urna cineraria, quedando encerrada en esa doble hojalata deleznable.
Pero en el cuarto soneto véncese la duda de la duda. Se acerca el tránsito, contemplamos la aparición mariana de la Gloriosa: ola tras ola, manto dominado, dice el verso, evocando para crear como quiere Claudel. Se resolverán entonces enemistades de siempre; el alfiler ya no hostilizará a la rosa; la sangre de la rosa pinchada entrará en su personal corriente con muy apacibles signos. El Árbol bajará dicción hermosa, dícese en otro verso. Recordemos gozosamente que una de las noches de la huida a Egipto, el árbol disminuyó su altura, para espesar el agrado de la sombra que corría como música callada hacia las frentes más nobles. Nieve, pureza, substancia intraspasable, unidad indivisible.
Solo apetecemos recordar algunas vías de impulsión poética, mera impulsión, y lo demás tiene que ser silencio. La poesía no explica ni desexplica, pero tampoco pretende, con muy poco efectiva voluntariedad, enredar la madeja.
José LEZAMA LIMA.
Sonetos a la Virgen
— I —
DEÍPARA, paridora de Dios. Suave
la giba del Engañado para ser
tuvo que aislar el trigo del ave, el ave
de la flor, no ser del querer.
El molino. Deípara, sea el que acabe
la malacrianza del ser que es el romper.
Retuércese la sombra, nadie alabe
la fealdad, giba o millón de su poder.
Oye: tu no quieres crear sin ser medida.
Inmóvil, dormida y despertada, oíste
espiga y sistro, el ángel que sonaba,
la nieve en el bosque extendida.
Eternidad en el costado sentiste
pues dormías la estrella que gritaba.
— II —
«Mais tes mains (Dit l’ange a Marie) sont
merveilleusement benies. Je suis le jour,
je suis la rosée; mais toi, tu est l’Arbre.»
R. M. Rilke: Vie de Marie
Sin romper el sello de semejanza,
como en el hueco de la torre nube
se cruza con la bienaventuranza.
Oh fiel y sueño del cristal que pule
su rocío o el árbol de confianza,
reverso del Descreído pues si sube
su escala es caracol o malandanza,
pira gimiendo, palabra que huye.
Para caer de tu corona alzada
los ángeles permanecen o se esconden
ya que tú oíste a la luz causada
por el cordero que la luz descorre
para ofrecer lo blanco a la nevada,
para extender la nieve que recorre.
— III —
Cautivo enredo ronda tu costado,
pluma nevada hiriendo la garganta.
Breve trono y su instante destronado
tiemblan al silbo si suave se levanta.
Más que sombra, que infante desvelado,
la armadura del cielo que nos canta
su aria sin sonido, su son deslavazado
maraña ilusa contra el viento anda.
Lento se cae el paredón del sueño;
dulce costumbre de este incierto paso
grita y se destruyen sus escalas.
Ya el viento navega a nuevo vaso
y sombras buscan deseado dueño.
¿Y si al morir no nos acuden alas?
— IV —
Pero sí acudirás; allí te veo,
ola tras ola, manto dominado,
que viene a invitarme a lo que creo:
mi paraíso y tu Verbo, el encarnado.
En ramas de cerezo buen recreo,
o en cestillos de mimbre gobernado;
en tan despierto transito lo feo
se irá tornando en rostro del Amado.
El alfiler se bañará en la rosa,
sueño será el aroma y su sentido,
hastío el aire que al jinete mueve.
El árbol bajará dicción hermosa,
la muerte dejará de ser sonido.
Tu sombra hará la eternidad más breve.
José LEZAMA LIMA Septiembre, 1939.
José Lezama LimA (La Habana, 1910 – Ídem., 1976). Poeta, ensayista, narrador e investigador literario. Doctor en Derecho en la Universidad de La Habana. Estuvo entre los fundadores y directores de las revistas literarias Verbum, Espuela de Plata, Nadie Parecía y Orígenes, una de las publicaciones más valiosas de las letras cubanas y en torno a la cual se agruparon númerosos escritores y artistas. Después del triunfo de la Revolución trabajó como investigador en el Instituto de Literatura y Lingüística y ocupó una de las vicepresidencias de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, pero en 1971, tras verse involucrado en el llamado «Caso Padilla», fue marginado de la vida cultural cubana. Entre sus obras se encuentran los poemarios Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960), los ensayos La expresión americana (1957), Tratados en La Habana (1958) y La cantidad hechizada (1970), así como las novelas Paradiso (1966) y Oppiano Licario (1977). Está considerado uno de los autores más importantes de toda la literatura cubana. Los presentes textos suyos aparecieron en Semanario Católico San Antonio Año XXX Nro. 69. La Habana, 1º de octubre de 1939, pp. 26-27.
Poética Recibimiento de mí
«San Sebastián ha dicho» Otra vez la verdad de Cristo vuelve a hablar a través de sus santos. Mejor dicho, vuelve a hacerse escuchar. Otra vez el cristianismo de los santos vuelve a expresarse a través de los poetas. No errábamos nosotros cuanto en el ensayo «Pasión y Muerte del Futurismo», publicado en 1935, denunciábamos el peligro de «adorar al hombre en sus obras» y anunciábamos la vuelta a una castidad literaria, a la límpida visión franciscana. Todavía habrá quienes sonrían incomprensivamente cuando hablamos de un retomo a la pura catolicidad, pero esto es cierto, a pesar de la incertidumbre que nubla al mundo; a pesar o tal vez por ella misma. Fue San Agustín el que dijo; «entre las mismos enemigos declarados vemos que hay encubiertos algunos amigos predestinados que aún no los conocemos» («La Ciudad de Dios». Libro I Cap. XXXV). Y esa alma inquieta de América que es Gabriela Mistral nos decía hace poco: «El mundo está sufriendo una especie de transfiguración, en al sentido teológico. Es un verdadero milagro lo que ocurre en los intelectuales, en las mejores juventudes»
El tema del «Martirio de San Sebastián» es inagotable para el arte. Hay una verdadera, una copiosa iconografía del santo que enriquece con los mejores óleos todos los museos de Europa. Los temas —los grandes temas— son inagotables pero no exclusivos. Por eso son temas. La tradición española de la rosa —la rosa es también tema universal— «pura, encendida rosa, émula de la llama» se continúa en la poesía cubana de hoy a través de Mariano Brull, de Justo Rodríguez Santos, de Gaztelu. El «Martirio de San Sebastián» ha encontrado en Florit un intérprete impar. Y al llamar a Florit intérprete impar, estamos ya en el elogio de esta otra poesía que con el mismo tema ha escrito el joven poeta Virgilio Piñera, porque su «Recibimiento de Mí» no es una imitación sino una interesante coincidencia; excelente coincidencia para la fe y para la poesía, aunque la fe no haya sino el motivo esencial escondido que el poeta, sin saberlo, puso en el poema.
La humilde voz, el tono recogido y lento como de meditación; el aire clásico que se dijera de lira libre o de silva hacen de esta sencilla pieza lírica una buena ocasión para disertar con razones del Abate Bremmond acerca del estado poético como una variante de ese momento en que el alma se encuentra cerca de la oración. ¡Que el comentario nuestro no sea mucho más largo que el poema para que el lector se entregue a gustarlo —y a juzgarlo— por su cuenta!
Emilio BALLAGAS.
Emilio Ballagas (Camagüey, 1908 – La Habana, 1954). Poeta y profesor. En 1933 se graduó en la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana. Impartió clases de literatura en la Escuela Normal para Maestros de Santa Clara y más tarde en el Instituto de Segunda Enseñanza de Marianao. En 1951 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con el libro Cielo en rehenes. Fue uno de los más importantes cultivadores de la llamada poesía negrista y autor de la Antología de la poesía negra hispanoamericana (Madrid, 1935). Entre sus libros se encuentran además Nocturno y elegía (1938), Décimas por el júbilo martiano en el centenario del Apóstol José Martí (1953) y, con carácter póstumo, Obra poética de Emilio Ballagas (1955). Este comentario suyo vio la luz en Semanario Católico San Antonio Año XXX Nro. 55. La Habana, 25 de junio de 1939, p. 26. como la estatua de la noche al viento! Señor mi sangre en la ballesta silenciosa viajando el viento raudamente ausente! Sangre que se olvidó del salto y la caída es su sangre Señor.
San Sebastián ha dicho…
¡Mi Señor de las flechas
con cuánta timidez os llamo ahora
desde esta sangre de metal celeste!
¡Asistidme Señor,
mirad que os necesito desnudamente bueno!
Enviad más saetas a este campo de hierro,
¡pero venid, Señor!
¡Bajad a esta miseria vuestros ríos de luz,
vuestras leves estrellas de misterio,
vuestras saetas íntimas de luna
y vuestro blando vuelo de reflejos!
Trémulamente mi Señor he visto
un dolor más sangrante que mi pecho;
más despierto y más hondo
que mi vigilia de tu ardiente flecha.
¡Sabéis, Señor aquella carne única,
breve carne de un tránsito a la cera
juego de sombrasangre sin regreso
es un sueño en el reino del espejo!
¡Mi Señor de las flechas
este pecho os recibe cada día
como un vaso de luz y está contento!
¡Pero esa sangre suya
sin ser río en el cauce de su cuerpo.
tan fijamente encadenada y muda
como la estatua de la noche al viento!
Señor mi sangre en la ballesta silenciosa
viajando el viento raudamente ausente!
Sangre que se olvidó del salto y la caída
es su sangre Señor.
Sí estoy creyendo ante su danza inmóvil
que es un fantasma de mi arrobamiento!
Perdonadme Señor esta osadía
de confiaros la sombra sin el cuerpo;
mas él no tiene sitio en esta tierra
inexorablemente fija, aletargada
en la inmutable música de siempre.
Mi armonioso Señor de las saetas
tomad esta caída nebulosa
a su intocable reino sin respuestas.
Recibidle la casta sangre inmóvil
como os recibo yo devotamente.
Y recibidlo vos, que ante la muerta muerte
la viva muerte esconde el pecho fiero.
Ahora la cruz y vos y yo
y el infinito filo del misterio
somos de luz por siete veces fuertes
más que la luz de vuestros astros ciegos.
Y su mano de niebla
en vuestra mano estrella.
Y el frío girasol de gesto frío
soñando soles en un giro ardiente.
Se diría la paz de las celestes dehesas
y el canto azul de anunciación antigua
velando dulces su recibimiento.
Epifanía de la nebulosa.
Blanco recibimiento en Ti
y paz sobre la tierra
Virgilio PIÑERA.
Virgilio Piñera (Cárdenas, Matanzas, 1912 – La Habana, 1979). Dramaturgo, narrador, poeta, crítico y traductor. En la Universidad de La Habana se graduó de Doctor en Filosofía y Letras en 1942 y seguidamente fundó la revista literaria Poeta, de corta vida. En 1946 marchó a Buenos Aires, donde residió durante tres largos períodos, se relacionó con la intelectualidad argentina y trabajó un tiempo en el Consulado de Cuba. En 1955 fue cofundador de la revista habanera Ciclón. En 1958 regresó a Cuba y después del triunfo revolucionario fue director de las Ediciones R y colaborador frecuente del diario Revolución y de su suplemento cultural Lunes… En 1968 recibió el Premio Casa de las Américas con su obra de teatro Dos viejos pánicos. Entre sus libros se encuentran además Poesía y prosa (1944), Cuentos fríos (Buenos Aires, 1956), Teatro completo (1960), Pequeñas maniobras (1963), Presiones y diamantes (1967) y La vida entera (1969). Este poema suyo apareció impreso en Semanario Católico San Antonio Año XXX Nro. 55. La Habana, 25 de junio de
1939, p. 27.