No hay dudas, el Estado está obligado a reconocer y proteger los derechos de la persona humana. Pero tampoco hay dudas de que en el siglo XX, paradójicamente, el Estado – en tanto organización jurídica y política de cada nación- ha vulnerado, en gran medida, tan importante función. Esto encuentra una expresión significativa en la dramática realidad histórica vivida por la humanidad en el pasado siglo: la Segunda Guerra Mundial. Fueron millones de vidas arrancadas el saldo de los excesos cometidos por diferentes Estados que actuaron como verdaderos verdugos.