“A Jesús por María”

Apuntes para una ética del cuidado desde la devoción mariana en Cuba

Pocos cubanos podrán olvidar el lema que acompañó la peregrinación de la imagen de la Virgen de la Caridad por todo el país durante el año jubilar 2011: «A Jesús por María. La Caridad nos une». Un lema con el que simpatizaron incluso algunas personas de iglesias evangélicas justo por la claridad con que se expresaba en la frase el carácter mediador de María y la centralidad de Jesús. «Es hacia él a quien vamos, pero lo hacemos a través de la madre». Las ideas que pretendo compartir en este breve artículo quieren hacer este mismo camino, en analogía con la vía realizada por los pensadores de la Ética del cuidado que, partiendo del cuidado como una función social asociada tradicionalmente a la mujer, proclaman la importancia de que se extienda más allá del ámbito privado para abarcar lo público. Para ello dividiré la reflexión en dos breves secciones: la primera para hacer una sencilla lectio divina de algunos pasajes mariológicos del Evangelio interpretados en clave de la ética del cuidado, y otra sección para sugerir algunas pistas por las cuales la devoción del pueblo cubano a la Virgen de la Caridad puede ser un elemento impulsor de esta ética en nuestra sociedad.

» María: una mujer de cuidado

Aunque muy temprano en el credo de la iglesia primitiva surgió el dogma de la total divinidad y humanidad de Cristo, su carácter divino fue lo que predominó en la imagen tradicional de su persona, a la que se le atribuían conocimientos y poderes que diluían bastante su humanidad. Sin embargo, la teología actual muestra una tendencia cada vez mayor en deconstruir esta figura tradicional. «Se pasó a una percepción del carácter históricamente situado de su humanidad, de la inevitable adherencia a una circunstancia concreta, con sus posibilidades, pero también con sus límites: un Jesús judío, aún más, peculiarmente galileo imposible de comprender sin el contexto del Antiguo Testamento, alimentado e instruido por su piedad, discípulo del Bautista»1 y, agregamos aquí: hijo de una madre, bajo cuyo cuidado y educación aprendió los principales modos y valores para vivir en el mundo y realizando en ese ámbito familiar, según los indicios analizados a continuación, sus primeras practicas de subsidiariedad, solidaridad y compasión.

La presencia de la madre de Jesús en los relatos evangélicos es bastante breve, pero aportan aun así elementos determinantes que ayudan a configurar una imagen de cómo podía ser esta mujer. La introducción del evangelio de Lucas, que es sin duda el evangelista que más alude a María, nos brinda numerosos datos a partir de los cuales podemos ver la práctica del cuidado tan presente en las acciones y palabras de María.2 En el primer capítulo se narra la visita que María hace a su prima Isabel al tener conocimiento de su embarazo. Y el evangelista señala que «se quedó con ella tres meses». Es, sin duda, un gesto de solidaridad y de salida de sí. Allí mismo pone en sus labios la proclamación del Magnificat: «(…) derriba del trono a los poderosos y eleva a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos».3 Según José L. Caravias, el mensaje del Magníficat es un maravilloso resumen de algo central del Antiguo Testamento: «En él está presente también algo central del mensaje de Jesús: que Dios es Padre bueno de todos, y precisamente por ello, opta por los desheredados y los despreciados del mundo. María cree en el Dios de la Historia, en el Dios de los pobres, en el Dios de Jesús… Ella sabe interpretar la Biblia desde el dolor de su pueblo».4

Aunque a veces pasa desapercibido, hay también una pequeña mención en la introducción de Lucas, que se repetirá dos veces, y dice: «María conservaba y meditaba todo en su corazón». Es llamativo que se haya considerado importante esta actitud de interioridad. Por el contexto en que se menciona, pareciere que María no comprendía muchas de las cosas que estaban sucediendo: la visita de los pastores, la profecía de Simeón o las palabras de su hijo al ser hallado en el templo. Sin embargo, acompaña desde el silencio. Su pretensión no es la de poseer y controlar la verdad de lo que Dios está haciendo en su historia, sino la de permanecer humilde y solícita para colaborar con él.

Solo por cuestión de espacio, porque existen muchos más ejemplos, voy a referirme a un último pasaje. Para ello debemos pasar al evangelio de Juan y a los conocidos sucesos en las bodas de Caná de Galilea. Para la poetisa cubana Dulce María Loynaz es muy evidente la actitud de cuidado que orienta a María: «A ella como era mujer, no le escapó la mirada de angustia de la novia al levantar la tapa de los cántaros».5 Es ella quien está atenta, es ella quien hace fijar la atención de Jesús sobre este hecho aparentemente insignificante, pero portador de pena y vergüenza para los novios en su día de fiesta. Ella es la mediadora, y con este gesto quizá haya dado una última enseñanza a su hijo, él, que ahora llevará a grandes escalas la compasión, la misericordia y la ternura que ha visto en su madre durante tantos años en la intimidad familiar y el ámbito privado de Nazaret.

» Pistas para promover la ética del cuidado en Cuba desde la devoción mariana del pueblo

Con esta imagen de Jesús creando fraternidad a nivel social y llevando a una comunidad más grande los valores esenciales aprendidos en la familia y, en particular, de su madre, quisiera comenzar la segunda parte de esta reflexión. La ética del cuidado que como función social ha estado asociada a la labor de las mujeres en la vida familiar, está llamada a convertirse en una práctica social que genere relaciones ciudadanas de ayuda y atención mutuas, una práctica que, para Rosa L. Arias, debe mostrar resistencia ante la indolencia, centrada en la competitividad y el ejercicio del poder, al servicio solo del dinero y de la burocracia estatal.

Para esta autora, la evolución sobre el tema del cuidado como ética orientadora se ha enfocado en torno a un concepto del ser relacional, pues «el cuidado se aprende en la socialización, en la educación, en la convivencia, y se aplica a nivel del autocuidado, el cuidado del otro, el cuidado mutuo y el cuidado del entorno».6 Esto conlleva una preocupación por los otros, frente a los cuales tenemos una responsabilidad moral. Y en ese punto resalta la aclaración de que no es solo con quien tenemos relaciones personales de manera directa. «Se refiere también a otros cotidianos, otros en desigualdad, otros en dificultad y en situaciones de vulnerabilidad e indefensión. Aquí la ética se vuelve solidaridad responsable y justifica garantía de derechos y atención humanitaria, aspectos que en su conjunto configuran gran parte del fundamento de la intervención social».7 Tomando como guía estos elementos conceptuales sobre la ética del cuidado podemos intentar reflexionar sobre las posibilidades que abre la devoción a la Virgen de la Caridad en Cuba para retomar el camino del cuidado, tal como hizo Jesús. De la madre hacia el hijo. De lo privado a lo público.

Por otra parte, se encuentran elementos propios de la tradición que acompaña el hallazgo de la imagen de la Virgen, que pueden ser relatados y destacados desde la perspectiva del cuidado. Partamos primeramente del nombre: Virgen de la Caridad, o sea, charitas, que significa en latín, amor fraterno y servicial. Según monseñor Carlos Manuel de Céspedes en el prólogo al libro de Olga Portuondo La Virgen de la Caridad del Cobre. Símbolo de cubanía, en las lenguas contemporáneas derivadas del latín, caridad es sinónimo del amor confiado y obediencial que nos debe relacionar con Dios y con todas las personas. De ahí que signifique también ayuda, limosna al necesitado. Por tanto, explicar el significado del nombre que damos a esta imagen de la Virgen es ya una «catequesis» sobre el cuidado. Según la tradición, el hallazgo se trataba de una imagen flotando sobre las aguas que fue recogida por tres trabajadores de las minas de cobre que iban en busca de sal. La ubicación del inicio del culto está asociada a una zona en la que convivían tres familias de culturas vigentes: la hispana, la aborigen y la africana. En estos datos tenemos ya dos enseñanzas importantes para la ética del cuidado: servir de apoyo y de esperanza para los más humildes, en este caso representado por los mineros. Y, por otra parte, ser capaz de estar presente y acompañar a todos en medio de la diversidad y la diferencia. Monseñor Carlos Manuel de Céspedes concluye su prólogo con estas palabras provenientes de Cintio Vitier y Fina García Marruz: «el cobre es un metal humilde, no es plata, ni oro, pero es metal necesario para las aleaciones, para que estas se consoliden, sean firmes. La sal, también material humilde, es necesario para conservar la carne y dar buen gusto a los alimentos. (…) ella es así, sal humilde que nos conserva en nuestro ser propio y nos da el gusto exacto de la vida; humilde, cobre que permite las aleaciones imprescindibles en este pueblo».8Para ello es necesario partir de lo que representa en sí misma la Virgen de la Caridad. Es importante recordar continuamente que esa Virgen no es otra que María de Nazaret, la mujer concreta e histórica que fue madre de Jesús. Aunque parece obvio, en el imaginario devocional estas cuestiones a veces no están claras. De ahí se desprende también una necesidad de darle más fundamento bíblico a esta devoción. Es decir, volver al texto del evangelio en los que se nos muestra una mujer solícita y solidaria, preocupada por los otros y ejerciendo como mediadora ante situaciones de dolor.

» Conclusiones

Estos son solo algunos apuntes que pueden, quizás, ayudar a orientar la devoción mariana en nuestra tierra por el camino de una ética del cuidado para nuestra sociedad. Su valor como significación social que traspasa lo puramente religioso para convertirse en lo que Olga Portuondo ha llamado un «símbolo de cubanía», puede ser una mediación efectiva en la construcción de relaciones más fraternas, solidarias y de cuidado entre todos los que vivimos en Cuba.

Notas

  1. Torres Quieruga, A. Confesar hoy a Jesús como el Cristo. Versión Digital. p. 12
  2. Los hechos mencionados serán interpretados sin tomar en consideración la exactitud histórica o no de estos. Lo importante es que son elementos que el evangelista consideró valioso mencionarlos.
  3. Lc, 1, 52 La Biblia Latinoamericana. Editorial Verbo Divino.
  4. Caravias, sj J. L.j. Mujer – María. Artículos. Versión Digital p. 1
  5. Loynaz, Dulce María «El primer milagro» En Poesía completa. Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1993, p. 37.
  6. Arias Campos, R. L. «Aportes de una lectura de en relación con la ética del cuidado y los derechos humanos para la intervención social» Revista de Trabajo Social. # 9. Universidad Javeriana, Colombia, 2007 p. 29
  7. Ibídem, p. 29
  8. Céspedes, monseñor Carlos Manuel Prólogo al libro de Olga Portuondo La Virgen de la Caridad del Cobre. Símbolo de cubanía. Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2011, p. 9.