Era yo un adolescente que daba sus primeros pasos por el mundo del amor, y admirado de la relación de un familiar con su pareja, le pregunté por el secreto de su éxito. La respuesta fue tan breve como elemental: saber escoger. Pero, ¿cómo estar seguro de no haberte equivocado?; si, como dicen, el matrimonio es una cajita de sorpresas, ¿no pudiera uno ser sorprendido por cosas feas que al principio ni se imaginan?, pregunté en ráfaga. Este familiar mío, hombre maduro, meditó unos segundos; después dijo algo que jamás he olvidado: tu esposa, tu compañera en la vida, debe ser tu mejor amigo si fuera hombre.