Durante las tres primeras décadas del siglo XX los presidentes norteamericanos no se caracterizaban por viajar a América Latina, traspatio natural en el contexto de la Doctrina Monroe, pero poblado de situaciones y caracteres que ellos creían conocer por tenerlos similares en el sur de los Estados Unidos, en una zona emblematizada por Louisiana y Mississippi, desde entonces entre las más pobres y atrasadas de la Unión y herencia de la economía de plantaciones. La prensa del mainstream de la época caracterizaba a los primeros en sintonía con un imaginario compartido, como mismo lo hacía con sus vecinos caribeños y al Sur del Río Bravo: gente de piel oscura, infantil e incivilizada comiendo melones en la vía pública bajo la mirada entre condenatoria y burlona del Tío Sam o de los descendientes del Mayflower.