Cuando los demás entran en escena

Querido Carlo Maria Martini: Su carta me libra de una ardua situación comprometida para arrojarme a otra igual mente ardua. Hasta ahora ha sido a mí (aunque no por decisión mía) a quien ha correspondido abrir el discurso, y quien habla el primero es fatalidad que interrogue, esperando que el otro responda. De ahí la apurada situación de sentirme inquisitivo. Y he valorado en su justa medida la decisión y humildad con las que usted, por tres veces, ha desmentido la leyenda según la cual los jesuitas responden siem pre a una pregunta con otra pregunta.