A cargo de Jorge Domingo Cuadriello
Entre las muchas cosas que van perdidas con el siglo, está el ejercicio de la polémica. Ya no se concibe el contrapunto de las ideas, el diálogo, el análisis de unas tesis. Parece que todavía hacia finales del siglo pasado, nuestro medio podía servir de escenario a muy fecundas discusiones. Era la época de los grandes discursos, de las argumentaciones detalladas, y era la época en que los contendientes, las partes de una polémica cualquiera, consideraban deber primordial guardar ciertas formas.
Discutíanse las ideas, las opiniones, procurándose dejar a un lado los insultos y la creencia de que llamándole tuerto al Tasso se le destruye el valor de su poesía.