Cuba, desde hace tiempo, vive un proceso progresivo de inflexión. Según algunos, dicho camino resulta tímido y carece de los canales necesarios para desatarlo debidamente. Esto puede ser cierto, pero la escasez de legitimidad de estos déficits es sólo parcial. Los temores y las insuficiencias que marcan este andar, en mi opinión, responden en alguna medida a nuestras circunstancias históricas y políticas, y por ello pueden corresponder al ritmo natural de un cambio que podríamos denominar “a lo cubano”.