El Hombre vive para la vida. Sin embargo, vivir, tal como lo hace hoy, se ha convertido en un acto marcado por rutinas y leyes que lo disocian e inducen a olvidarse de sí mismo. No es consciente de ello, ni de que camina balanceándose en los bordes de la muerte. Hasta tal punto está absorbido por el ahora, sus sueños de grandeza y cierta adolescencia de duración desproporcionada, que no logra entender, aprovechar o superar los vacíos que lo atormentan.
Esta circunstancia ha devenido materia prima del ansia de poseer que se filtra y corre a través de los manantiales de las sociedades contemporáneas e incitan al nihilismo y la vacuidad. Los sistemas se empeñan a fondo en fomentar esta inclinación que, además, asegura la condición servil. Es así como el Hombre se ve atrapado por la telaraña de una sobrevivencia angustiante y la desesperada búsqueda de poder que beneficia a los que institucionalizan la represión.
Semejante círculo vicioso ha hecho del mundo un lugar triste y hostil, poblado por seres confundidos y violentos, donde prolifera una inversión de códigos morales que tiene en las redes sociales su Acrópolis.
Ya no es que el Hombre haya entendido o no que avanza de manera ineluctable hacia la muerte, sino que desde hace algunas décadas, en específico desde que comenzó el auge de la modernidad y la posmodernidad, muestra vivir para aniquilarse, torturar su cuerpo, castigar su psiquis y ver frustrado el propósito mayor de cualquier vida terrestre: la plenitud. Se ha olvidado de sí, de su ser individual y, por tanto, se ha olvidado de los otros.
La masa y la responsabilidad para con esta que algunos gobiernos establecen con el objetivo de infundir sumisión reducen el derecho a la individualidad, sobre todo cuando se trata de una supeditación dirigida a proyectos masivos y anónimos. O sea, a la anulación del Hombre y la exaltación del Ciudadano. De igual modo, los conceptos de nación y patria nos condicionan y reducen, y a la vez son una muestra de la esquizofrenia social que obliga al éxodo y/o empuja al cosmopolitismo. Mediante estos mecanismos de control los gobiernos aseguran su estabilidad y encumbran los nacionalismos; por tal motivo se implementan pocas políticas capaces de aprovechar la alteridad y buscar mejores vías para el traslado y asentamiento de las personas, pues de lo contrario se restringirían los mecanismos de colonización y explotación vigentes en numerosas naciones del orbe. El resultado es que millones de individuos se ven afectados por la migración. En un sector están los que se sienten invadidos, en otro, los que no son aceptados, y en resumen, tenemos a una sociedad internacional atravesada por la desconfianza y el miedo.
El miedo, en particular el miedo a la muerte, uno de los motores del progreso humano, ha incitado al Hombre desde los primeros tiempos a resguardarse en la religión a pesar de que hoy sabemos que entender y/o experimentar la inmortalidad podría depender más del campo científico que del místico si imaginamos un «renacer» cercano a la reversibilidad.1 Esa afición por establecer un vínculo con cierta entidad (o conjunto de entidades) superior y salvadora también podría ser una proyección de la fuerza y el poderío que el Hombre posee y no sabe manejar, de algo que lo habita bajo su desconocimiento.

Represión policial en Nicaragua (2018)
Conocemos el esfuerzo de existir y, hasta cierto punto, entendemos cuán absurdo es existir sin alegría; pero olvidamos generar y defender estructuras que respeten, estimulen y sepan aprovechar este derecho humano.
Muchos se preguntarán: Bueno, ¿y qué hacer ante estos sistemas vigentes que nos someten? Pues bien, romperlos, hacerlos enfermar, quebrar su sinergía, no para instaurar un libre albedrío sino para cortar el cordón umbilical, salir de la bolsa protectora-opresora, nacer y vivir.
La armonía a la que aspiramos debe estar enlazada a un orden por el cual velen los individuos desde su singularidad y no unos pocos agrupados en células burocráticas e ineficientes (o eficientes a medias). Dejemos de confiar entonces en los gobiernos, las empresas y las organizaciones anónimas, y empecemos a confiar en el individuo y el medio del cual depende.
El Hombre se separó de la naturaleza por considerarse vulnerable dentro del ambiente natural. Construyó, por tanto, un nuevo hábitat para así garantizar su protección y supervivencia y, al hacerlo, tomó distancia, agredió, destruyó la dimensión de la que ahora carece. Asoció su crecimiento personal al rechazo o la indiferencia hacia la flora y la fauna cuya limitadísima presencia en su entorno se redujo a un elemento ornamental. Semejante postura ha sido aprovechada por las transnacionales e industrias responsables de la contaminación ambiental en contubernio con administraciones políticas que, además, se encargan de aislar o asesinar a los que intentan frenar tales actos. Es algo recurrente en Latinoamérica2 y es una evidencia más de que los gobiernos generan muerte, intolerancia o abulia, y, en su mayoría, están encabezados por «líderes» de dudosa formación profesional, evidente incapacidad y posibles (y peligrosas) alteraciones de la personalidad, quienes se rifan el bienestar de multitudes en función de sus frecuentes berrinches.
¿Quiénes se le deberían enfrentar? Un conjunto sólido de individuos no ignorantes, dispersos, ingenuos, tibios en su voluntad, la vanguardia intelectual de las naciones: científicos, profesionales calificados, artistas. Ocurre que, al parecer, muchos de estos sujetos se hallan tan amalgamados a sus puestos de trabajo que en su lugar deben salir a escena jovencísimos estudiantes, como, de forma reciente y en nuestro continente, ha ocurrido en Nicaragua (2018) y Chile (2019).3
Quiero detenerme un momento en los artistas, ese grupo social complejo, dispar y efervescente que, por cierto, suele quedar fuera del patrocinio estatal. ¿El motivo? Los gobiernos, salvo excepciones, han demostrado escaso interés en estimular el pensamiento y el arte sino solo en apariencias y/o de forma propagandística. Además, suelen temer al discurso que va asociado a la belleza y, aún más, a ser juzgados por los que cultivan la sabiduría y construyen la Historia. Recordemos a Marco Antonio mandando a cortar la cabeza y las manos, ¡las manos!, de Cicerón. El resultado ha venido a ser que la contradicción y la dificultad de sobrevivir y desarrollarse como profesionales que enfrentan los artistas, sumadas a la vaguedad y el relativismo imperantes, influyen en que el arte haya dejado de ser un ejercicio filosófico para convertirse en una elaboración catártica y simplona. Su consistencia se reduce por día y, en oposición, toma cuerpo y se empodera el mercado.4
Está clarísimo que los tentáculos de este circuito (productores, galeristas, curadores, editores, sales agents,) dictan las pautas de lo que es posible comercializar, distribuir, hacer llegar al público en función de criterios de dudosa índole que en ocasiones no se corresponden sino con un juicio epitelial sobre los objetos y sujetos artísticos. A pesar de la nitidez con que se ejecutan estos actos parece haber cierta conspiración en virtud de la cual seguimos creyendo que la cosa es ingenua o genuina cuando es evidente que la cultu ra ha quedado en manos del contexto empresarial e industrial. Y los propios artistas, que solían felicitarse unos a otros en actos de inaudita humildad por no ir tras el dinero cuando era evidente que hacían todo lo contrario, ahora han decidido que ir tras el dinero está bien, y de paso, aquietan su conciencia.

Represión policial en Chile (2019)
El asunto de que el artista corra tras el dinero y la rentabilidad es que esto suele condicionar su obra, no en correspondencia con la verdad, su verdad, sino con la manipulación y el facilismo.
A lo largo de la Historia los artistas han sido los llamados no solo a representar el mundo tal cual es, sino a crear uno nuevo, a generar luz, a concebir o usar lo que solo pertenecería a un dios, aunque el robo de un elemento sagrado le cueste padecer, como Prometeo, bajo la apetencia del águila. Muchos parecen haberlo olvidado.
¿Y qué puede existir más sagrado que la capacidad de reconocer a través de la sensibilidad las piedras preciosas que otros confunden con burdas piedras?
¿Qué nos queda si perece la sublimidad del acto creativo? ¿Qué seremos?
No quiero mostrarme como alguien que tiene los pies fuera de la tierra cuando hago referencias al dinero, al que me opongo como regidor de asuntos esenciales del Hombre. Repudio en concreto la avaricia, pecado capital que Dante posicionó en el cuarto círcu lo de su Infierno y que lastimosamente ha devenido paradigma de moral.
Sé, de todos modos, que asuntos esenciales han perdido sus contornos, la libertad entre ellos. Los responsables (otra vez) son los sistemas que elegimos o padecemos, y que nos incitan a pensar y hablar con hipocresía, o a vociferar nuestros derechos a cada dos pasos y vernos privados otra vez de estos en el tercero, a seguir en un ocho de dificultades que nos empujan a no ser honrados.
Pero algo quiero dejar claro o reiterar con distintas palabras: que el individuo se reafirme en su condición individual no significa que deba aplicar la indolencia respecto a quienes lo rodean, sino establecer, si así lo desea, una atención al bien común y una camaradería auténtica, no sustentada en la comparsa y la imposición. Porque un individuo pleno es un Hombre que vive e incita a otros a vivir con decoro.
Y aunque observamos el ascenso nada comedido de la indiferencia, Greta Thunberg y los movimientos sin ideología que abogan por la concordia internacional y la protección de la naturaleza representan, sin dudas, a un amplio sector que no se anda de brazos cruzados. Las marchas que tuvieron lugar en las grandes ciudades del mundo durante este año 2019 develaron ante las cámaras a millones de personas hastiadas del fanguero político provocado por la derecha y la izquierda y de la exigua consideración que se muestra en nuestro mundo hacia la vida y la integridad.
Una joven de dieciséis años ha logrado este nivel de convocatoria. Una joven de dieciséis años ha dicho, «¿cómo se atreven?», ante los presidentes en la cumbre del clima de la ONU, y ha proseguido con frases como, «nos están fallando. Pero los jóvenes están empezado a entender su traición». Es algo que debería hacer salir de sus conchas a los que siguen dormidos.
Esta oleada nueva de justas inconformidades también debería animar a los que habitamos en Cuba y somos habitados por Cuba. En definitiva, la lucha martiana por la libertad no ha acabado. Acabará cuando nadie nos obligue a vivir de hipocresías. Cuando la diversidad de pensamientos sea aceptada y respetada dentro del proyecto de nación. Cuando la Torre de Babel sea considerada un espacio de concordia y enriquecimiento, y no de enfrentamiento y odio. Cuando ningún partido esté por encima del ciudadano. Cuando se comprenda que una sociedad solo es libre cuando es plural.
Algo muy grande es haber logrado la soberanía. Pero sigue siendo un yugo vergonzoso que desconozcamos la democracia y, más aún, que ni siquiera sepamos aspirar a ella.
Debe acabar ya esto que persiste en demasiados rincones de la Tierra: la dominación y, en especial, la esclavitud nunca tan bien recibida, enraizada, tácita.
Semejante organización del trabajo ni siquiera ha generado un bienestar general sino un alarmante desbalance entre las naciones, un excedente y una carestía que conviven en idéntico y absurdo superlativo. Unos viven con hambre, obligados a padecer a pesar de lo que hagan y otros, ahogados por el exceso. Ejemplo escalofriante es la industria alimentaria desproporcionada y la consecuente masacre diaria de miles de animales5 para llenar los ya abarrotados congeladores de los supermercados en los países del llamado, «primer mundo». La paradoja terrible y asociada es que la vida humana tampoco vale mucho más que la de un pollo nacido en una factoría avícola, sin madre, privado de su pico gracias a un corte realizado sin anestesia (para evitar que al enloquecer se mate o mate a otros a picotazos) y asesinado por una máquina sin llegar a ver el sol. Y no es que una vida debiera valer más que la otra, es que ambas deberían merecer el respeto del cual se les priva sin que con ello haya que modificar la cadena alimentaria.
El momento en que enfrentamos la muerte es quizás el más trágico de nuestras vidas; pero, ¿qué significa vivir en la muerte, sin posibilidad de modificar nuestra cotidianidad, secos, hacinados, sin voz, inyectados de veneno? Eso es trágico, y trágico es ver pasar el tiempo sin llegar a ser nosotros mismos, viviendo en una nada, la verdadera y única muerte. Tal es el absurdo de nuestro tiempo: nacer para asumirnos como meros espectadores de la catástrofe social, estructural, ambiental que se nos viene encima. Ya lo dijo el propio Jesucristo: podríamos mover montañas y, a pesar de ello, solemos hacer tan poco…
La mayoría de nosotros cree o aspira a creer que en la muerte no está la desaparición; pero, ya que al nacer no fuimos, es muy probable que al morir, no seamos; o al menos no del modo en que éramos. Aprovechemos mejor, pues, esta dimensión de conciencia que apenas exploramos fascinados, como estamos, por la physis, pero no en el sentido griego, que guardaba relación con el estudio de la naturaleza como medio de indagación del mundo, sino con la superficialidad. Aprovechemos nuestra agudeza y llevemos al extremo la afección al sí posible, el potens etrusco y lezamiano.
En efecto, el Hombre pertenece a la vida, y a la vida eterna presente en cada posibilidad, y en la memoria, las leyendas, los mitos. Por eso, mientras la sangre en las venas no se le detenga luchará por perpetuarse y perpetuar a los otros. ¿Cómo es que a pesar de ello haya creado y persiste en un ambiente tan hostil, opresor, espurio? ¿Cómo es que persiste en este absurdo del vivir sin derecho a la vida?
Gracias al trabajo de divulgación científica realizado por I. Asimov, C. Sagan y S. Hawking ya todo el mundo sabe que el Sol se convertirá en una gigante bola roja y comenzará a arder helio en su interior; más tarde entrará en un período convulso durante el cual se recalentará y crecerá tanto que devorará a los planetas que lo rodean.6 En resumen, nuestro Sol va a morir. Esto ocurrirá dentro de miles de millones de años y es más seguro que antes destrocemos el equilibrio de este planeta que nos permitió llegar hasta aquí, aniquilándonos en un tiempo que para el señor Sol sería ridículo.
La coherencia no es un mérito del que suelen preciarse los acosados por las dudas. La percepción tampoco, ya lo dijo Empédocles antes de lanzarse a la boca del Etna. Creemos que vemos todo cuando en verdad solo apreciamos una fracción de las cosas. No obstante, en lo que estemos seguros sobre la base de nuestra atención y sed de justicia debemos ahondar hasta el cansancio, y hacer algo.
Quizás para esto nacemos, para avanzar con nuestra limitada visión de la ceguera al albor que rechaza la ignorancia y fomenta la hermosura y la vida, y defender la dignidad de la que otros nos privan. Entender y defender la dignidad y la libertad total sin retoques eufemísticos. Negarnos al absurdo del vivir bajo opresiones encubiertas y ser firmes, persistir y ser firmes, serenos, indoblegables en este propósito.
Notas:
1. La reversibilidad es la cualidad que tiene un sistema de regresar a etapas que ya había visitado antes. Se trata de una característica universal de las leyes de la física y corresponde a una propiedad de los sistemas microscópicos.
2. BBC Mundo reportó en un artículo del 30 de julio de 2019 que según el informe de Global Witness, «después de Filipinas, Colombia ocupa el segundo lugar donde ocurrieron más asesinatos de activistas medioambientales en el mundo durante 2018.» Luego agrega que «América Latina sigue siendo la región más peligrosa del mundo para los defensores del medio ambiente.»
3. La Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPDH) reportaba en septiembre de 2018, a cinco meses del estallido de la crisis sociopolítica movida por una fuerte oposición popular contra el presidente Daniel Ortega, 4 062 personas heridas, de las cuáles había 103 con lesiones graves y un total de 1 428 secuestrados por parapolicías. De esta cantidad, 125 habían denunciado más tarde haber sufrido severas torturas. Del igual modo, la ANPDH reportó 1 303 desaparecidos y 322 muertos (organizaciones independientes elevaban la cifra a 512 mientras el Ejecutivo insistía en que eran 199). En cuanto a Chile, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) en noviembre de 2019 reportaba 2 209 heridos como consecuencia de las protestas contra el presidente Sebastián Piñera, de los cuáles 209 habían sido víctima de graves traumas oculares causados por el impacto de balines de goma, perdigones o bombas lacrimógenas. Asimismo, en ese momento la suma de fallecidos ascendía a 22. Estos dos ejemplos ilustran la violenta incomodidad social en dos sistemas que divergen en sus propuestas ideológicas y confluyen en una represión y asfixia constante sobre sus ciudadanos. Evidencian por tanto el desencanto hacia las (supuestas) políticas de izquierda y/o derecha que instrumentalizan la explotación sobre las masas.
4. Lo que demuestra que el arte sí puede ser rentable, a diferencia de lo que aseguran muchos discursos oficialistas.
5. 5 2 000 por segundo, según la FAO.
6. A Mercurio y Venus, con toda probabilidad. El destino de la Tierra es menos claro.