» Los hechos
A menudo descubrimos que lo que «todo el mundo sabe» es errado y que lo que no sabíamos, es fascinante. Veamos un ejemplo. El 17 de octubre de 1948 el líder obrero Aracelio Iglesias fue objeto de un atentado mientras conversaba con líderes del Sindicato de Obreros Portuarios de la Empresa Naviera de Cuba. Preparaban los puntos para la exposición que entregarían al día siguiente al Ministro del Trabajo del recién estrenado gobierno del presidente Carlos Prío So carrás, quien había tomado posesión del cargo hacía una semana. Al siguiente día, 18 de octubre, Aracelio Iglesias murió en el hospital. Se han escrito y expuestos numerosos trabajos sobre el hecho. Sin embargo, las opiniones difieren sobre la razón de su asesinato y esto ha impedido acercarse a una conclusión definitiva.
Es necesario entender el todo para explicar las partes; este es el caso de Aracelio Iglesias. O como diría un académico: ir de lo general a lo particular. Muchas veces no empleamos un método para encaminar nuestros pasos. No es fácil encontrar y analizar dónde se encuentra el todo. La síntesis del asunto hace difícil situar su ubicación. El todo puede ser, una economía predominante, un partido que sobrepasa a otras organizaciones similares, un líder político que se impone por su carácter; un buen ejemplo de esto podría ser Eduardo Chibás. También pueden incluirse otros elementos menos visibles con alto predominio de lo subjetivo. Como la fuerza, empleada por la Metrópoli contra su colonia, que convirtió esa lección, el uso de la fuerza, en la peor enseñanza para los aprendices de la política cubana. Antonio Guiteras en su artículo «Septembrismo» empleó una frase enigmática y no explicada aún, que ha despertado la curiosidad sobre lo que quiso decir: «En la larga lucha contra el machadato, soberbia floración de una planta sembrada hacía treinta años, se aceptó casi universalmente la doctrina. Todos para destruir; para construir, unos cuantos. Terri ble doctrina que es básica de muchos de nuestros males.»1 También se pueden incluir los compromisos políticos de los gobiernos de turno. En Cuba, cada cual ubicaba en los cargos a sus aliados políticos y era sabido que terminada la regencia del periodo sería sustituido por los nuevos que llegaban. Porque no era un gobierno en sí, sino para sí. La falta, en ocasiones, de respeto a la Constitución de la República posibilitaba utilizar atajos legales. Solo instituciones fuertes serían capaces de obligar a los hombres a cumplir lo estipulado en la Carta Magna. Como no era definitivo el cargo, todos se apuraban en cargar algo en los bolsillos. Las diferentes formas del peculado dejaban entrever que la política en Cuba producía dinero y de manera más rápida que la misma industria del azúcar. La política, era la segunda industria del país. Las elecciones en Cuba, por asombroso que parezca, constituían una zafra tan importante como la del azúcar o la del tabaco. La política ocupaba un espacio importante en los quehaceres de la nación y relegaba en oportunidades los asuntos económicos. Los hombres comunes dedicados por entero a obtener el sustento diario, no eran conscientes de la influencia de la política y la economía en sus vidas. Cuba, dotada por la naturaleza de muchos privilegios, podía agregar al inventario de su suerte a los políticos y a la política. El azúcar y la política eran dos fuentes importantes de beneficios económicos.
Los políticos interesados en subirle más el fuego a la paila hirviente de las pasiones aprovecharon la muerte de Aracelio para culpar al gobierno. No era nada nuevo; la oposición de cualquier época aprovechaba la más simple coyuntura para atacar a los gobernantes. Primero le tocó recibir la andana a la administración autentica de Ramón Grau San Martín y después a la de Carlos Prío. Sin embargo, no había ocurrido así durante el gobierno anterior de Fulgencio Batista. El Partido Comunista había establecido el 13 de septiembre de 1938 una alianza con este Coronel, verdadero hombre fuerte de la nación. Durante esa época Chibás era más medido en sus opiniones porque el gobierno les recordaba a los opositores el tratamiento que podía dispensarles: acostarse a las 8 de la noche y recibir una buena dosis de palmacristi sin antes preguntarles si les gustaba.
Aunque existían numerosos partidos políticos que embestían con fuerza contra el gobierno autentico, había dos que se destacaban. Al frente iban el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), liderado por Chibás, y el Partido Socialista Popular (PSP), de los comunistas, entre los que se hallaba Aracelio Iglesias, un líder carismático que influía de manera notable en la política. El PSP se interesaba en evitar que otra organización política se destacara como vanguardia. Ni Grau ni Prío se imponían por la fuerza contra sus opositores. Consideraban, entre otras razones, que no emplear esos medios era suficiente para salvarse de las calumnias de sus contrarios. No tomaron en cuenta los celos que provocaba en sus oponentes tener que admitir que un profesor de la Universidad recibiera elogios por su período de gobierno en 1933. Había otros elementos dignos de tomar en cuenta. Ellos dejaban hablar a sus opositores y a su vez no se defendían de los insultos. Sus antagonistas consideraron esa brecha como un flanco por donde atacar, y se lanzaron a fondo. Declaraciones de miembros de ambos partidos pueden dar idea de las acusaciones formuladas en el momento de la muerte de Aracelio Iglesias. Chibás declaraba: «El régimen de Prío ha comenzado pronto a derramar sangre de trabajadores. El continuismo de la Kubanidad (con K) continúa necesitando de los pistoleros.» En su libro De la historia y la memoria, Lionel Soto, militante del PSP, expuso, «que la mafia surgida en el puerto, en contubernio con las autoridades de los corruptos gobiernos de Grau y de Prío, decidieron su alevoso asesinato».2 En el hemiciclo de la Cámara de Representantes el congresista Aníbal Escalante, del PSP, también opinó: «No puede de ninguna manera atribuirse estos odiosos hechos a simples pugnas particulares, como se ha querido hacer aparecer. Hay que ir un poco más al fondo del problema, porque si no lo hacemos no vamos a estar combatiendo la raíz del mal, no vamos a estar haciendo todo lo posible por desarraigar el gansterismo y el pistolerismo». Sin embargo, esta no era la práctica seguida cuando querían quitarse una opinión negativa sobre la organización.3
Otros observadores menos inclinados a posiciones políticas consideraron el asesinato del líder obrero como una pugna personal, por razones económicas y religiosas, entre la víctima y sus victimarios. Aracelio Iglesias era miembro de la sociedad abakuá. Una propaganda a favor de su campaña para Representante a la Cámara lo atestigua. No obstante, su partido execraba con una frase a los creyentes: «la religión es el opio de los pueblos». En todo el tiempo transcurrido, más de sesenta años, desde aquel lejano 17 de octubre de 1948 hasta nuestros días, prevalece la misma opinión. La muerte de Aracelio obedeció a: «que la mafia surgida en el puerto, en contubernio con las autoridades de los corruptos gobiernos de Grau y Prío, decidieron su alevoso asesinato». Una simple disquisición sobre este pronunciamiento: a Batista no se le menciona con frecuencia a pesar de haber sido el creador de las pandillas y el más corrupto de todos los gobernantes de la República. Su inmensa fortuna y los muertos que pesaban sobre su historia personal no dejan dudas. La omisión no es casual: detrás se escondían intereses políticos con aviesas intenciones. Igual ocurre cuando se menciona el gobierno de Grau-Guiteras. El enunciado, convertido en etiqueta, no se ajusta a la verdad porque entonces debería llamarse el gobierno Grau-Guiteras-Batista. ¿Cuál es la intención de acompañar al presidente con otro nombre? Dejar el nombre Grau, solo, cuando se menciona aquel gobierno, es realzarlo. Entonces, mejor es dividirlo, así toca a menos y los honores van al que murió y no al que quedó vivo. No nombrar a Batista es ahorrarse hacer juicios a favor o en contra. No obstante, en la concien cia colectiva ha quedado el asesinato de Aracelio como una acción de aquel gobierno. A pesar de no haber mostrado los acusadores evidencias sólidas para la acusación en contra del gabinete de Grau.
Se impone ahora una pregunta: ¿Y otros investigadores no llegaron a una conclusión diferente a pesar del tiempo transcurrido? Maquiavelo lo advirtió hace quinientos años: «Pero es indispensable saber disfrazar bien las cosas y ser maestro en fingimiento, aunque los hombres son tan cándidos y tan sumisos a las necesidades del momento que quien engañe, encontrará siempre quien se deje engañar».4 También lo advirtió José Martí: «Lo real es lo que importa, no lo aparente. En la política, lo real es lo que no se ve».5 Porque si se viera la mentira los interesados estarían al descubierto. Si el beisbol figuraba como el deporte más popular entre los cubanos, también atacar al gobierno estaba en la lista de los entretenimientos. »
Si en 1948 le hubieran preguntado a cada cubano lo que pensaba de su país, la respuesta habría estado dividía entre optimistas y pesimistas. Esta era la atmosfera circundante. Los optimistas hubieran respondido sentirse insatisfechos con la gestión del gobierno; y los pesimistas, que la República era un fracaso. Un importante intelectual y periodista, Jorge Mañach, sintetizó así el pesimismo existente. «Escandalizados por la creciente desmoralización de nuestras costumbres públicas y privadas, por la corrupción, la incompetencia o la frivolidad de nuestra política; por el despilfarro, en una palabra, de recursos que ya, a los cincuenta años de vida independiente, debieran haber hecho de la nuestra una República, si no ejemplar, por lo menos merecedora de un fuerte orgullo nacional.»6 El tiempo y las acciones de los diferentes opositores a los gobiernos de turno habían logrado, sin proponérselo, crear apatía. Y de paso desvalorizar la imagen de Martí, Maceo y Máximo Gómez, al hacer predominar lo negativo sobre lo positivo. El pesimismo era la acumulación de problemas no resueltos por los gobernantes después de 1902. El propio presidente Carlos Prío ordenó hacer un survey sobre aquellos aspectos más censurados por la opinión pública, de antes y después, del mandato de Grau. La bolsa negra ocupaba el primer lugar; el pandillerismo, el segundo; el divisionismo proletario y las huelgas, el tercero; la deshonestidad administrativa, el cuarto. En quinto lugar estaba el problema del transporte.7 Esa decepción impedía saber que gobierno había sido bueno o malo. Aún hoy no podemos exhibir argumentos sólidos sobre que gobierno fue bueno o malo, aunque los historiadores antes de 1959 fueron menos beligerantes que los posteriores. Quizás los datos arrojados por aquel survey puedan ser tomados como índice para acercarnos a esa evaluación. Varios factores ayudaban entonces al pesimismo de la sociedad. Algunos individuos se sentían por encima de la Ley y hacían prevalecer sus intereses. La percepción del entorno, el día a día, no respondía a una valoración económica y estadística comparando las cifras de antes y después para saber si había avance o retroceso. El sentido de desgracia siempre estaba presente. El enunciado del propio socialismo ayuda a explicarlo: la necesidad creciente de bienes materiales y espirituales. De manera individual cada uno aspira a más. Por eso el sentido de desgracia de los ciudadanos no pasa de moda. Tiene muchos adictos y los políticos se aprovechan de esa insatisfacción para aumentar su cosecha. Si al asunto le ponemos música con su correspondiente estribillo podemos entenderlo mejor: «todos queremos más y más…»
Para juzgar el segundo punto, el pandillerismo, es necesario remontarse al año 1939, época en que comenzó a imperar en la Universidad de La Habana el tristemente célebre «bonche universitario», creado por el coronel Fulgencio Batista para sofocar los intentos oposicionistas contra su régimen. Los políticos aprovecharon el lado oscuro de la psicología del cubano para conectarlo a sus intereses. El político moderado era un pusilánime, el prudente un cobarde, el honrado un tonto y el guapo de barrio el paradigma de la cubanidad. Visto hoy podría parecer esto exagerado. Un episodio aparecido en la prensa lo ilustra con certeza. Paco Prío, hermano del presidente, ultimaba por teléfono los preparativos de un acto a favor de la candidatura presidencial de Carlos Hevia, hombre famoso por su seriedad. Hablaba desde el Salón de los Ayudantes. Cuando colgó el receptor, alguien le preguntó:
—Paco, ¿quién le hará cosquillitas en los pies a tu candidato para que afloje siquiera una sonrisita?
Elevando su voz hasta el grito, él respondió:
—Este es un pueblo terrible. Es que ustedes prefieren a un simpático, así como yo, que a lo mejor les engaña, a un hombre serio que cuando diga sí, sea una escritura y cuando diga no, también lo sea.8
Las actividades delictivas del «bonche» habían tomado dimensiones de escándalo dentro y fuera del recinto universitario. La costumbre de dirimir por la fuerza los intereses propios continuó durante el gobierno de Ramón Grau San Martín. Du rante todo este tiempo las mareas políticas batieron la hermosa isla y para detener el molino de la violencia existían dos posibilidades. Uno, utilizar la fuerza con su correspondiente intimidación para sofocar los crímenes entre bandas rivales. Dos, utilizar la justicia y los tribunales. El gobierno de Grau optó por la ley y no por la fuerza. Respetó la división de poderes, que es igual a respetar las instituciones aprobadas en la Constitución. Los jueces solicitaban la mayor cantidad posible de pruebas para condenar a los gánsteres. Tenían miedo de ser agredidos o ajusticiados en caso de no poder condenar al acusado. Algo parecido ocurrió en Italia con Bernardo Provenzano, «el capo dei capi». Su violencia era tan brutal que el hecho de que un juez, un policía o un fiscal siguiese vivo le podía convertir en sospechoso de ser un colaborador de la Cosa Nostra. Para suerte nuestra no llegamos a tan altos niveles de violencia, aunque la propaganda se encargaba de ponerlo en primera línea. Cuando estaba en mi incipiente etapa de conocer las causas de todo aquel mundo desconocido, le pregunté al exministro de Gobernación, Segundo Curti: ¿Por qué el gobierno no pudo detener el gansterismo?, y le insinué debilidad en el cumplimiento de esa misión. Curtí me respondió:
Con la óptica de hoy no podrán entender aquello. Para juzgar la época es necesario incorporar algunos elementos que pueden haber quedado fuera de las explicaciones tradicionales. El poder judicial no estaba subordinado al ejecutivo, o sea al Presidente (Separación de poderes). Los jueces tenían miedo de condenar a alguien que después pudiera vengarse. Exigían a las autoridades policiales pruebas muy sólidas sobre los acusados. Por lo general no aparecían estas pruebas y los acusados eran puestos en libertad (…) A veces las cosas no son tan simples como uno cree.
Los que analicen la época y no tomen en cuenta estos argumentos no están actuando con imparcialidad. A mi insistencia de saber si no existía otra opción, Curti afirmó: «entonces habría que pasar por encima de la Constitución y las leyes. Alguien me propuso utilizar la fuerza, matar, nosotros no estábamos dispuestos a pasar por encima de nuestras convicciones». Esto explica porqué Segundo Curti vivió en Cuba después de 1959 sin ser molestado y aquí murió.
Batista utilizó después del golpe del 10 de marzo la fuerza y no la razón. Les avisó a los guapos que debían disolverse por las buenas. O él los disolvería por las malas, y ellos hicieron caso. Dos maneras de resolver un mismo problema. A cualquiera posicionado como gobernante podría hacérsele la pregunta de escoger entre uno y otro medio. La respuesta daría su perfil psicológico y lo acercaría a una postura democrática o tiránica. Se ha repetido hasta el infinito cómo el gobierno de Grau no resolvió el gansterismo. Para resolverlo debía acudir a la fuerza y pasar por encima de la ley. Una entrevista al periodista Luis Ortega ayudará a situarse y repasar la época del gobierno de Grau. Su opinión es muy valiosa por haber conocido y escrito sobre los hombres importantes del período, desde su posición como editor de uno de los periódicos importantes de la época.
Prensa Libre celebró la toma de posesión de Grau en 1944 como una gran cosa y Carbó hizo grandes elogios, aunque Carbó no se llevaba bien con Grau. La relación entre ellos se había frustrado durante la Pentarquía y Carbó era un tipo renuente a Grau, pero cuando comienza la campaña de Grau para la presidencia, Prensa Libre fue un factor importante en la campaña política de Grau. Yo trabajé en toda esa campaña del año 44, yo trabajé mucho, hice muchas informaciones y entrevistas. El triunfo de Grau, Carbó lo celebró, tenía que celebrarlo porque era… Yo siempre he sospechado, siempre tuve la sospecha, de que Carbó se llevaba mejor con Batista que con Grau y que la campaña que hicimos a favor de Grau fue una campaña que tuvo una característica muy especial, porque había algo contra Grau, había algún elemento contra Grau, aunque aparentemente y oficialmente el periódico estaba con Grau y Carbó elogiaba a Grau, pero sin embargo había cierta resistencia. Carbó no estaba convencido de que Grau podía ser… Entonces al triunfo de Grau se convierte en un defensor de Grau, pero, poco a poco, eso fue cambiando porque Grau lastimó los intereses de las clases más altas, sobre todo de los azucareros. Eso fue combatido duramente por Prensa Libre. Si tu coges las colecciones de aquella época verás las cosas contra el diferencial azucarero, el dinero de… porque el diferencial azucarero fue una cosa que Grau apoyó… la gente, lo que no querían los azucareros era que beneficiaran a los obreros. Prensa Libre hizo una campaña en beneficio de los obreros, pero, básicamente, la campaña de Prensa Libre era beneficiosa para los hacendados porque los hacendados eran grandes anunciantes por los negocios que tenían y el periódico no se podía enfrentar a esos grupos porque si no te cerraban las puertas, es decir, la campaña de Prensa Libre en aquel momento fue contra Grau y casi todo el proceso del 44 al 48 Prensa Libre se convirtió en un órgano contra el gobierno de Grau, una cosa de las caricaturas, las informaciones, los comentarios, inclusive, en un período metimos a Vasconcelos como articulista de Prensa Libre en primera página y casi todos los articulistas combatieron el gobierno de Grau, y Carbó también hizo mucha crítica contra Grau en todo aquel período. Después que Grau sale de la Presidencia ya no era un motivo para Prensa Libre, era ya una cosa del pasado.9
También el periodista José Pardo Llada se unió al coro en contra de Grau. Había sido electo Representante a la Cámara por simpatías, un caso excepcional. En entrevista hecha en Miami muchos años después confesó algo que puede dar una idea de hasta dónde llegaron los oponentes: «No tengo que recordarle a nadie que yo fui, quizás, el más duro censor del presidente Grau. Es más, yo me hice en la radio combatiendo a Grau San Martín. Me di a conocer en la radio combatiendo a Grau».10 Del mandato de este ni Chibás ni el PSP admitían nada como bueno o regular. Ambos eran enemigos políticos por diferencias ideológicas, pero se unieron de manera indirecta para atacar al gobierno de Grau y después el de Prío. Contra esto y contra aquello, según el título de una obra de Miguel de Unamuno, parecía ser la divisa del momento, especialmente de los «ortodoxos» y los comunistas. No había manera de que el gobierno conquistara el respeto de los gobernados ni forma de que la población se sintiera satisfecha. Todo lo contrario, lo debilitaban cada vez que podían. Ni el respeto a las libertades y mucho menos algunos aciertos económicos eran suficientes, como el diferencial azucarero o tener un peso cubano fuerte. La economía progresaba. La agricultura comenzaba a mecanizarse. La producción azucarera en 1948 superaba todas las cifras históricas. Las exportaciones «per cápita» alcanzaban la segunda posición más alta de América Latina. La balanza de pagos arrojaba saldos favorables nunca vistos. Cabría preguntarse, ¿era perfecto Ramón Grau San Martín? Desde luego que no. No podía serlo, como no lo somos los cubanos que llevamos a la espalda durante cuatrocientos años las malas enseñanzas de la Metrópoli. Repasar las palabras de Jorge Mañach ya mencionadas antes. «Escandalizados por la creciente desmoralización de nuestras costumbres públicas y privadas…» De aquí arrancamos cuando se trata de ponernos en acción ante cualquier hecho. Porque el hombre sueña los sueños que su cultura le sugiere, desea los deseos de su cultura y fomenta y teme lo que su cultura le hace temer. José Martí nos advirtió: «El trabajo no está en sacar a España de Cuba, sino en sacárnosla de las costumbres…» Siguiendo las sugerencias del Apóstol, ¿qué costumbre tendremos que modificar?11
Creo que nadie se ha planteado esta ecuación y por eso repetimos nuestros errores o el «eterno retorno». El ilustre Enrique José Varona en 1927 expresó que «la colonia seguía viva en la República». Machado y Batista eran la representación de los capitanes generales y la continuación de la imposición y no del consenso. La solución, entre otras posibles, se encuentra en variar la prioridad de los valores de nuestra cultura. De poco sirve cambiar un gobierno si las malas costumbres son las mismas que la hicieron sucumbir. En la cultura y sus valores está la semilla de donde surgirá el nuevo árbol. El hombre aprende y asimila lo que su cultura considera bueno, hermoso y verdadero, aquellas prioridades dadas por cada sociedad a lo que se considera importante o necesario de exaltar. Como sucede con la cultura japonesa. «Es una sociedad de grupo donde lo importante no es que el individuo triunfe, sino que lo haga el grupo y para eso el individuo está dispuesto a sacrificar cosas suyas, y hasta a reprimir sentimientos para que el resto no se contagie de ese elemento negativo».
El cuarto punto del survey, la deshonestidad administrativa, ratificaba la mala práctica existente, que ensalzaba a los ladrones y empequeñecía a los honrados. La filosofía de «Malanga» caracterizaba el pensamiento de los empleados públicos: un funcionario vale por lo que rinde, no por lo que se lleva.12 Aquí cabe utilizar el final de algunas películas de Hollywood. Cualquier semejanza es pura casualidad… «España tiene menos inspectores de Hacienda que la mayor parte de los países avanzados, y según todos los indicios el fraude fiscal es escandaloso.» Sin embargo, la mayor injusticia de la época era la mala distribución de la riqueza. De ello se ocupaban poco los políticos, interesados en reparar otras injusticias menos comprometedoras. Meterse con los industriales, hacendados y colonos podía convertirse en un voto negativo a la hora de las elecciones. El objetivo era llegar a la máxima posición y no reparar injusticias. Léase diferencial azucarero, más la opinión de Luis Ortega. Solo digo que Grau no robó ni mató; hay constantes en su actitud: su sentido ético y nada de violencia. Por lo tanto, aventaja a otros presidentes que lo habían hecho con anterioridad. No incluyo a Carlos Prío porque él sí robó.13
Encontrarlo todo mal y no reconocerle al gobierno ningún logro era la estrategia para obtener supremacía política. Este podría ser un lado oscuro de la democracia. Hacer política social sin ofrecer soluciones es populismo. Si el hincapié lo hubieran hecho en descubrir la génesis de nuestros problemas y brindarle una solución, habrían recibido una mayor atención. Si hubieran pensado más como patriotas y menos como políticos interesados, habrían hurgado en el pasado para resolver tan triste situación. La explicación viene dada por la lucha contra Machado desde 1925 hasta 1933. No se puede hacer una revolución sin violencia. Muchos de los protagonistas de esa lucha se encontraron defraudados con posterioridad. Se organizaron en grupos y acudieron a sus experiencias. Como habían aprendido en la lucha contra Machado a utilizar la violencia para conseguir sus fines, la utilizaron de nuevo. También la herencia de la corrupción política y económica, heredadas de la Metrópoli, se hacía presente. Funcionarios como José Manuel Alemán y otros se corrompieron y esa mala imagen fue utilizada por los opositores en contra del gobierno. Sin embargo, el mayor ladrón, Fulgencio Batista, no era denostado con la misma insistencia que Alemán. Si de jerarquizar el robo se trata, a Batista le correspondería el uno y a Alemán el dos. Por su parte, Grau San Martín no se defendía de las opiniones contrarias, incluyendo las referidas a su persona. Tampoco ordenaba asesinar a sus oponentes ni les preparaba causas judiciales amañadas, práctica habitual de algunos gobiernos anteriores. Dejaba expedito el camino a sus enemigos y ellos sabían aprovechar muy bien la permisividad concedida.
Una pregunta: ¿no fue una de sus faltas ser demasiado respetuoso y tolerante con las instituciones existentes? Bien pudo ser más enérgico en ocasiones. Los «ortodoxos» aspiraban al lauro de regeneradores políticos. Se inflaban de vanidad revolucionaria con una doctrina a medio hacer, pero con una estrategia clara y afición a destruir prestigios. Además, sentían una especie de veneración fanática por Chibás y su escoba, que aspiraba a barrer todo lo malo sin explicar los misterios del instrumento para lograrlo. Cuando Chibás saltó del gobierno de Grau a la oposición, acusó al Presidente de haber traicionado la «revolución auténtica» y agitó el lema de «vergüenza contra dinero». Aunque el slogan era un contrasentido, pues por mucha vergüenza que se tenga no se puede hacer nada sin dinero. Mejor hubiera sido decir: dinero con vergüenza. Chibás quiso figurar como único candidato del Partido Auténtico a la presidencia del país. Grau no aceptó su propuesta y entonces fundó el Partido Ortodoxo. Con esa organización se presentó a las elecciones de junio de 1948 y obtuvo un pobre resultado. Votaron 2 506 504 electores y de ellos 892 796 lo hicieron por Carlos Prío, y el resto por los partidos de la oposición. Chibás alcanzó la tercera posición con 325 000 sufragios y el PSP, con Juan Marinello al frente, 142 000 votos, para ocupar el cuarto lugar. Durante el gobierno de Carlos Prío, Chibás aceptó la propuesta de los militares para intentar un golpe de Estado. Su deseo de ser Presidente lo llevó a las posiciones más extremas con tal de conseguir la primera posición. No se detuvo en nimiedades.
Sus singulares alegatos tenían la intención de formarse una aureola de vindicador de todo lo malo que pudiera haber en el gobierno, para que ese halo de pulcritud lo llevara a la Presidencia, ya que él no podía ofrecer otras virtudes personales. Y creyó entonces haber encontrado lo que acabaría definitivamente con el gobierno de Prío: la acusación al ministro de Educación, Aureliano Sánchez Arango, de haber robado el dinero del desayuno escolar y comprar tierras en Guatemala. Al no poder demostrar tan grave acusación se disparó un tiro con la intención de rescatar su capital político, ya en franca declinación. El proyectil, de pequeño calibre, le jugó una mala pasada y murió.
Existe otra opinión autorizada sobre aquellos hechos. No obstante su militancia entonces en el Partido Ortodoxo, Fidel Castro no se confundió sobre lo que sucedería con posterioridad y declaró: «porque desde antes del 10 de marzo sabía, especialmente después de la muerte de Chibás, esto, el Partido iba a ganar en las elecciones, Chibás, que iba a ser igual, desgraciadamente, o peor de lo que había pasado con los auténticos».14 Este juicio de Fidel sobre Chibás no lo he utilizado antes porque con él hubiera sido muy fácil ganar esa discusión histórica y he preferido hacerlo utilizando mis propios argumentos. Ahora lo utilizo como un elemento más de todo lo expresado sobre el asunto.
Detrás de la muerte de Aracelio se ocultó también la misma intención de utilizar ese atentado para culpar al gobierno. El PSP tenía su estrategia: «evitar ser sobrepasado, utilizaban como medio infiltrarse e inducir por un camino equivocado a sus competidores, hasta precipitarlos en el desprestigio. Con ello garantizaban ser la organización vanguardia».15 Solo la conveniencia de conectar la muerte de Aracelio a un asunto político puede explicar algo tan traído por los pelos, que pasa por encima de la lógica más elemental. El propio Lionel Soto cuenta en su libro antes mencionado haber ingresado en 1958 como preso político en el Presido Modelo de Isla de Pinos, donde se encontró con uno de los principales autores del crimen de Aracelio, «un tal Soler Puig», conocido con el tétrico mote de «El Muerto». Trabajaba en la oficina que censuraba los envíos y paquetes destinados a los presos y se encargaba además de revisar los libros enviados desde el exterior. Esto significa que ambos se tenían que relacionar en esas entregas y despachos. Sin embargo, Lionel no insinúa nada de haberle preguntado a «El Muerto» sobre la muerte de Aracelio. Si el crimen sucedió en 1948 y diez años después todavía el culpable cumplía condena, entonces la afirmación acerca de la complicidad del gobierno debe ponerse en duda, así como la aseveración ya citada: «la mafia surgida en el puerto, en contubernio con las autoridades de los corruptos gobiernos de Grau y de Prío, decidieron su alevoso asesinato»
No es posible instigar un crimen desde el gobierno y pedirle al criminal que guarde silencio. Algo debieron prometerle los inductores al ejecutor: entre otros beneficios, dinero y la absolución inmediata. Sin embargo, lo que ocurrió fue lo contrario. Solo el interés por tratar de demostrar lo deseado, sin tener evidencias sólidas, apunta a insinuar la participación del gobierno en aquel hecho sangriento. Y también la falta de deseos de encontrar las causas del suceso. Pero Leonel Soto continuó persistiendo en su explicación: «la protesta obrera fue muy grande y, no obstante, haber sido un crimen oficial, el Gobierno no pudo evitar condenar al asesino a largos años de prisión en Isla de Pinos».16 Ahora otro dato esclarecedor: a las pocas horas de efectuado el atentado contra Aracelio los autores estaban detenidos. No son estas las únicas evidencias a tener en cuenta; existen otras sobre las cuales no se habla porque dejarían al margen los argumentos que se pretende sean definitivos. Pero esos elementos no mencionados pudieran ayudar a comprender mejor lo sucedido.

Propaganda del PSP, en español y abakuá, a favor de la campaña para Representante del líder portuario Aracelio Iglesias, vecino de Regla.
» Otros elementos
1- Segundo Curti Messina comenta en sus memorias, aún inéditas, un asunto novedoso.17
Sobre Aracelio Iglesias, tócame señalar que era primo hermano del Presidente Grau San Martín, cosa conocida por éste, en circunstancias singulares, y contada por él, con su gracejo inconfundible. Fue así. Citados por el Presidente Grau, concurren a Palacio unos comisionados portuarios, presididos por Aracelio. Planteada la cuestión que los llevaba allí, defienden su tesis los obreros. El Presidente, expone su posición, y al terminar éste Aracelio, quien no había hablado, dice:
—Compañeros, después de haber oído al doctor Grau, mi primo hermano, entiendo que hay motivos para complacerlo…
Apenas terminadas las palabras del líder Iglesias el Presidente, sonriendo ampliamente, ante los asombrados oyentes, expresa:
—Oye, Aracelio, muy honrado… muy honrado.
—Después, me dirás…
Concluida la reunión Grau despide a todos, excepto al ya conocido primo hermano.
—Explícate, Aracelio. ¿Cómo es eso…?
—Doctor, yo soy hijo de su tío —aquí el nombre, que no recuerdo— Fulano…
—Pero, ¿no me digas? Y, sonrientes ambos, rubricaron con un abrazo, la noticia dada. Me lo contaba Grau, tiempo después, estampando el hecho aquí, por lo que tiene de humano.
2- Hace años le hice una entrevista a Vicente Gutiérrez Martínez, oficial ya retirado del Ministerio del Interior. Entre otras tareas, había sido el encargado por la jefatura de la Seguridad del Estado de hacer una investigación sobre Marcos Rodríguez, «Marquitos», el sospechoso de haber delatado a los revolucionarios escondidos en Humboldt 7. Antes de 1959, Vicente Gutiérrez había sido uno de los hombres del PSP infiltrado en las filas de los gánsteres. Y aunque yo no había acudido a la entrevista para conocer sobre Aracelio Iglesias, en un giro de la conversación apareció su nombre y la anécdota siguiente: A Vicente le ofrecieron 10.000 pesos por matar a Aracelio Iglesias. Un hombre de apellido Cuervo, un bandolero. También estaban asignados a la tarea Galate Gómez,18 pelotero de Regla, el Muerto y un negro garrotero. Vicente se lo comunicó a Osvaldo Sánchez, dirigente del PSP, y a Antonio Garcedo, de la Juventud. Esto le fue comunicado a Aracelio, quien tuvo una expresión de guapería contra sus victimarios: ¡Lo que me la van es a…! Consideraba Vicente que los americanos de la Word Line eran los que estaban detrás de la muerte del dirigente portuario.19 Estas breves notas redactadas después de la entrevista y vueltas a leer ahora, me dejan disgustado por no haber profundizado entonces en el tema. Sin lugar a dudas, Vicente era un interlocutor valioso y una oportunidad única para saber más de lo sucedido aquel fatídico día. Su fallecimiento nos deja sin una información esclarecedora.
3- José Gómez Fresquet, más conocido en el mundo de los artistas plásticos por Frémez, era sobrino de Alberto Gómez Quesada, «Galate». Sobre este sujeto pesaba la muerte de Aracelio Iglesias. Por diferentes razones entre Frémez y yo existía una relación de amistad. En una ocasión le pregunté por su tío, quien ya había muerto:
—¿Es verdad que tu papá fue la persona que mató a Aracelio Iglesias?
—No fue mi papá sino mi tío, Galate Gómez —me respondió.
—¿Tenía el gobierno algo que ver con la muerte? —Bueno, indirectamente sí. En la prisión vivía como si estuviera en la calle, comía lo que quería, se vestía como le daba la gana y mi papá lo visitaba cuando quería.
—¿Todos esos elementos te hacen pensar que el gobierno lo mandó a matar?
—Sí.
—¿Por qué?
—Había mucha rivalidad por el control del puerto. —Pero el puerto estaba administrado por una compañía americana, la Word Line. ¿Le pagaron a tu tío por el asesinato, el gobierno le envió dinero? —Bueno no, que yo sepa. El solo cumplió tres años y lo amnistiaron.
—¿En qué fecha fue eso?
—En 1953.
—Pero en esa época el gobernante era Batista. Y Ramón Grau San Martín se quedó a vivir en Cuba. Si el gobierno lo mandó a matar, ¿por qué Grau y Segundo Curti se quedaron a vivir en Cuba después de 1959? ¿Nadie se ocupó en preguntarles para hacer justicia?
—Eso no lo sé.
4- Los hombres que asesinaron a Aracelio Iglesias resultaron sancionados por los tribunales durante el gobierno de Carlos Prío. Como cuenta Frémez en la entrevista, su padre visitaba a Galate en la cárcel. Un biógrafo de Aracelio Iglesias refiere en su libro los siguientes datos: «No obstante los esfuerzos de sus inductores, los criminales resultaron sancionados por los tribunales, pero Batista los amnistiaría años más tarde, el 13 de junio de 1953. Al triunfar la Revolución, los asesinos de Aracelio Iglesias huyeron de Cuba, pero el más notorio de ellos volvió.20 Estaba entre los mercenarios, capturados cuando la milicia cubana derrotó la invasión por Bahía de Cochinos. El paredón revolucionario cobró las cuentas pendientes, incluido el asesinato del dominicano Pipi Hernández, a quien ultimara a cuchilladas en El Vedado, por encargo bien remunerado de Trujillo».21 Desconozco la razón de haber sido liberado Galate durante el gobierno de Batista. De lo que sí estoy seguro es que ninguno de los funcionarios de los anteriores gobiernos auténticos intercedió para liberarlo. Otra cuestión que cabe preguntarse: ¿alguien se encargó de in terrogar al detenido para saber quién había dado la orden de asesinar a Aracelio? No debe haber respuesta porque si la hubiera, se exhibiría como un estandarte del crimen perpetrado por los gobernantes de aquellos días.
Varios propósitos tiene este artículo; entre otros, exponer nuevos elementos sobre aquel crimen. Si esto al lector le crea alguna duda, que siga buscando nuevas evidencias para demostrar lo contrario. Intento escribir cosas útiles para quienes deseen encontrar la verdad, una intención loable. Porque la verdad beneficia a los once millones de cubanos y la mentira solo a una minoría. También, ayudando a fortalecer la duda cartesiana. A pesar del tiempo transcurrido los juicios históricos no prescriben. Soy del criterio de que es más conveniente decir la verdad tal cual es.
En el caso que nos ocupa, tanto el Partido Ortodoxo como el PSP no consiguieron el fin esperado, sino lo contrario. Chibás hizo todo lo posible por llegar a la presidencia y terminó muriendo tras una larga agonía antes de las elecciones. El PSP trató de evitar que otra fuerza política ocupara una posición de vanguardia y finalizó ayudando a la peor. Ambos crearon la atmosfera necesaria para la tormenta perfecta, el golpe de Estado de Batista el 10 de marzo de 1952. Enunciemos dos de los ingredientes que intervinieron en aquel ajiaco: una oposición virulenta que utilizaba como pretexto los errores cometidos por el gobierno y el empleo sobredimensionado de la muerte de Aracelio Iglesias para dar la sensación de que el gobierno era cómplice de la violencia entronizada. La muerte de este dirigente proletario se une a algunas mentiras anteriores dichas sobre nuestra historia. La mentira se ha adherido a nuestro cuerpo como si fuera un apéndice más y nos ha hecho creer que vivimos en la verdad. ¿No serán las malas costumbres dejadas por la Metrópoli, entre ellas las falsas verdades, el camino pendiente para cumplir con el Apóstol? Es necesario priorizar la verdad y cambiar el orden de nuestra escala de valores. Un solo ejemplo puede ilustrar la necesidad de la veracidad sobre la mentira. Durante 70 años se dijo que Chibás se inmoló porque alguien le prometió unas pruebas para fundamentar sus acusaciones y no cumplió con él. Envolvieron el hecho con el manto de la vergüenza. Ha quedado demostrado que no tenía pruebas y uno de sus principales defensores en aquellos días lo reconoció públicamente en un encuentro efectuado en la Sala Villena, de la UNEAC, sobre la famosa maleta de Chibás. Sin embargo, hasta ese momento la figura de Aureliano Sánchez Arango aparecía como la de un corrupto sin par. Tuvo la suerte de que su hija en Cuba lo defendiera y que incluso le escribiera a la dirección política del país para llevar ante los tribunales a quien continuara calificando a su padre de malversador. A partir de entonces la acusación mediática se paró. Es necesario seguir insistiendo en el sentido de la responsabilidad, el respeto a las leyes y a la veracidad histórica, el reconocimiento del derecho de los demás. Servir primero y recibir después, y no al revés. Que los ciudadanos piensen y actúen de la manera que la sociedad necesita para hacer un país mejor, como lo hicieron en su época los atenienses. Inventaron las Olimpiadas con el fin de tener hombres dispuestos para la guerra contra los persas. La Revolución me enseñó a decir la verdad porque es revolucionaria, y la mentira su contrario. En su discurso el 16 de marzo de 1959, Fidel Castro ratificó esta afirmación: «Nos casaron con la mentira y nos han obligado a vivir con ella en vergonzoso contubernio; nos acostumbraron a la mentira, y nos asustamos de la verdad. Nos parece como que el mundo se hunde cuando una verdad se dice, ¡como si no valiera más la pena de que el mundo se hundiera, antes de vivir en la mentira!»
Notas:
1. Guiteras, Antonio «Septembrismo». En Pensamiento Crítico No 39. La Habana, abril de 1970, pp. 284-288.
2. Soto, Lionel De la historia y la memoria, Tomo 1, Editorial SI-MAR S.A., La Habana, 2006, pp. 81-83.
3. Véase Briones Montoto, Newton «Jesús Menéndez: una historia mal contada» En Espacio Laical 2. La Habana, 2016. En el libro publicado en abril del 2018 El soviet caribeño, su autor, César Reynel Aguilera, afirma haber sido el PSP el autor del asesinato del líder obrero Sandalio Junco.
4. Maquiavelo, Nicolás, Obras Políticas -El Príncipe. Buenos Aires, Edit El Ateneo, 1952, pp. 452, 529.
5. Martí, José Nuestra América. En Obras Completas, Vol. ii, p. 260.
6. Mañach, Jorge. «El autenticismo no da para más». En Bohemia Año 42, Nro. 48. La Habana, 5 de noviembre de 1950, p. 87.
7. Bohemia, La Habana, 24 de octubre de 1948.
8. Prensa Libre. La Habana, 26 de julio de 1951.
9. Entrevista a Luis Ortega realizada por Newton Briones Montoto el 3 de abril de 2005 en el Hotel Florida.
10. http://www.autentico.org/oa09031.php.
11. Costumbre y valores no son sinónimos, pero persiguen un mismo objetivo, describir y modificar el alma de la sociedad.
12. Piñango, Néstor «Comparación entre dos presidentes distintos». En La Habana, 20 de marzo de 1949, p. 88.
13. Ver mi libro General Regreso, donde brindo explicaciones sobre este tema.
14. Mesa Redonda de la Televisión Cubana sobre el Asalto al Moncada, Cubavisión, 24 de julio de 2000.
15. Rojas Blaquier, Angelina: Primer Partido Comunista de Cuba, 1. Santiago de Cuba, Edit. Oriente, 2005, pp. 87-88.
16. Soto, Lionel De la historia y la memoria. Cit. pp. 81-83.
17. Según me dijo Segundo Curti en una entrevista, había donado sus memorias a la Biblioteca Nacional José Martí. Aprovecho la ocasión para recomendarle a otros historiadores leer ese libro, donde podrán encontrar, entre otros elementos, la ácida opinión de Curti sobre José Manuel Alemán y la cuñada de Grau.
18. Alberto Gómez Quesada, alias Galate.
19. Entrevista a Vicente Gutiérrez Martínez realizada por Newton Briones Montoto el 10 de agosto de 2001 en la casa del entrevistado.
20. Se refiere a Rafael Soler Puig, «El Muerto».
21. Portilla, Juan, Jesús Menéndez y su tiempo. La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 1987. p. 259.