Una de las problemáticas que más ha interesado a los recientes acercamientos al pasado cubano es la del autonomismo. Centrados fundamentalmente en el programa y el accionar del Partido Liberal Autonomista, entre las más importantes fuerzas políticas tras el Pacto del Zanjón de 1878, estos acercamientos historiográfi cos han intentado determinar el lugar del autonomismo en el devenir histórico de la nación cubana.
En su gran mayoría, no resulta difícil descubrir la fi nalidad política tras la amplia diversidad de estudios sobre el tema, debido a la peculiar signifi cación que ha tenido la historia como fundamento para legitimar el presente y proyectar el futuro de Cuba.
En medio del fuego cruzado de las ideologías, la refl exión sobre el autonomismo en general ha obviado un elemento esencial: más que su utilidad para vertebrar una alternativa imaginaria a la realidad histórica nacional –algo que no pasa de ser una interesante especulación- el proyecto autonomista, presente desde los inicios del siglo XIX cubano, puede ser un importante aporte al enriquecimiento de la práctica política nacional.
Es mediante la meto
dología por ellos diseñada y aplicada en cuanto les fue posible, que los tan poco comprendidos autonomistas pueden hablar a la contemporaneidad insular. Esbozar dicho aporte, sobre la base de uno de los puntos que más ha sido debatido dentro del conjunto de ideas de esta corriente ideológica, es el propósito de las siguientes líneas.