Al iniciarse la segunda mitad de la década del 20 del pasado siglo pareció que la cultura cubana se adentraba en una etapa de florecimiento que venía acompañada por el ascenso al poder de un gobierno que enarbolaba un ambicioso programa político que incluía la defensa de la industria nativa, un proyecto de construcciones civiles como la Carretera Central y el Capitolio Nacional y, después de la corrupción reinante en el gobierno anterior, el adecentamiento de la vida pública y de la administración del tesoro estatal. En aquellos días el Grupo Minorista, integrado por numerosos intelectuales y artistas con ansias de renovación estética, había logrado consolidarse, al igual que importantes publicaciones como Bohemia, Carteles y Social, que incluían en sus páginas textos literarios e informaciones sobre el llamado «arte moderno». Procedentes de Europa, llegaban a Cuba diferentes manifestaciones de los movimientos de vanguardia, que provocaban adhesiones entusiastas y airadas polémicas. Al calor de aquella efervescencia de inquietudes culturales, en 1926 se crearon la Academia Cubana de la Lengua, que tuvo como primer director al filósofo Enrique José Varona, y la Institución Hispanocubana de Cultura, que contó con el polígrafo Fernando Ortiz como su presidente perpetuo y en cuya tribuna disertaron importantes personalidades de las letras y de las ciencias, tanto nacionales como extranjeras. En marzo del año siguiente la llamada Exposición de Arte Nuevo colocó en la avanzada de las artes plásticas del país a una nueva hornada de pintores, entre ellos Víctor Manuel, Amelia Peláez y Carlos Enríquez. Y en 1928 se inauguró el hermoso teatro Auditórium y se constituyeron también en la capital el Lyceum, institución femenina que impulsó la cultura a través de conferencias, recitales de música, proyecciones de películas y exposiciones, y el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa.1
» El Círculo de Amigos de la Cultura Francesa
Esta asociación comenzó a gestarse en los primeros días de diciembre de 1928, cuando el pequeño grupo de sus fundadores, convocado por el que sería siempre su director y principal animador, el joven doctor Roberto de la Torre, se reunió en la sede de la Cruz Roja Nacional para tener un primer encuentro y entre todos debatir el proyecto. A continuación, el 22 de diciembre, se volvieron a reunir, pero esta vez en el salón de actos de la Academia de Ciencias, que gentilmente les cedió el doctor José Antonio Presno, presidente de la entidad, y con la presencia del señor Louis Rais, ministro plenipotenciario de Francia en Cuba. Como culminación del encuentro eligieron la primera junta directiva, que quedó integrada del siguiente modo: el oculista Francisco María Fernández, quien desempeñaba la cartera de Secretario de Sanidad y Beneficencia, Presidente; el catedrático de la Escuela de Derecho de la Universidad de La Habana Fernando Sánchez de Fuentes, primer Vicepresidente; el abogado y periodista del Diario de la Marina Tiburcio Pérez Castañeda, Marqués de las Taironas, segundo Vicepresidente; el profesor de francés Roberto de la Torre, Director; el comandante David Whitemarch, Secretario; el coronel Serafín Espinosa, Tesorero; y otros más en cargos inferiores como el arquitecto José María Bens Arrarte, el periodista Ruy de Lugo Viña, el crítico de arte y narrador Isidoro Corzo y el ensayista Jorge Mañach.2
El Reglamento del Círculo de Amigos de la Cultura Francesa fue entregado oficialmente al Gobierno Provincial el 5 de septiembre de 1929, junto con los Estatutos, documentos que recibieron la aprobación de dicha instancia oficial y salieron impresos días después para que fuesen del conocimiento público. En el Artículo 1º se estableció que esta «es una institución que tiene por objeto: estudiar y difundir la cultura de Francia en todos los aspectos que ella abarca, ya sean científica, artística o literaria (sic), siendo preferible el lenguaje francés, en todas las conferencias, sesiones solemnes o actos culturales que celebre el Círculo, para propagar sus ideales». En su Artículo 4 dejaba estampado que era una institución ajena a la política y respetuosa de las leyes del país; en su seno no se permitirían las discusiones partidistas ni religiosas. Entre sus propósitos se encontraba invitar a conferencistas, escritores y artistas franceses; también se declaraba que el idioma oficial de la asociación para emitir documentos sería el español.
En aquellos momentos la circunstancia política y económica del país había cambiado profundamente. El régimen había tomado una deriva autoritaria y represiva que afectaba no solo a la oposición, moderada o radical, sino al normal desenvolvimiento de la cultura. A los crímenes de carácter político y al acoso a los sectores obreros, a las fuerzas de izquierda y al estudiantado universitario se sumaba el hostigamiento a cualquier proyecto artístico o literario que conllevara un espíritu de rebeldía, como el movimiento vanguardista. A pesar de hallarse ante estas nuevas condiciones, tan poco favorables, el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa dio inicio a su programa de actividades en dicho año de 1929: en el mes de julio el poeta Hilarión Cabrisas disertó acerca de la influencia de la literatura francesa en los poetas de América, e Isidoro Corzo acerca del compositor Héctor Berlioz; en el siguiente mes de noviembre Bens Arrarte le ofreció un homenaje personal al escultor Antoine Bourdelle y el internacionalista norteamericano James Brown Scott impartió en lengua francesa la conferencia «La Déclaration Internacionale des Droits de l’Home».
Aquellas lecciones constituyeron el punto de partida de un elevado número de conferencias, charlas, recitales de poemas y de canto, exposiciones de pintura e interpretaciones musicales que se extendieron ininterrumpidamente a lo largo de treinta años, a pesar de los momentos complejos que conoció el país durante esa etapa. Más de doscientos escritores y artistas usaron de la palabra en esta asociación, en algunos casos en varias ocasiones, y desarrollaron el tema de su exposición en español o en francés. Como es de imaginar, la mayor parte de los ponentes era de origen cubano, de los cuales 48 poseían la condición de profesores de la Universidad de La Habana, detalle importante que revela el elevado nivel académico de las disertaciones ofrecidas en esa institución. De la lista de conferencistas nativos correspondiente a la década del 30, podemos destacar al dramaturgo Luis A. Baralt con sus intervenciones en francés «Les quatre meilleures fables de La Fontaine» y «La philosophie apliquée á la vie pratique», al narrador Alfonso Hernández Catá, quien abordó la obra de André Gide; al ensayista José de la Luz León, cuya mirada se dirigió a Benjamín Constant, al historiador Emeterio Santovenia con el discurso «Víctor Hugo y Cuba», al poeta Agustín Acosta, que le rindió honores a la obra de Rubén Darío, al latinista Adolfo de Aragón, quien trató sobre Esquilo y la tragedia; a la pedagoga Emma Pérez Téllez por la lectura del texto «Niños de Dostoievski», más tarde publicado en forma de folleto; al dramaturgo y ensayista José Antonio Ramos, que disertó sobre Alain Fournier; y al entonces muy joven poeta José Lezama Lima, quien con solo 26 años recién cumplidos impartió la conferencia «El secreto de Garcilaso», reproducida a partir de entonces en varias ocasiones.
En la década siguiente otros conocidos intelectuales, profesores y artistas aceptaron la invitación que les dirigió el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa para dar a conocer sus textos inéditos u ofrecer charlas sobre diversos temas. Entre ellos estuvieron el sociólogo y vicerrector de la universidad habanera Roberto Agramonte —«La filosofía de Augusto Comte»—, el director de orquesta Alberto Bolet —«Tchaikovski»—, el poeta Gastón Baquero —«Revisión de Verlaine»—, el crítico de arte Jorge del Busto —«Le Ballet en France»—, el pensador Humberto Piñera Llera —«Sartre y Heidegger»—, el poeta y traductor de Valery Mariano Brull —«Arthur Rimbaud»—, el ensayista Medardo Vitier —sobre José de la Luz y Caballero, Rafael Montoro, Varona y Juan Jacobo Rousseau— y su hijo Cintio, quien leyó la conferencia
«La rebelión de la poesía». El periodista y dibujante Armando Maribona, por su parte, ofreció una serie de charlas que tuvieron como cimientos anécdotas personales de sus estancias en París.
Ya en la década de los 50, podemos mencionar al filósofo Máximo Castro Turbiano —«La Enciclopedia y la Ilustración»—, a Jorge Mañach —«Descartes»—, al crítico literario Salvador Bueno —«París en la literatura cubana»—, al ingeniero Juan Manuel Planas —«Los horizontes de Julio Verne»— y a la profesora Graciela Pogolotti —«Albert Camus». Además, el naturalista José Álvarez Conde disertó sobre la labor científica desarrollada en Cuba por el Hermano León, seudónimo que empleaba el botánico y sacerdote francés Joseph Silvestre Sauget y Barbier, autor de la obra monumental Novedades de la flora cubana (1950-1955).
En total diecisiete conferencias impartió en este círculo el lingüista y profesor de la Escuela de Letras de la Universidad de La Habana Juan Miguel Dihigo, entre las que estuvo una dedicada a Víctor Hugo, otra al padre Varela y «Ce que signifie Bréal dans la cultura francaise». Una cantidad algo menor, catorce, se adjudicó el periodista, biógrafo y crítico de arte Rafael Marquina, las cuales abordaron, en algunos casos, a personalidades de las letras francesas como Musset, Baudelaire y Marcele Desbordes-Valmon. Sin embargo, el mayor número de intervenciones le correspondió al director y, en realidad, verdadera alma de esta institución, Roberto de la Torre, con 77, tanto en español como en francés. Hombre de amplia cultura, en algunas oportunidades expuso sus criterios sobre escritores conocidos —Flaubert, Víctor Hugo, Rabelais—, pero en otros momentos fijó su atención en los métodos de enseñanza de la lengua francesa, en pensadores como Montaigne y en figuras históricas como María Antonieta.
Considerable fue la relación de escritores, profesores, periodistas y artistas franceses a quienes se les dio la oportunidad de acceder a la tribuna del Círculo… De acuerdo con un orden cronológico aproximado, podemos mencionar al arquitecto y urbanista Forestier, contratado entonces por el régimen de Machado para modernizar La Habana, quien desarrolló el tema de las enfermedades en las grandes ciudades modernas, al compositor y pianista René Marty, cuya intervención se basó en el vínculo entre la música y el amor, y los poetas Ivan y Claire Goll, quienes dieron lectura a «Pages choisies». Unos días después el escritor y periodista Adolphe Demilly, en momentos en que se extendía por Europa la segunda Guerra Mundial, les presentó a sus oyentes la lección «La Littérature de Guerre». El profesor del Liceo de Versalles Maximilien Lentschner impartió en total diez clases acerca del clasicismo y el romanticismo en las letras francesas, y la crítica de teatro Eva Frejaville leyó en español y más tarde en francés «Marcel Proust desde el Trópico», texto que salió impreso en forma de folleto de los talleres de La Verónica. La pintora y escritora Madame Lancereau dio lectura a su relato «Le Trois Guerres», el hispanista Jean Camp ofreció su «Discours sur Víctor Hugo» y el ensayista Henry Blanchenay expuso su trabajo «Histoire d’une amitié: Gustave Flaubert et Louis Bouilhet», mientras que el narrador Jacques de Lacretelle analizó la presencia de la medicina en las novelas. Con posterioridad el periodista y escritor Francis de Miomandre dio a conocer su texto «Histoire d`un caméléon».
Con un espíritu ecuménico e integrador, el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa le dio la posibilidad de disertar en su sede a intelectuales de otras muchas nacionalidades y de distintas orientaciones ideológicas. Como ejemplos podemos citar, también en un orden cronológico aproximado, al profesor sirio Habib Estefano, quien habló sobre Bergson, al novelista alemán Ludwig Renn, sobre los peligros de la guerra europea entonces en ciernes, a su coterráneo, el pensador Boris Goldenberg, cuya conferencia se tituló «Causes et manifestatios de la crise francaise», y al crítico de arte y coleccionista austriaco Richard Neumann, quien se encargó de analizar la pintura francesa del siglo xix. A esta relación debemos sumar la charla de la poetisa inglesa Mary Low sobre el surrealismo, al sociólogo sueco Walter Blomquist, cuyos comentarios giraron en torno a la situación social en los países escandinavos, y al pintor suizo Robert Altman, ponente acerca de la pintura moderna en Francia y, al año siguiente, acerca de la crítica del arte moderno. Incluso debemos destacar que al estrado de esta entidad cultural, sorprendentemente, en agosto de 1936 subió el filósofo tibetano Omar Cherenzi-Lind para dictar la conferencia «Ce que pensé l’Orient a l’heure actuaelle».
Otros intelectuales hispanoamericanos igualmente fueron bien recibidos por esta entidad, que en 1930 le concedió la palabra al pensador mexicano José Vasconcelos para que manifestara sus apreciaciones sobre la influencia de la cultura francesa en América Latina. Años después el periodista y crítico literario salvadoreño Gilberto González y Contreras disertó acerca de Stendhal, y en distintos momentos impartieron conferencias los novelistas Teresa de la Parra, venezolana, y Ciro Alegría, peruano, así como la feminista de origen francés, pero establecida durante muchos años en México, Julieta Carrera. La primera eligió como eje de su intervención a los poetas franceses muertos durante la guerra de 1914-1918, y el autor de El mundo es ancho y ajeno en su comparecencia inicial ofreció una semblanza de Balzac; meses después se encargó de describir la estancia del gran poeta César Vallejo en París, ciudad donde falleció. Por su parte, Julieta Carrera estableció un paralelo entre los personajes de Don Juan y de Casanova, tema central del estudio que publicaría más tarde, en 1946, en la capital mexicana.
Resulta llamativa también la acogida que el Círcu lo… les dispensó a los escritores del exilio republicano español que buscaron refugio en Cuba. El periodista gallego Ramón Fernández Mato en 1938 dedicó su intervención al pensamiento de Miguel de Unamuno, el ensayista y poeta Juan Chabás Martí presentó en 1945 la conferencia «Las rosas de Francia», al año siguiente el exFiscal General de la República Española, Eduardo Ortega y Gasset, llevó a cabo una valoración de la trascendencia histórica de Mirabeau, y en 1947 el políglota y exsacerdote gallego Pedro Antón García dio lectura al texto titulado «Los orígenes de la lengua francesa». Años más tarde el reputado hematólogo Gustavo Pittaluga ofreció dos lecciones de carácter científico. Ya en la década de los 50 el escritor y estudioso de la filosofía Jerónimo García Gallego, quien había sido Diputado a las Cortes Españolas y canónigo de Osma hasta ser suspendido por el alto clero reaccionario español, en total ofreció diez conferencias, que giraron en torno a Ozanam, Descartes, José Ortega y Gasset y otros pensadores europeos.
También podemos apreciar las posiciones tolerantes e integradoras del Círculo… si nos detenemos a considerar la orientación política de los expositores. Allí coincidieron la trotskista Mary Low, Baquero, declarado simpatizantes de los regímenes represivos de Franco, Trujillo y Batista, los comunistas Juan Chabás, Ludwig Renn y Nicolás Guillén, quien disertó en 1936 sobre la poesía popular en Cuba, el agnóstico Medardo Vitier, el ensayista y diplomático Antonio Iraizoz, de posiciones políticas reaccionarias, los poetas católicos José Lezama Lima y Cintio Vitier, el alto dirigente de la masonería española Eduardo Ortega y Gasset, el cardenal Manuel Arteaga y el reverendo Martin E. Gillet, maestro general de la Orden de los Dominicos. En un clima de respeto colectivo se desarrollaron las actividades de esta asociación, que si bien trató de situarse siempre al margen de las pugnas partidistas y de los gobernantes del momento, en algunas ocasiones, con sobrada razón, fijó sus posiciones ante acontecimientos políticos internacionales. Como ejemplos podemos citar que condenó la invasión alemana a Francia ocurrida en mayo de 1940 y como respuesta organizó un ciclo de conferencias sobre los valores de la cultura francesa en el siglo xix, que se extendió de enero a abril de 1941 y en el cual intervinieron el profesor dominicano Pedro Henríquez Ureña, Medardo Vitier, Marquina, José Antonio Ramos, Roberto Agramonte y el ensayista Antonio Sánchez de Bustamante y Montoro. En igual sentido, a fines de agosto de 1944 celebró con un gran acto la liberación de París.
También en algunas ocasiones el Círculo… salió de su sede para realizar actos públicos fuera de sus paredes. Sirvan de muestra el homenaje que el 5 de diciembre de 1949 le tributó a Víctor Hugo ante su busto, situado en el parque de 19 e I, Vedado, donde dieron discursos Gastón Baquero, Santovenia, el entonces ministro de Francia en Cuba y Roberto de la Torre. Tres años después, en diciembre de 1952, los miembros de esta entidad festejaron el aniversario de su fundación con un tributo a José Martí en el Parque Central.
Además de las conferencias, que constituyeron la principal oferta cultural del Círculo…, en su modesto salón de la esquina de San Lázaro y Hospital se realizaron recitales de poesía y de música y exposiciones de pintura. Entre los principales autores que allí leyeron sus versos estuvieron el norteamericano Langston Hughes, en abril de 1931, el cubano-francés Gustavo Godoy, el poeta y dramaturgo Gustavo Sánchez Galarraga, que por entonces cosechaba éxitos con los libretos de sus zarzuelas, y la poetisa Serafina Núñez, quien al año siguiente publicaría su primer libro, Mar cautiva (1937). Varios fueron los pianistas que brindaron sus interpretaciones en esta asociación: el profesor ruso Jascha Fischermann, en 1935, el también investigador Orlando Martínez, en 1939, el astur-cubano Julián Orbón, quien llegaría a ser un compositor reconocido internacionalmente, en 1943, y el belga David Cyfer, dos años más tarde. A ellos habría que añadir a la soprano y profesora rusa María Granowska, quien ofreció un recital de canto en 1934, y al flautista cubano Emilio Puyans, que se presentó en dos ocasiones.
Aunque espaciadas en el tiempo y numéricamente más pobres, también se hicieron presentes las exposiciones de pintura, algunas de ellas con obras de prestigiosos artistas. La primera se inauguró en mayo de 1931 con cuadros de Eduardo Abela, Víctor Manuel y Antonio Gattorno. Cinco años más tarde se mostraron las creaciones de Carlos Enríquez, Amelia Peláez y Domingo Ravenet. En 1939 Felipe Orlando presentó una muestra personal con más de dos docenas de sus pinturas y, tras un largo paréntesis, en 1951 la artista francesa Andrée Bizet igualmente ofreció una exposición personal. Por el contrario, al año siguiente se abrió al público una muestra colectiva que tuvo como presentador a Marcel Martin y agrupó 28 cuadros pertenecientes a distintos creadores franceses. Esta relación se completa con el grabador belga Jacques Ernotte, quien exhibió en febrero de 1958 una selección de sus grabados.
Resulta obligado recoger además que en el seno del Círculo…se creó una agrupación de jóvenes poetas, narradores y músicos que fue denominada Grupo Impar, el cual celebró a lo largo de los años finales de los 30 y principios de los 40 veladas mensuales de carácter artístico-literario a las cuales asistieron como invitados intelectuales y artistas de prestigio.3
» La existencia precaria del Círculo…
Esta asociación surgió como fruto de la iniciativa de un reducido grupo de amantes de la lengua, la cultura y la historia de Francia, quienes sintieron la necesidad de divulgar todo ese legado, que ya resultaba universal, en el ámbito cubano. Sus nobles propósitos contaron desde su surgimiento con las simpatías y el espaldarazo espiritual de no pocos intelectuales y artistas cubanos, respaldo que no estuvo acompañado, desdichadamente, de una ayuda económica que le permitiera a esta entidad un desenvolvimiento más pleno. A lo largo de su existencia estuvo siempre acompañada de la precariedad y de las limitaciones económicas. En sus balances de tesorería, de carácter semestral o anual, prevaleció casi siempre un resultado deficitario que trató de ser amortiguado con la siguiente aclaración, al final: el déficit fue cubierto por el aporte voluntario de los asociados. Y los asociados, de acuerdo con estos informes, oscilaron entre veinte y treinta personas, lo cual indica el reducido número de sus miembros, aunque algunos de ellos disfrutaban de un envidiable tesoro personal.
A diferencia de otras instituciones culturales, como la Academia Cubana de la Lengua y la Sociedad Económica de Amigos del País, el Círculo… nunca disfrutó de una estable subvención estatal ni se vio beneficiada con las ganancias obtenidas por un sorteo de la Lotería Nacional, a pesar de las gestiones que en algunos momentos se hizo en ese sentido. Solo en una ocasión y de modo excepcional, en mayo de 1947, recibió del gobierno de Francia una subvención limitada a un año. La cuota mensual de sus socios fue prácticamente la única fuente de sus ingresos.
A través del expediente de esta entidad que se conserva en el Archivo Nacional, aunque se haya incompleto, podemos seguir a grandes saltos su historia. En las elecciones internas celebradas en febrero de 1934 fue elegido su presidente José A. Barnet, quien al año siguiente, por decisión arbitraria del coronel Batista, verdadero hombre fuerte en el país, resultó designado Presidente de la República. Como vice-presidente del Círculo… resultó electo el ingeniero Eduardo J. Chibás Guerra, se mantuvo como director Roberto de la Torre y la Tesorería pasó a ser ocupada por Bens Arrarte. En los comicios que con posterioridad de efectuaron asumieron la posición más encumbrada el rico empresario Enrique Schueg Chassin, hijo de franceses y presidente de la Compañía Ron Bacardí S.A., y seguidamente el acaudalado propietario Salomón Maduro Naar, dueño de la Compañía Metalúrgica Básica Nacional S.A. No creemos muy aventurado suponer que asociados tan encumbrados como estos eran los que salvaban a esta asociación de la quiebra total.
En mayo de 1947 otro proceso electoral dio paso a una nueva directiva, que resultó presidida por Bens Arrarte con el profesor universitario y ensayista Raimundo Lazo de primer vice y la periodista Herminia del Portal de segunda. De la Torre se mantuvo en su cargo y se acordó nombrar Presidentes de Honor a Medardo Vitier, al hispanista José María Chacón y Calvo, al naturalista y catedrático de la Universidad de La Habana Carlos de la Torre, a José A. Presno, Juan M. Dihigo y al reverendo Hermano León. Ya en los años 50 Salomón Maduro volvió a ocupar la presidencia por un breve período y le sucedió en el puesto Enrique Conill Rafecas, considerado uno de los hombres más ricos de Cuba, aunque en realidad su residencia se hallaba en París. Por aquel tiempo otros escritores cubanos se incorporaron a la directiva, entre ellos el novelista Octavio de la Suarée, el crítico de arte Guy Pérez Cisneros, el poeta Gustavo Duplesiss y el pedagogo navarro exiliado en Cuba Francisco Alvero Francés; pero en verdad la cantidad de asociados no crecía y se encontraba estancada. De acuerdo con el informe rendido en enero de 1954, contaba con solo 32 integrantes. Sin embargo, había logrado conformar una biblioteca que atesoraba 2 500 libros, en su mayor parte en lengua francesa, y 180 discos.
En aquellos días, con motivo de arribar a los 25 años de su constitución, el Diario de la Marina le rindió homenaje por medio del editorial «Los amigos de la Cultura Francesa y sus bodas de plata», del que hemos extraído los siguientes párrafos:
Una de nuestras más prestigiosas y fecundas asociaciones, el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa, acaba de cumplir sus Bodas de Plata, efectuando distintos actos conmemorativos del día aquel de 1928, en que, en los salones de la Cruz Roja Nacional, el doctor Roberto de la Torre, su ilustre iniciador y mantenedor tenaz, reunió a un grupo de escritores y artistas devotos de la grandeza intelectual de Francia, al objeto de convertirse en instituto. Días después en la Academia de Ciencias, presidida por el doctor Francisco María Fernández, a la sazón Ministro de Salubridad, y por el ministro de Francia, Mr. Louis Rais, se efectuó la asamblea de los directivos electos, siendo ratificado el doctor de la Torre en la rectoría máxima de la naciente asociación.
Un vistazo al centro donde los «amigos» laboran en el desenvolvimiento del plan cultural que periódicamente trazan, hallará, pues, su biblioteca, con más de tres mil volúmenes, sobre todo en francés; una discoteca de mucho valor, con doscientos discos de dicción, cuyos intérpretes son notables actores franceses. Además, allí se organizan cursos colectivos del idioma francés en los distintos grados, desde los elementales hasta los cursos de literatura y conversación, a los cuales concurren alumnos pertenecientes a todas las clases sociales sin distinción de profesión, raza, edad, etc. Las listas de alumnos que se conservan en el archivo contienen más de siete mil nombres, desde algunos de los más prestigiosos de nuestra sociedad, hasta los más humildes en el ambiente estudioso del pueblo, detalle que le da al centro el carácter de una Universidad Popular sostenida por un reducido número de asociados, con las puertas siempre abiertas a cuantos han deseado ilustrarse; un instituto eminentemente cubano que labora activamente de octubre a junio, ofreciendo de tres a cinco actos mensuales y varios cursos de lengua francesa.4
También por ese aniversario la entidad dio a conocer un programa de actos que incluía tres ciclos de conferencias: el primero dedicado a los lugares de Francia donde vivieron autores y protagonistas literarios, el segundo, titulado «Momentos culminantes de la cultura de Francia», se dedicaría a exponer las ideas filosóficas, políticas y estéticas de pensadores franceses, y el tercero tendría como fin divulgar los avances científicos alcanzados por las instituciones francesas. El domingo 7 de febrero el cardenal Arteaga oficiaría en la Catedral de La Habana una Misa de Acción de Gracias por los veinticinco años de vida de la institución.5
Chacón y Calvo, quien años atrás había ocupado la Dirección de Cultura de la Secretaría de Educación, también se unió a las voces que celebraban las Bodas de Plata del Círculo… y expresó estas declaraciones:
Veinticinco años de labor infatigable hacen que sintamos una profunda deuda de gratitud con el Círculo y con su ilustre fundador. Su persistencia ha sido una de las notas características del doctor Roberto de la Torre. Apenas ha contado con la protección del Estado: solo unos meses de corta subvención. Yo pude una vez facilitársela desde la Dirección de Cultura: al poco tiempo desaparecía ese humilde capítulo —nunca pasó de cien pesos mensuales— de los ya entonces opulentos presupuestos nacionales. En 1930, un gran cubano. Don Rafael Montoro, en un artículo advertía la importancia del Círculo (…) como verdadero acontecimiento en nuestra vida cultural, y al examinar las dos direcciones principales de sus actividades, la docente, en la que su fundador se acredita como un genuino maestro, y la de la difusión y comentario de los grandes temas de la cultura francesa, afirmaba que una sociedad de ese tipo merecía el apoyo más eficaz de todos los que en nuestra patria se interesan por los rumbos de la cultura.6
Pero unos años antes había quedado constituida en La Habana una institución similar y mucho más poderosa, la Alianza Francesa de Cuba, que contaba con el respaldo del Estado francés y le hacía una gran competencia. Sus objetivos eran similares: fomentar la enseñanza de la lengua francesa y divulgar al máximo su cultura; pero la Alianza… disponía de sólidos recursos, un mayor nivel de convocatoria y de divulgación de sus actividades, que incluían proyecciones de filmes, y un local mucho más amplio y cómodo en la Avenida de los Presidentes, Vedado. No consideramos muy atrevido suponer que el Círculo… se vio opacado por esta nueva entidad y que no fueron muy cordiales los vínculos que mantuvo con ella.
A mediados de 1955 el Círculo… dejó atrás su sede durante muchos años en la calle San Lázaro y abrió sus puertas en un nuevo local situado en la calle C Nro. 106, altos, entre Calzada y 5ta., Vedado. Siguió adelante con su programación y logró que el Instituto Nacional de Cultura, una instancia gubernamental, publicara en un folleto de notable calidad el Índice de los actos celebrados durante treinta años de ininterrumpida labor cultural. 1928-1958, obra de gran valor documental que vio la luz ya al borde de la frontera histórica delimitada por el derrumbe de la tiranía de Batista y el triunfo de la Revolución: diciembre de 1958. Como encabezamiento el folleto contó con estas palabras laudatorias:
Durante treinta años el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa ha venido realizando una valiosa e ininterrumpida tarea de cultura. Tan tesonero empeño es por sí solo admirable; pero cuando se conocen las dificultades de toda índole vencidas durante ese largo sucederse de días grises, en los que el ánimo decae y falta el estímulo reanimador, y cuando se sabe, a ciencia cierta, que el Círculo ha tenido como único sostén material, el aporte siempre escaso de un puñado de animosos voluntarios de la cultura, y como motor de impulsión, la fe inquebrantable de su fundador y director, Roberto de la Torre, entonces, el aplauso no es premio bastante y despierta en cuantos hemos sido espectadores de esa proeza de cultura, la conciencia de que estamos y seguiremos en deuda con el Círculo de Amigos de la Cultura Francesa.7
A partir de aquel momento desconocemos cuál fue el destino de esta asociación. El último documento que aparece en su expediente en el Archivo Nacional lleva por fecha enero de 1958. A continuación se insertan varias copias de solicitudes de información que le dirigió el Registro de Asociaciones del Gobierno Provincial Revolucionario y, según todo para indicar, no tuvieron respuesta. Ante esa situación, dicho departamento oficial canceló el reconocimiento al Círculo… el 28 de agosto de 1961.
» Roberto de la Torre y la significación de la entidad que fundó
No son muchas las informaciones que hemos podido acopiar de quien fue sin lugar a dudas el alma del Círcu lo de Amigos de la Cultura Francesa. Conocemos que nació en la ciudad de Camagüey en 1901 y que era el menor de los hijos del profesor de piano y pedagogo Gabriel de la Torre y de Lina Campuzano. Cuando era un niño fue llevado por su madre y dos de sus hermanas a Bruselas, donde estas disfrutaron de una beca de estudios de música. Allí entró en contacto con la cultura europea y con la francesa, en particular. Tras su regreso a Cuba, matriculó en la Universidad de La Habana, donde se graduó de doctor en Medicina, en Filosofía y Letras, en Ciencias Políticas, Sociales y Económicas y de licenciado en Derecho Diplomático y Consular. En 1928 logró incorporarse al claustro de profesores de ese centro de altos estudios en el modesto cargo de traductor de la Tecnología Médica del Francés en el Instituto de Idiomas Modernos; pero en 1934 ascendió a profesor de francés en la Facultad de Ciencias Sociales, labor que desempeñó durante más de dos décadas. También impartió clases de dicha lengua en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas y en el Instituto Nacional de Previsión y Reformas Sociales. Rechazó la dictadura de Machado y en 1930 fue uno de los profesores universitarios que firmó una carta pública en contra de los desmanes de este gobernante.
Roberto de la Torre publicó el libro de texto Methode de Francais (1938), que unos años después fue aprobado por el Ministerio de Educación como obra oficial para la enseñanza de esta lengua. También dio a la publicidad Los idiomas modernos en la Universidad (1941) y El francés de París (1953). En el programa radial La Universidad del Aire impartió las conferencias «El Cándido de Voltaire» y «Alfredo de Musset y Las noches», en 1954, y al año siguiente «Los alimentos terrestres de André Gide». Con el folleto Mi adhesión a la candidatura del Dr. Carlos Prío Socarrás (1948) se manifestó en el plano político para respaldar las aspiraciones presidenciales del representante del Partido Revolucionario Cubano (Auténtico) y su condiscípulo en las aulas universitarias. En enero de 1959 Roberto de la Torre aún residía en la capital cubana. A partir de ese momento se nos pierde su rastro.
La institución que animó de un modo perseverante durante treinta años, hoy injustamente olvidada, fue una de las entidades privadas que durante el período de la República laboró sin descanso en aras de promover en nuestro medio la cultura, en este caso la francesa. Muy lejos estuvo de poseer un carácter lucrativo y, por el contrario, siempre le exigió sacrificios, desembolso de dinero y dedicación constante a sus principales dirigentes, quienes como recompensa debieron conformarse con el reconocimiento ocasional de las personas agradecidas de su entorno.
El Círculo de Amigos de la Cultura Francesa surgió y desapareció en los momentos adecuados: dio sus primeros pasos cuando parecía que la cultura cubana entraba en un período de renovación en un ambiente público favorable, y llegó a su fin cuando en la sociedad cubana se iniciaba un proceso de radicales transformaciones estructurales que más tarde o más temprano la hubiera dejado al margen. Ha quedado entonces como lo que siempre fue: una rosa de Francia en el trópico habanero.
Referencias:
- El primer tomo del Diccionario de la literatura cubana (1980), del Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, ofrece una ficha de esta entidad muy pobre en informaciones y no exenta de errores.
- Archivo Nacional de Cuba Registro de Asociaciones. Círculo de Amigos de la Cultura Francesa. Legajo 343 Expediente 10193. De este documento hemos tomado muchas informaciones.
- «Le Cercle des Amis de la Culture Franceise de La Havane (Cuba)». En Anuario Cultural de Cuba La Habana, Publicaciones del Ministerio de Estado, 1944, p. 387.
- «Los amigos de la Cultura Francesa y sus bodas de plata». En Diario de la Marina Año CXXII Nro. 11. La Habana, 12 de enero de 1954, p.
- «Aniversario de Los Amigos de la Cultura Francesa». En El Mundo Año 52 Nro. 16, 657. La Habana, 8 de enero de 1954, p. A-4.
- Chacón y Calvo, José María «El Dr. Roberto de la Torre y una institución ejemplar». En Diario de la Marina Año CXXII Nro. 32. La Habana, 6 de febrero de 1954, p. 4.
- Círculo de Amigos de la Cultura Francesa, Índice de los actos celebrados durante treinta años de ininterrumpida labor cultural. 1928-1958. La Habana, Instituto Nacional de Cultura, 1958, p. 3. Este índice ha sido de fundamental importancia para nosotros recoger los datos que hemos expuesto.