¿Qué he hecho, quién soy y qué puedo hacer? Las interrogantes aparentan un breve examen de conciencia, sin embargo de una barrida pueden sacudir, tambalear, desautorizar cualquier existencia humana de poco provecho. La vida merece la pena ser vivida. Pero eso sí, sobre la base de la responsabilidad. Vivimos en sociedad, esto es, comunidad. La comunidad es para establecer comunión, o sea, poner en común algo, o muchas cosas, o quizás casi todo. La vida humana, finalmente, es don de Dios. Y Dios es amor misericordioso para la persona humana, a quien ha dotado de inteligencia para transformar el mundo. Por todo lo anterior, la vida humana se erige en compromiso doble: con uno mismo y a la vez con el prójimo.