A cargo de Jorge Domingo Cuadriello
Uno de los mayores males que con razón suelen señalarse en nuestra vida pública es, sin duda, el excesivo apasionamiento con que se extreman las diferencias de opinión o de actitud, llevándolas hasta la injusticia y convirtiéndolas en verdaderas enemistades personales que excluyen y casi imposibilitan esa necesaria cooperación en lo concerniente a los altos fines de toda actividad rectamente encaminada, que debe dirigirse, en primer término, al mantenimiento y a la defensa de los supremos intereses nacionales; terreno común en que pueden y deben concertarse todas las buenas voluntades y coadyuvar cada una, según los puntos de vista respectivos, al amplio desenvolvimiento de la vida pública.