Nuestra idiosincrasia nacional está negativamente marcada por el culto a la “bichería”. Debo aclarar que lo de “bicho” lo tomo entendido a lo cubano, porque si nos remitimos al muy castizo Diccionario de la Academia, este sólo recoge entre los significados de la palabra, y como cuarta acepción, “persona aviesa, de malas intenciones”. En Cuba “bicho”, en ese sentido figurado, nunca tuvo una connotación totalmente negativa. La frase ha caído ahora en desuso, pero tradicionalmente “ser un bicho” significaba ser particularmente despierto y avispado. Dicha a unos padres sobre su hijo pequeño, la afirmación era tomada como un halago a la inteligencia del niño.