La Revolución que triunfa en 1959 fue una conmoción social contrahegemónica que en su pretensión de derrocar el viejo orden violentó no solo la base económica, sino también la superestructura. Era un altísimo empeño de deconstruir los engarces de la antigua producción cultural para crear otra nueva; así, mientras la correlación de fuerzas políticas acomodaba intereses políticos e ideológicos, iba edificándose un sujeto partícipe y consumidor del nuevo producto cultural. El papel del intelectual y la conformación de su personalidad social venían a enfrentar itinerarios indistintos, en tanto se iba a la búsqueda de la igualdad como el principio distintivo del humanismo.