El pasado jueves 24 de marzo, convocado por el Centro Cultural Padre Félix Varela, se celebró el evento «Gustavo Andújar in memoriam. El laicado católico en Cuba», el cual contó con las intervenciones del P. Yosvany Carvajal Sureda, el Dr. Roberto Méndez Martínez, Mons. Antonio Rodríguez Díaz y el Dr. René Zamora Marín. De igual modo contó con las intervenciones, por video chat, del Sr. Ricardo Yáñez, de la Sra. Marianela Pinto y del Sr. Carlos Ferraro. El evento contó con una pequeña velada cultural a cargo del Maestro Ramón Leyva González y fue moderado por el Dr. Nelson O. Crespo Roque.
Espacio Laical reproduce, de modo íntegro, la transcripción del encuentro.
Moderador: Buenas tardes a los presentes, y a todos aquellos que desde América Latina, el Caribe y Europa nos siguen en línea por video chat, en modalidad híbrida, gracias a la gentileza de la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro, de la Cátedra Carlo María Martini y de los buenos oficios de SIGNIS, la Asociación Católica Mundial para la Comunicación.
Bienvenidos sean todos al evento «Gustavo Andújar in memoriam. El laicado católico en Cuba», organizado por el Centro Cultural P. Félix Varela de la Arquidiócesis de La Habana. Participan como ponentes, por orden de presentación:
El escritor Dr. Roberto Méndez Martínez, director de la Academia Cubana de la Lengua y profesor del Instituto de Estudios Eclesiásticos Padre Félix Varela.
Mons. Antonio Rodríguez Díaz, licenciado en Teología Moral, quien fue por muchos años el Asesor del Consejo Diocesano de Laicos y, en dos ocasiones, Rector del Seminario San Carlos y San Ambrosio.
El Dr. René Zamora Marín, director y fundador del Instituto de Bioética Juan Pablo II de la Arquidiócesis de La Habana, miembro de la Pontificia Academia de la Vida y presidente del Comité Nacional Cubano de Bioética.
Mientras que, de modo virtual, desde Bruselas, sede de la Asociación Católica Mundial para la Comunicación Social, intervendrá el Sr. Ricardo Yáñez, Secretario General de SIGNIS; desde Ecuador lo hará la Comunicadora Social y Productora Audiovisual Sra. Marianela Pinto, Coordinadora de Jurados de Cine para SIGNIS América Latina y el Caribe, mientras que, desde Argentina, intervendrá el Sr. Carlos Ferraro, presidente de SIGNIS América Latina y el Caribe.
Después de las presentaciones e intervenciones que realizarán los previamente mencionados, tendremos una pequeña velada cultural a cargo del maestro Ramón Leyva González, director del coro Vox Cordis de la Schola Cantorum Coralina y Productor de la Cátedra de Música Sacra de este Centro Cultural.
Cedo ahora la palabra al p. Yosvany Carvajal Sureda, director del Centro Cultural P. Félix Varela.
Gustavo Andújar in memoriam. El laicado católico en Cuba
Yosvany Carvajal Sureda:
Queridas Chelita y Patricia, esposa e hija de Gustavo.
Queridos hermanos que nos están viendo desde varias regiones del mundo, especialmente desde la presidencia de SIGNIS.
Amigos de Gustavo.
Hermanos y hermanas:
Reflexionar sobre el laicado cubano y su desempeño en la historia reciente de Cuba es la motivación que nos reúne hoy en este Centro Cultural P. Félix Varela, pero el matiz viene dado por la persona que inspira este encuentro: el laico Dr. Gustavo Andújar Robles. Hacer memoria y agradecer son dos de los fundamentos de la vida cristiana. Ambos se realizan sacramentalmente en la Eucaristía, memorial de nuestra redención y acción de gracias a Dios. También al recordar a uno de nuestros laicos católicos más insignes en estas últimas décadas (me atrevo a decir en estos últimos 60 años), no solo hacer memoria de su vida colmada de éxitos y distinciones que supo cosechar por su destacada labor académica y eclesial; también agradecemos a Dios providente por el regalo que nos hizo en la persona de Gustavo para la Iglesia cubana.
Es certeza de fe que los premios y elogios que merece Gustavo y que la Iglesia justamente otorga a laicos y eclesiásticos sobresalientes no pesan lo que un día recibiremos al atardecer de la vida cuando nos encontremos cara a cara con el Amor de los amores: el Dios Padre de la misericordia. De ahí que los autores sagrados, especialmente los salmistas, se preguntaran inmersos en sus luchas y avatares ¿Cuándo veré el rostro de Dios? Es lo que por fe creemos que nuestro hermano goza para siempre.
La obra de Gustavo es, en esta ponencia, un ejemplo más de lo que ha sido el laicado cubano y su compromiso con el Evangelio de Jesucristo. Él de manera ejemplar supo llevar a cabo su vocación laical sin clericalizarse, pues dio testimonio de su fe en el mundo de las ciencias del cual formaba parte como Doctor en Bioquímica. Además, decidió quedarse en Cuba cuando las razones para marcharse eran igualmente tentadoras, y permaneció siempre vinculado a la comunidad cristiana en la Capilla de la Virgen de Loreto junto a su esposa e hija. Pero no solo su formación profesional le hizo hacer aportes valiosos a la ciencia y a la nación, sino igualmente su formación religiosa y su vasta cultura le permitieron ser interlocutor de puntería para el diálogo ferazón, fe y cultura.
Tengo gratos recuerdos de mis conversaciones con Gustavo sobre disímiles temas del entramado social y eclesial. Fue siempre muy honesto en expresar sus deseos y preocupaciones, también aquellas eclesiales, debido a los desafíos que la Iglesia afronta ante un mundo secularizado y un ambiente profundamente ideologizado con el cual hay que saber interactuar. Llegamos juntos a este Centro Cultural que fundamos el 16 de septiembre de 2011, se ocupó de toda la relación del diálogo con la cultura y dirigió de forma excelente la revista Espacio Laical; siempre en comunión y obediencia con el obispo diocesano, el cardenal Jaime Ortega y nuestro arzobispo actual, Juan de la Caridad García.
Agradezco profundamente todos los sabios consejos de Gustavo en el ministerio que desempeñó en el Centro. Supo iluminar con santa sabiduría situaciones difíciles desde la luz de la fe y también encaminar los esfuerzos de la Iglesia en Cuba por mantenerse siempre como actor social válido en estos tiempos. Bien sabía Gustavo lo que quería la Iglesia y su papel social como «Iglesia en Salida», pues fue uno de los redactores del documento de trabajo del ENEC que, en mi consideración, fue el evento más sinodal que ha tenido la Iglesia cubana en todos los tiempos. No debemos olvidar a todos aquellos laicos que hicieron sus aportes en aquel memorable encuentro eclesial. Gustavo será siempre recordado como uno de ellos, pue supo después del ENEC dar continuidad a los acuerdos al formar las organizaciones laicales católicas. Todos estos esfuerzos, desde el silencio, capacitaron a nuestro hermano para que el cardenal Jaime le encargara la oficina de preparación del viaje del papa san Juan Pablo II. Todos sabemos la importancia que para la Iglesia cubana tuvo aquella histórica visita.
Algo que extraño muchísimo, y que habrá que dar continuidad en la pastoral eclesial, es el excelente ejercicio de la crítica cinematográfica que poseía Gustavo. Dialogar con él sobre cine, nadie podrá negar que era de los encuentros más enriquecedores, pues sus atinados y claros comentarios en los cine club, realizados muchos en esta misma sala, así lo demostraron. Se evidenció su cultura cinematográfica, y lo mucho que valoraba la misión pastoral de la Iglesia en los medios, cuando sentimos el honor de tenerle como presidente mundial de SIGNIS. Agradecemos lo que hizo en este campo y lo que deja con su saber para lo que queda por hacer todavía.
Este encuentro de hoy, queridos hermanos y hermanas que desde diversas latitudes nos siguen, es nuestro merecido homenaje a Gustavo Andújar y en él a todos los laicos que han dejado su huella de fe en Cuba.
Lo que más deseaba Gustavo era que el mundo católico estuviera en la palestra pública haciendo su misión evangelizadora. Consideraba que la fe cristiana tenía que aportar mucho a la sociedad y cumplir con su desempeño social creando redes de fraternidad, y eso es verdaderamente loable. Hay algo de lo cual seguramente hablará alguno de los ponentes, pero que no quisiera dejar de mencionar y es su vida familiar, vivida con ejemplaridad en la educación de su hija y en su desempeño como padre de familia, esposo y abuelo. Soy testigo de su coherencia a la hora de llevar su misión laical y su vida familiar. No puedo tampoco dejar de recordar su inteligente sentido del humor, que contagiaba con su risa. Que desde el encuentro con el Creador pueda seguir guiando y cuidando a su familia. Para esto ofrecemos nuestra oración por él y su eterno descanso.
Amar a la Iglesia y darle lo mejor fue su vida. Ese legado debemos cultivarlo en las nuevas generaciones. A quien fuera mi Rector en el Seminario, y se encuentra en esta mesa, recuerdo habernos dicho tantas veces: «a la Iglesia se le da lo mejor y se le defiende, no se le quita ni se le denigra». Esta Iglesia, siempre perfectible, pues está compuesta por pecadores perdonados, tendrá en la vida de los santos y de los laicos como Gustavo una motivación para pasar por el mundo haciendo el Bien e inolvidable el mensaje de Jesucristo: «La verdad los hará libres».
Moderador: Damos la palabra al Dr. Roberto Méndez, quien nos presentará la ponencia «Gustavo Andújar, entre el pasado y el presente de la Iglesia en Cuba».
Dr. Roberto Méndez Martínez: Honrar la memoria de un laico con la trayectoria de Gustavo Andújar implica en primer término ubicarlo en un contexto histórico, preguntarse: ¿Qué tiempos le tocaron vivir? y eso, a su vez, nos obliga a remontarnos a la raíz de los problemas fundamentales que lo interpelaron a lo largo de su existencia.
En primer lugar, ¿cómo habían llegado a ocupar los laicos en la Iglesia de Cuba el rol tan importante que poseían hacia 1947, año en que ve la luz Gustavo?
Es preciso recordar que la Iglesia en Cuba vivió los siglos de dominación colonial sujeta al patronato de los reyes españoles y tal dependencia hizo de ella cómplice obligada de la política colonial y enemiga del proceso independentista. Eso explica que buena parte de la intelectualidad y del pueblo mantuvieran actitudes anticlericales, practicaran una religiosidad popular desmarcada de las estructuras eclesiales, o fueran indiferentes en materia de religión. Figuras como el Obispo Espada y el Venerable Félix Varela, fueron excepciones, tanto más notables en cuanto no abundaban.
Eso explica que cuando el país se convierte en República en 1902, sea un estado laico, con Iglesia y Estado separados y que la práctica de la fe sea considerada cuestión «de mujeres», pues los hombres se inclinan en su mayoría hacia el anticlericalismo, el agnosticismo y prefieran, para asociarse, el espacio de las logias masónicas.
Aunque el surgimiento de una asociación como los Caballeros de Colón en 1909 fue una experiencia pionera en la agrupación de hombres comprometidos con la labor evangelizadora, habrá que esperar a la tercera década de esta centuria para que, con una Iglesia mejor estructurada e inculturada en las realidades del país, comenzara un despertar de la vida laical con nuevas formas de asociar a los laicos, y baste con recordar la fundación de los Caballeros Católicos y las Damas Isabelinas en 1925. Tres años después, el 11 de febrero de 1928, el hermano lasallista Victorino fundó la Federación de la Juventud Católica Cubana que sería el primero de los escalones para ascender hacia la conformación de una Acción Católica Cubana, que solo quedó debidamente estructurada, con todas sus ramas, en 1944.
Una experiencia singular fue la de Agrupación Católica Universitaria, fundada en marzo de 1931 por el jesuita gallego Felipe Rey de Castro. La dirección espiritual, los ejercicios ignacianos anuales y los círculos de formación, eran algunas de sus vías para preparar a los jóvenes en lo intelectual y religioso a la vez. Su objetivo a largo plazo era formar a los laicos que en el futuro pudieran influir en la vida intelectual, social y política del país. Se inspiraban en la labor que el P.
Ángel Ayala en España llamara «la formación de selectos» que definía como «la producción de hombres notables por su influjo religioso, social o político».
Mientras Andújar vive sus primeros años, estas instituciones han madurado y tienen ya una apreciable presencia pública. La Acción Católica y los Agrupados participaron junto a las autoridades eclesiales en los actos públicos que reclamaban de la Constitución que se forjaba en 1940 el respeto de la enseñanza religiosa y la libertad religiosa en general. Laicos y laicas, especialmente jóvenes, se hacían presentes en muy diversos espacios públicos, desde la enseñanza, los medios de comunicación y el desempeño de las diversas profesiones y cargos públicos, así como por su importante labor intelectual. Baste con recordar a figuras católicas tan diversas y valiosas como Manuel Dorta Duque, José María Chacón y Calvo, Dulce María Loynaz, Rubén Darío Rumbaut, Gina Preval y José Ignacio Lassaga, por solo citar a unos pocos.
Sin embargo, a partir de 1959 se producen cambios políticos que tienen un fuerte influjo en la vida eclesial. En primer término, un movimiento social que tomó medidas de carácter popular y nacionalista fue apoyado por un amplio sector de la jerarquía y los laicos. Sin embargo, la creciente presencia de figuras de pensamiento comunista dentro del gobierno, desde fines de ese mismo año y especialmente en el siguiente, motivó primero protestas y luego francos enfrentamientos, cuyo origen se remontaba a las objeciones que, desde hacía décadas tenía el Partido Comunista en Cuba hacia la enseñanza religiosa y a sus fuertes actitudes anticlericales, ahora favorecidas por el acercamiento del nuevo gobierno a la Unión Soviética.
En un plazo muy corto, después de cartas pastorales muy mal recibidas por las autoridades y conflictos de miembros de la Acción Católica y la ACU en espacios públicos, se produjo la intervención oficial de la enseñanza, el cierre de revistas, boletines y espacios en diarios y emisoras de radio y televisión. La ACU se trasladó con varios de sus miembros a Miami en 1961 y la Acción Católica languideció hasta que los obispos la disolvieron en mayo de 1967 para convertirla en el Apostolado Seglar Organizado.
Justo en ese año Gustavo Andújar cumple veinte años y ya sabe que en un país oficialmente ateo ser religioso significa ser incluido en ciertas listas de las escuelas, centros de trabajo y barrios; que implica limitaciones para estudiar algunas carreras universitarias y que oficialmente puedes ser mirado como alguien con «rezagos del pasado», como un ser «conflictivo» o sencillamente como «un traidor al servicio de una potencia extranjera». Alguna vez me contó cómo los jesuitas de la iglesia de Reina indicaban a los jóvenes que asistieran a misa, pero entrando por la puerta lateral de la Anunciata, para que no se hiciera tan notable su entrada y salida por el atrio del templo.
Parecía que se había perdido todo aquello por lo que se había trabajado durante décadas. Las estructuras desaparecían, también los medios materiales para la evangelización y había un éxodo continuo de los laicos mejor preparados. Como me confesó años después un obispo: «Creíamos que la Iglesia se nos moriría pronto entre los brazos». Pero el Espíritu Santo había previsto las cosas de otro modo. Comenzaba la Iglesia del «testimonio callado» pero también aquella, purificada y vitalizada que pudo organizar la Reflexión Eclesial Cubana y el Encuentro Nacional Eclesial Cubano en 1986. Allí monseñor Adolfo Rodríguez Herrera, Obispo de Camagüey, en su discurso de apertura, afirmó:
Los cubanos, por nuestro carácter, somos capaces de construir cualquier cosa en común; y en común vamos a construir este camino del Espíritu, felicitándonos por tantas cosas que salen bien en nuestra Patria y preguntándonos qué podemos humildemente hacer para que las que salen mal, salgan bien.
Abierta a la imprevisibilidad del Espíritu, la Iglesia cubana quiere ser la Iglesia de la esperanza: que recuerda el pasado, vive el presente y espera el futu ro.
Tenemos una esperanza y queremos dar palabras de esperanza a los que las pidan, a los que las necesiten, a los que han fijado sus miras sólo en lo terreno como límite a sus aspiraciones humanas y sienten como que les falta algo. No tenemos ni la primera ni la última palabra de todo, pero creemos que hay una primera y última palabra de todo y esperamos en Aquel que la tiene, el Señor. En El miramos con serena confianza el futuro siempre incierto porque sabemos que mañana, antes que salga el sol, habrá salido sobre Cuba y sobre el mundo entero la Providencia de Dios.
Este camino recorrido explica que Gustavo, como otros laicos de su tiempo, conociera el pasado, pero no tuviera tiempo para lamentaciones y que, en el espíritu del ENEC, eligiera el diálogo como forma de romper el aislamiento y el silencio y colocarse en el areópago social durante varias décadas. Otros en esta reunión podrán evaluar más al detalle su admirable ejecutoria.
Moderador: Damos ahora la palabra a Mons. Antonio Rodríguez, quien disertará sobre el tema del «Laicado cubano posterior a 1961».
Monseñor Antonio Rodríguez Díaz: Conocí a Gustavo Andújar en la segunda semana de septiembre de 1968, precisamente cuando yo comenzaba mi último grado de Bachillerato y empezaban también las clases televisivas debido a las ausencias y a la escasez de muchos profesores. Fue la forma de solucionar este problema educativo. Gustavo era entonces el profesor televisivo de la asignatura de Química. Después pasaron algunos años y en esta misma casa, en el año 1972 una mañana vino acompañando al doctor Julio Morales Gómez, ya sacerdote en esa época, porque quería conocer el Seminario. Luego podemos situar que en 1972 vendría por primera vez Gustavo Andújar a este edificio. Como bien ha dicho el doctor Roberto Méndez, la vida de Gustavo como laico y yo diría mucho más, ciento por ciento laico, se debatió entre el pasado, el presente y el futuro de la Iglesia en Cuba; pero repito, para que quede claro a todos, siempre laico, como también decía el padre Yosvany, sin asumir posturas clericarizantes. Y esto fue un logro de Gustavo y de muchos más de esa época. Él empieza a desarrollarse como laico adulto ya a partir de 1960 y el doctor Méndez nos ha hecho una descripción detallada de la situación de la Iglesia en Cuba entonces. Precisamente yo califico 1961 como uno de los dos años negros de la Iglesia católica en Cuba durante esa década de los 60. ¿Por qué? Porque en ese año 61 ocurre la invasión de Playa Girón y simultáneamente son perseguidos y apresados muchos laicos católicos pertenecientes a la Acción Católica Cubana, así como varios sacerdotes, entre ellos el arzobispo de la Habana, monseñor Evelio Díaz y uno de sus dos Obispos auxiliares, el Siervo de Dios monseñor Eduardo Boza Masvidal. Fueron llevados presos a la Ciudad Deportiva y allí estuvieron desde el día 17 de abril, cuando ocurre el desembarco en Playa Girón hasta el domingo 7 de mayo, cuando los dejaron en libertad. Junto a monseñor Evelio Díaz y al Siervo de Dios Eduardo Boza Masvidal había varios sacerdotes y muchos cubanos. Tantos eran que las prisiones del país quedaron repletas y hubo que hacer lo siguiente: ponerlos cautivos en la Ciudad Deportiva. Allí compartieron estos Obispos y sacerdotes la suerte de numerosos cubanos, muchos de ellos pertenecientes a la Acción Católica Cubana y a la Agrupación Católica Universitaria.
Posteriormente la vida del país, a paso galopante, se fue haciendo más convulsa. Los sacerdotes que no habían sido enviados a una cárcel tuvieron que vivir en sus casas con una custodia permanente hasta que cesó el peligro de un nuevo refuerzo militar a la invasión de Girón. Pocos días después llegó la Ley de la Nacionalización de la Enseñanza. Ya habíamos perdido la Universidad Católica de Santo Tomás de Villanueva y ahora perdíamos todos los colegios dirigidos por sacerdotes, por hermanos religiosos, por hermanas religiosas y las escuelas parroquiales. Perdimos todo aquello. Y en ese ámbito continuó lo que ocurriría más tarde, el 17 de septiembre del año 1961, cuando un grupo de 231 sacerdotes, entre los que se encontraban precisamente el Siervo de Dios Boza Masvidal y numerosos sacerdotes y unos cuantos hermanos religiosos, zarparon en el navío Covadonga de este puerto habanero. Habían sido detenidos entre los días 10 y el día 17 de septiembre. Cuando llegaron al barco no había camarotes para ellos ni de primera ni de segunda clase y tuvieron que hacer la larga travesía en la cubierta o durmiendo en las bodegas del navío. Así llegaron, prácticamente deportados, al puerto español de Santander. Después tomarían distintos rumbos.
En medio de toda aquella situación disminuyeron los sacerdotes y a los 231 hay que restarles de la cifra de alrededor de 900 que había al inicio de dicho año 1961; pero en honor a la verdad fueron más los que se marcharon voluntariamente de Cuba que los deportados en el barco Covadonga. Durante todo este tiempo ha habido una sangría clerical de esta tierra hasta hace pocos meses, cuando partió el último. Todo esto nos lleva a preguntarnos ¿y el laicado qué? Pues no pocos de aquel laicado que perteneció a la Acción Católica Cubana y a la Agrupación Católica Universitaria fueron llevados a la prisión y algunos murieron fusilados después de un sumarísimo juicio y con el grito de «Viva Cristo Rey». Y también los demás optaron por emigrar de este país. La Acción Católica Cubana quedó muy debilitada, prácticamente sin vida. La vida religiosa del país se tuvo que circunscribir durante muchas décadas a las cuatro paredes del templo; solamente el culto y la Santa Misa eran capaces de reunir a aquellos cristianos. Los sacerdotes terminaron también por no hablar de política. El miedo a una expulsión, el miedo a que lo que quedaba del resto de Iglesia Católica en Cuba muriese totalmente les impidió hablar. Esta es la razón por la que muchos jóvenes sacerdotes y laicos cubanos del momento actual se preguntan ¿y qué dijeron los Obispos? Pues los Obispos estaban en el mismo barco en el que se habían marchado los expulsados del Covadonga. Todos estaban en la misma situación, de indefensión, una situación de no elevar la voz. O hablaban y con ello posiblemente terminaría la Iglesia Católica en Cuba o asumían seguir la Iglesia Católica con todas sus posibilidades, como se ha enunciado anteriormente, muy reducidas, pero había que salvar a la Iglesia. Esa fue la opción de aquel episcopado y en ese medio se desarrolló Gustavo Andújar.
En el año 1963, concretamente en el segundo semestre, en el patio central de esta casa, recién llegado el padre Alfredo Petit, fallecido hace unos meses como Obispo Auxiliar Emérito de La Habana, se celebró una misa para reanimar la Acción Católica Cubana, pero ya el certificado de defunción de esta organización estaba firmado. ¿Por qué? Porque la Acción Católica Cubana era una organización laical destinada al apostolado fuera de los templos, a un apostolado osado, a un apostolado valiente, y si se reducía la acción de la Iglesia a las cuatro paredes de los templos, pues la Acción Católica ya no tenía que hacer nada como organización laical. Y así fue muriendo poco a poco, en una lenta agonía, debido a las causas que reseñé antes. ¿Pero murió el laicado en Cuba? ¿Murieron los laicos en Cuba? No. Aquellos laicos, a veces sin una gran instrucción doctrinal, pero con una elevada calidad moral, supieron mantener la Iglesia en lugares donde existía una capilla a la que solamente iba el sacerdote semanalmente porque un párroco tenía que atender varias capillas rurales. Pues en aquellos lugares supieron defender la capilla ante el cacique gobernante de turno, en localidades que funcionaban sin ley y a sus antojos. Hubo mujeres dignas, mujeres dignísimas, que se negaron a entregarle las llaves y reafirmaron que la Capilla era de la Iglesia. Hubo mujeres que entre gritos e insultos cruzaban los parques y las calles e iban a abrir la capilla para que cuando el sacerdote llegase pudiera bautizar y dar la misa. Se repletaron los templos en aquellos primeros cinco años de la década de los 60, se repletaron completamente porque se mantuvieron los que estaban y otros se incorporaron a esos templos. ¿Buscando qué? Buscando lo que escuchamos del Siervo de Dios, monseñor Adolfo Rodríguez, al inicio del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, buscando precisamente lo que los límites terrenales no pueden dar. ¿Interesados en peticiones? Sí, siempre esa ha sido función de la Iglesia, pedirle a Dios. El papa emérito Benedicto XVI lo dijo claramente: «porque el único suficiente es Cristo». Y todos los demás somos insuficientes y si somos insuficientes tenemos que orar para pedir lo mucho que nos falta. Y así se llenaron aquellos templos que en 1965 empezaron a disminuir nuevamente. Yo sí conocí el segundo año negro de la década de los 60, 1966, pero lo adelanto en dos meses, a noviembre de 1965, cuando ocurrió el primer llamado a la UMAP (Unidades Militares de Ayuda a la Producción). Fueron enviados a la UMAP no solamente laicos católicos, no solamente personas de condición sexual en aquel momento muy combatidas y muy discriminadas, sino también fueron laicos protestantes de las distintas Iglesias, fueron también miembros de las Logias Juveniles, fueron miembros de la Sociedad Secreta Abakuá y todo aquel que pareciera desafecto del Gobierno Revolucionario.
El año 1961 comenzó con no buenos augurios. 1966 comenzó con no buenos augurios para la Iglesia Católica en Cuba. El lunes de la semana de Pascua de ese mismo año era apresado el sacerdote franciscano Miguel Ángel Loredo. Se celebró un juicio público y, si revisamos la prensa de aquella época, veremos que él y el padre Prior de los Franciscanos en Cuba fueron acusados de amparar a un presunto asesino. El juicio se celebró a las pocas semanas y el gobierno dio su versión oficial, la cual pueden encontrar en la prensa, repito, de aquel momento. El padre Loredo fue condenado a 20 años de cárcel y el padre Serafín Ajuria fue sentenciado a seis meses de prisión domiciliaria y se le expropió la Iglesia y el Convento Franciscano de la calle Cuba y Amargura, la Iglesia de San Francisco de Asís, en La Habana. Si queremos confrontar la otra versión, la dada por el padre Miguel Ángel Loredo, tenemos que consultar su testimonio publicado en 1988 en el extranjero bajo el título Después del silencio, en el cual él da una versión muy diferente de la oficial. Ese trabajo se lo dejo a los críticos históricos para que conozcan la recta versión histórica de aquellos acontecimientos de la Pascua de 1966.
Después de todo esto vino otro segundo golpe para la Iglesia, a finales de mayo de 1966, cuando nos expropiaron el corazón de la Iglesia en Cuba, el corazón de una iglesia, que es el seminario. En ese caso el moderno edificio del Seminario El Buen Pastor, el cual hubo que desalojar en menos de los 7 días de la semana y se trasladó para esta casa, que había sido el palacio del cardenal Arteaga en los últimos 20 años. Para aquí vino el Seminario, pero no se cerró. A finales también del mes de junio de 1966 ocurrió otro llamado para la UMAP, para los campos de Camagüey, donde estaban esos campamentos. Allí no solamente concentraron a laicos, sino también a pastores de las Iglesias protestantes, e igualmente fueron llamados tres sacerdotes fuera de la edad militar, que terminaba a los 27 años y ellos ya en esa época tenían 30. Fue un año muy triste para la Iglesia Católica en Cuba. Pero la Iglesia vivía. Ante aquellos hechos como ha dicho el doctor Méndez, en mayo de 1967, precisamente como consecuencia de esta situación de pánico, porque no tengo otro adjetivo para calificarla, y yo soy hijo de esa época, mi madre me obligó a becarme en el preuniversitario para que no me llevaran a la UMAP. La otra generación de mis amigos, adolescentes de 15 años, de la misma manera también fueron víctimas del pánico de sus padres a que cayesen en la UMAP, máxime cuando los relatos de los que iban a visitar a sus familiares y de los que venían de la UMAP eran verdaderamente patéticos. En medio de todo esto está el mérito de aquel episcopado o, como se le decía entonces, el venerable episcopado cubano, pero venerable doblemente porque lo fueron, y hay que besar el suelo por donde caminaban aquellos padres de la Iglesia Católica. Quisieron salvar al laicado, quisieron salvar al laicado y a la Acción Católica, que por su propio peso fue muriendo poco a poco, y no la dejaron sin sustitución y crearon otra forma de apostolado laical y le pusieron a aquella organización Apostolado Seglar Organizado (ASO) por sus siglas iniciales. Maravilloso fue el ASO. En el ASO fue donde Gustavo Andújar y muchos más desarrollaron su actividad apostólica laical con objetivos laicales muy definidos. No podemos decir nosotros que con la muerte paulatina de la Acción Católica Cubana terminaron otras organizaciones católicas en Cuba, pero estas no tenían un carácter apostólico arduo, osado, en la calle, en los ambientes sociales, pues precisamente eran de carácter piadoso. También muy menguadas permanecieron las Terceras Órdenes Franciscanas, Carmelitas, Dominicas y la Asociación Mariana de los Jesuitas en la Anunciata y con ellas también la Legión de María. Siempre se ha dicho que la Legión de María fue la única que quedó. No es cierto; quedaron las Terceras Órdenes y también los Cooperadores Salesianos. Así fue, diríamos nosotros, que una reserva minoritaria con carácter piadoso muy específico como se mantuvo el laicado cubano.
Más tarde los Obispos fundaron, como les dije, el ASO. El ASO tiene un valor extraordinario que no se lo hemos reconocido del todo. Porque el ASO supo salvar a todo lo que se agrupaba en las organizaciones anteriores. ¿Quiénes las integraban? Pues los Obispos, protegiendo a los laicos, no quisieron hacer una organización como la Acción Católica, con una iniciación, con un carnet, con una militancia apostólica. No; había que proteger a los laicos y el ASO apareció para ello. ¿Quiénes pertenecían al ASO? Pertenecían, como decía monseñor Maurice, desde la viejita que ponía las flores en el búcaro del templo hasta el adolescente. La catequesis funcionó aparte, como otra comisión diferente, manteniendo las exiguas catequesis de los años 60, 70, 80. Del ASO surgieron las llamadas interdiocesanas y las llamadas diocesanas. Las reuniones diocesanas de adolescentes de una diócesis recogían a todos y se les daban cursos en lugares muy inhóspitos a veces, durmiendo hacinadamente en catres, pero salvando lo que quedaba de los adolescentes, de los juveniles que no se perdieron, de los jóvenes y de los matrimonios. Y así después surgieron las interdiocesanas, celebradas siempre en la Casa de Convivencia de El Cobre, junto a la Basílica de la Virgen de la Caridad. Esas eran anuales, las vicariales eran trimestrales. Pero el ASO las preparaba. Y digo además que fui asesor del ASO en la diócesis de Pinar del Río. Los encuentros se preparaban muy bien, sin dinero, como recordaba el padre Yosvany que yo les decía a ellos: «a la Iglesia hay que darle, no hay que quitarle». Los fieles laicos de aquella época aportaban su arroz, aportaban sus pastas, aportaban sus frijoles, aportaban su dinero para que se pudieran efectuar aquellos encuentros. Y del ASO surgió la Reflexión Eclesial Cubana. Porque como bien dijo el Siervo de Dios Adolfo Rodríguez Herrera en el discurso inaugural citado ya por el doctor Méndez, «en los laicos hemos puesto todo, en los laicos pusimos las economías de nuestras Iglesias y ellos las conservaban con mucho amor y mucha honradez». Era imposible sustraer bienes de la Iglesia porque ellos eran los que muchas veces mantuvieron económicamente a los sacerdotes y mantuvieron económicamente a los templos y todo esto realizado de una manera desinteresada y con gusto. Con un gusto inmenso se hicieron aquellas interdiocesanas y aquellas diocesanas y aquellas reuniones vicariales. Y cuando en julio de 1979, en un encuentro de sacerdotes en la Casa de Convivencias de El Cobre, se empezó a analizar el documento de la reunión de Obispos de Puebla, efectuada a inicios de 1979, se vio que aquello no caminaba. ¿Y por qué no caminaba? Porque no caminaba para Cuba. En el excelente documento de la Conferencia de Puebla, Juan Pablo II situó los tres grandes caminos: la verdad sobre Cristo, la verdad sobre la Iglesia y la verdad sobre el hombre. Esos fueron los que se recogieron en aquel momento. Pero cómo adoptar eso en Cuba cuando la situación de Cuba era completamente diferente a la del resto de los países y a las Iglesias de Latinoamérica. Y entonces un Obispo Auxiliar Emérito de La Habana, monseñor Fernando Azcárate Freire de Andrade, se paró en la última reunión y dijo estas palabras: «Hagamos un Pueblita para Cuba». Y así surgió la Reflexión Eclesial Cubana, que después de muchos tanteos pudo despegar en febrero de 1983.
Desde la base, hablando precisamente y respondiendo unas preguntas muy elementales sobre la vida de los laicos, recuerdo que la Reflexión Eclesial Cubana comenzó por algo que yo no veo actualmente en la Iglesia de Cuba y es que empezó por la historia. ¿Qué había hecho la Iglesia cubana en este país? Recuerdo que recibí una carta del Rector del Seminario Bautista de Occidente, el pastor Veguilla, ya fallecido, que me decía lo siguiente: ¡Pero cómo ustedes han hecho en Cuba! Era la sorpresa del reverendo Veguilla, pero también era la sorpresa de muchos católicos cuando vieron todo lo que había hecho la Iglesia desde la conquista y la colonización hasta el año 1979, todo un recorrido por el pasado de la Iglesia en Cuba. En ese grupo trabajó Gustavo Andújar, en la subcomisión de Historia, en la que intervinieron varias personas, una historia impublicable por todo lo que reflejaba. A Gustavo le tocó la etapa de 1902 a 1960 e hizo la historia muy bien con los datos que tenía. De ese recuento solamente se hicieron cuatro ejemplares y yo conservo celosamente uno de ellos, que será para el Archivo del Arzobispado de La Habana cuando ya yo no esté en este mundo. Aquello, dijo monseñor Adolfo, fue la Reflexión Eclesial Cubana de los laicos. En ellos pusimos nuestras economías, en ellos pusimos nuestras labores, en ellos pusimos la Sagrada Comunión para que la llevaran a aquellos lugares donde el sacerdote por exceso de trabajo no podía llevarla a los enfermos o no podía llevarla a los que estaban reclutados en la UMAP o en los trabajos productivos que anualmente se hacían. Esos laicos fueron los que hicieron la Reflexión Eclesial Cubana y cuando nosotros vemos la cantidad de personas, de delegados al Encuentro Nacional Eclesial Cubano, en el que desembocó la Reflexión Eclesial Cubana, el llamado ENEC, la mayoría eran laicos provenientes del ASO. El documento final de la ENEC da para una tesis doctoral. Tiene muchos elementos, pero sin embargo el documento final de la ENEC permaneció en muchos aspectos, y no digo en pocos, digo en muchos aspectos, virgen. Está virgen aún. El ENEC en aquella magna reunión determinó suprimir el ASO pues se quería lo que siempre hemos querido todos por la añoranza de la Acción Católica Cubana. Se querían movimientos de laicos con identidad laical y con una afiliación. Los intentos empezaron y recuerdo a dos, uno que se empezó aquí, en La Habana, y creo que fue más o menos enumerado en una de las intervenciones, pero que no pasó de la mente del fundador, quedó como el pienso, luego no existo, contrario a la frase de Descartes. El de Pinar del Río, el Movimiento Católico de Animación Social, nació ya en estado de coma y fue imposible que caminara. Así estuvieron los laicos hasta que nuevas circunstancias históricas insospechadas vinieron sobre Cuba.
En el año 1991 se celebra el Cuarto Congreso del Partido Comunista de Cuba y se le abren las puertas del Partido a los creyentes. Recuerdo que ya al siguiente domingo las iglesias se abarrotaron. ¿De dónde salieron estos católicos? Llenas las iglesias; nada más faltó decirles: vayan. Recuerdo que en una sola tarde yo hice 91 bautizos; de un golpe todo el mundo quería bautizarse, todo el mundo quería volver a la iglesia. Monseñor Adolfo Rodríguez, y nuevamente hay que recurrir a él, yo lo considero el Obispo más grande del siglo xx cubano porque tuvo que inventar ser Obispo en un país comunista para el que no estaba preparado, y lo inventó muy bien y dirigió muy bien y presidió la Conferencia Episcopal Cubana en varias oportunidades. Pues monseñor Adolfo le dijo al doctor José Felipe Carneado, que era el que atendía la religión en el Comité Central del Partido: «Ha ocurrido un boom pastoral, un boom en nuestras iglesias, hay un desbordamiento pastoral». Eso fue lo que ocurrió indiscutiblemente en aquellos años que precedieron a la venida del papa Juan Pablo II. Y los laicos quedaron así, no se inventó por otras vías porque algo quedó clarísimo en el ENEC: había que evangelizar los ambientes, el ambiente familiar, el ambiente eclesial, el ambiente laboral, el ambiente estudiantil, el ambiente social. ¿Y quiénes eran los encargados de esa labor? Los laicos, los hombres y las mujeres que tienen que abrir caminos en los ambientes sociales. Los sacerdotes tenemos que inspirar, lógicamente, y tenemos que sostener. ¿Dónde estaba la fuerza de todo aquel laicado cubano de los años 60, de los años 70, de los años 80 y de principios de los 90? En una sola cosa esencial tenían concepto de lo que es la Iglesia y en un fundamento enorme la vida espiritual del laico: los sacramentos, la oración, sin la cual no se hubieran podido sostener aquellos difíciles años de los 60, los 70 y los 80. Eran hombres, mujeres, jóvenes y hasta niños de una gran vida interior. Porque sin vida interior no puede haber acción del laicado. Y entonces se abrieron muchos caminos y contactos con el mundo actual de la cultura, y aparecieron los centros, el Centro de San Juan de Letrán, el aula Fray Bartolomé de las Casas, en el año 1998, después de la venida del papa Juan Pablo II a Cuba, el Centro de Bioética, un año antes, que lleva todavía el nombre de Juan Pablo II y espero que reabra remozado y rejuvenecido aquí donde estamos hablando nosotros. Se han abierto muchos caminos para el mundo de la cultura, muchos caminos para el mundo de la ciencia, donde se puede establecer el diálogo con personas que no piensen como nosotros y que no sientan como nosotros, pero que exista una arcilla común que nos una porque en fin de cuentas el hombre no es lobo del hombre, sino que el hombre es hermano del hombre, como lo dijo el más hermano de todos los hombres, Francisco de Asís. Esto es lo que se ha hecho después de la ENEC. Ha habido, efectivamente, una disminución de laicos en nuestras comunidades, sabemos todas las dificultades por las que atraviesa el laicado cubano: la situación económica del país, la emigración constante y fuerte que existe y no se detiene. A mí me preocupa mucho esa emigración. Porque se va la sangre joven de este país y un laicado que no es aún laicado porque no tiene conciencia de ser laico. Es un laicado que piensa más allende el mar que en la Iglesia que vive en Cuba y que hombres como Gustavo Andújar, sin prejuicios y con una vocación de diálogo, supieron mantener.
Se me quedaba mencionar ya que estamos hablando de lo que permaneció en Cuba de los laicos, a una institución laical de la iglesia católica en 1961, la OCIC, que ya funcionaba en esta sala, en esta casa, desde muchos antes de 1961. Gracias a la animación del cardenal Manuel Arteaga Betancourt, que donó este salón y compró esas lunetas, y el aparato cinematográfico, que compraron los mismos laicos en un cine de esta capital que se desactivó, grupo al cual pertenecían laicos tan renombrados como Julio Morales Gómez, Walfredo Piñera, Gina Preval y otros más. Ellos fueron los que mantuvieron la OCIC, hoy SIGNIS, pero la OCIC no dejó de trabajar en Cuba y en esta sala, mensualmente, se celebraba un cine club al que podían venir todas las personas que quisiesen y el primero que se sentaba en una de esas lunetas era monseñor Evelio Díaz, el Arzobispo de La Habana. Así que este es nuestro laicado y hay que revitalizarlo.
Moderador: Gracias p. Tony por sus palabras, más que una presentación, ha sido realmente una conferencia magistral; si no conocemos el pasado, no podemos conocer y entender el presente, y si no entendemos el presente no podremos nunca construir el futuro. Muchas gracias.
A continuación el Dr. René Zamora Marin, nos presentará: «Gustavo Andújar: Un hombre coherente lleno de Esperanza».
Dr. René Zamora Marín: Cuando nos atrevemos a realizar un homenaje de esta naturaleza a un amigo, tal vez lo primero que deberemos reconocer es nuestra total incapacidad para expresar todo lo que deberíamos decir, debido a que, durante el transcurso del tiempo al compartir una vida juntos, hemos obviado y aún pasado por alto muchos momentos que vivimos y donde fuimos incluso sus protagonistas, pero que ya quedan como algo tan evidente en el recuerdo que se ha logrado mezclar lo real con la imaginación. Así que intentaré al realizar esta aclaración, expresar mejor lo que pienso con una reflexión de Gabriel García Márquez cuando dijo: «la vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para ser contada».1 De esta manera y a la luz de este aviso, trataré de iniciar el relato de un hombre cubano, nacido en nuestra época y que trató de ser coherente con su tiempo y también lo suficientemente valiente como para no claudicar a la forma en que las circunstancias exigieron que viviera su extraordinaria y fecunda existencia.
Mis recuerdos sobre mi amigo se remontan a un tiempo evidentemente ya muy lejano de mi juventud. Uno de los aspectos que nunca podré dejar de recordar fue nuestro trabajo en los movimientos juveniles de la iglesia, sobre todo durante la iniciación del Apostolado Seglar Organizado (ASO), remedo de la herencia de la Acción Católica, cuando un grupo de jóvenes pretendíamos hacer presente el Evangelio en un país confesionalmente ateo militante, donde lo científico se mezclaba con lo ideológico y la Revolución cubana con una evolución casi desde su inicio marcada por un sistema socialista, evolucionó paulatinamente en corto período hacia una interpretación fundamentada en el materialismo histórico. A partir de entonces, la religión ya no fundamentaba la moral y tampoco ofrecía la esperanza de un mundo mejor; sino que constituía «el opio del pueblo», y el trabajo se consideraba como Deus ex Machina, o sea como fuerza impulsora de la nueva sociedad, que aspiraba a formar un hombre nuevo. Los imaginarios culturales de esa época que nos tocó vivir fueron la solidaridad y el patriotismo como virtudes ciudadanas, pero la solidaridad entendida como expresión más elevada del humanismo marxista, que es también internacionalista.2 Esa fue gran parte de nuestra época vivida con incertidumbres, dudas de identidad, amenazas, pero también con Fe y alegría, y con un sentido de pertenencia a nuestro país al cual nunca deseamos renunciar, porque nuestra cultura cristiana y cubana se encuentra siempre llena de Esperanza.
Saben que muchas veces he expresado que esta virtud nos permite, ante todo: «anticipar y disfrutar desde ahora lo que yo sueño para el mañana».3 Nosotros, los que narramos esta historia, y Gustavo en particular, hemos podido disfrutar esta alegría creo que gracias a que no nos dejamos aplastar por la dura realidad. También porque llegamos a ser conscientes y asumimos unos valores que de por si son evidentes, pero que llegan a ser visibles socialmente cuando los vivimos y los encarnamos como virtudes en la atmósfe ra de lo cotidiano. Por supuesto, teniendo como premisa la humildad y el respeto hacia los demás, sabiendo que los «llevamos en vasos de barro» y que únicamente podrían perdurar con la Gracia de Dios.
Recuerdo, casi como si fuera ayer, a tres amigos que, en la planta alta de mi casa, concretamente en la biblioteca bien dotada, herencia admirable de mi padre, con una antigua máquina «underwood» redactábamos un documento de la sección juvenil del ASO. Llevábamos largo tiempo en aquel empeño, al final realizado dignamente y con suficiente «enjundia», lo cual nos permitió entregarlo al Obispo, y obtener su autorización para la distribución en algunos grupos parroquiales y también para hacerlo circular en los ambientes universitarios de donde procedíamos. De los tres amigos, uno era camagüeyano, becado, residente en La Habana, el otro un aprendiz de médico y el otro un estudiante de la Facultad de Química de la Universidad de La Habana. Los nombres de aquellos jóvenes pretenciosos eran Salvador Riverón Cortina, quien se graduaría posteriormente de Licenciado en Biología y comenzaría a trabajar en el llamado entonces «Instituto del Cerebro» del profesor Bustamante, y, andando el tiempo, se convertiría en eximio sacerdote y Obispo Auxiliar de La Habana, Gustavo Andújar Robles y el que les habla. Creo que la identificación y el trabajo conjunto, unidos a ideales francamente compartidos, unido todo esto a la tolerancia mutua y al cariño en la adversidad, propició que nos uniéramos los tres amigos, como reales hermanos, lo cual ha perdurado hasta el momento actual. Nunca han dejado de serlo, hablo de ellos a través del tiempo siempre en presente, porque considero que nuestra fraternidad trasciende fronteras y porque la vida es más fuerte que la muerte.
Probablemente uno de los aspectos de mayor importancia que me quedan en el recuerdo, ahora contado, es que el hecho religioso aun cuando ha sido inspiración de un fenómeno holístico muy complejo, en todo el transcurso de nuestro tiempo: «la mística no se dejó devorar por la política a la que ha dado la vida»4 y que lo que hasta ayer políticamente no fuera prudente, hoy es casi conveniente.
Gustavo nació de una familia humilde y buena. Su madre, doña. Juanita Robles, trabajaba de jefa de costura en el Hospital Comandante. Manuel Fajardo y fue la primera persona que me regaló, a mi medida, una bata de médico para ejercer mi carrera. Gustavo nació en La Habana el 13 de diciembre de 1947 y estudió en el Colegio de «los Hermanos Maristas». De profesión químico, alcanzó el grado de Doctor en Ciencia y Tecnología de los Alimentos en Valencia. Durante más de 33 años fue investigador del Instituto de Investigaciones para la Industria Alimentaria de La Habana, donde fue investigador titular y responsable de numerosos proyectos de investigación nacionales e internacionales. Todo este tiempo trabajó como investigador del proceso de elaboración de alimentos cárnicos.
Llegó a ser consultor de la Organización para la Agricultura y la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas. En el Instituto, en unión con sus amigos, algunos de los cuales han sido invitados a este evento, se distinguió por sus aportes a la elaboración de la creación de un tipo interesante de hamburguesa y otros renglones afines. Sin embargo, su gran pasión, y lo que definió realmente a Gustavo fueron los medios de comunicación social, junto a su compromiso con la permanencia en Cuba para la evangelización de nuestra cultura, unido todo esto a su matrimonio con Chelita, aquí presente. Después de seis largos años de relación ambos lograron construir una familia, cuyo fruto significativo es una inteligente joven médica a la que llamaron Patricia, quien les ha dado dos nietos maravillosos. Desde la temprana fecha de 1965 Gustavo se incorporó a la rama cubana de la Asociación Católica Mundial para las Comunicaciones, SIGNIS, y durante el período 20052014 desempeñó el puesto de vicepresidente de esta prestigiosa institución internacional, y desde 2014 hasta 2017 ejerció su presidencia. Fueron múltiples países los visitados, enorme el reconocimiento internacional que recibió y creo que siempre llevó el mensaje de nuestra cultura cubana, lo mejor de nuestra historia, la realidad de nuestra Iglesia Católica. Propio de su elevada responsabilidad, en esos países impartió conferencias, tomó parte en congresos y en festivales internacionales de cine y se desempeñó como integrante de numerosos jurados. Recuerdo que al concluir su mandato el papa Francisco lo nombró Caballero de la Orden de San Silvestre ya que, con anterioridad, en el año 2006, el papa Benedicto XVI le había concedido la Cruz Pro Ecclesia et Pontífice.
» Su amor a Cuba y a su Iglesia. Un hombre de nuestro tiempo
Su compromiso con la patria cubana lo llevó a ser un hombre activo: presidió la OCICCuba desde 1994 y cuando esta se integró a la Asociación Católica Mundial para la Comunicación (SIGNIS) continuó como presidente de la Filial cubana, ahora SIGNIS Cuba, y durante todo ese período fortaleció sus vínculos con el mundo profesional del audiovisual no solo en nuestro país sino con SIGNIS internacional. Fue director de la revista trimestral Espacio Laical y de la revista digital Ecos y coordinador desde 1993 hasta 2017 del jurado internacional católico en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. Contribuyó durante todo este tiempo a fomentar un dialogo constructivo a nivel de valores, donde la maestría de la cinematografía se combinaba con el arte enjundioso de la comunicación personal. Fue un hombre puente.
En el año 1984 fue uno de los gestores de la participación de un jurado internacional católico en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana. La organización católica de cine en Cuba respondía así a una invitación oficial del Ministerio de Cultura, en la que el director del festival subrayaba «la contribución importante de esta organización católica internacional en el campo de la cultura cinematográfica».5
Como laico tan comprometido con la Iglesia Católica en Cuba, realizó innumerables servicios, entre los que se destaca su labor meritoria en el Consejo Diocesano de Laicos, el Movimiento de Trabajadores Cristianos (MTC) y el apoyo a muchas otras actividades nacionales de los laicos. Fue delegado a la organización del Encuentro Nacional Eclesial Cubano (ENEC), celebrado en La Habana en 1986, y recuerdo con regocijo su decisiva participación en el Documento Conclusivo, donde se vertió toda una herencia del paso de un paradigma eclesial que se gestó en nuestra patria, hacia otro más participativo, inclusivo y dialogante. Porque nadie pudo oponerse a nuestro deseo de dialogo y reconciliación entre todos los cubanos. Fui testigo excepcional del momento cuando expresó su criterio entusiasta en nuestro equipo de redacción de dicho Documento, y que presidia el cardenal Pironio, delegado del Santo Padre. Este grupo de cinco personas redactó una significativa parte de «laicado y sociedad, así como el papel de la mujer trabajadora en la iglesia». Asistió, además, al Congreso Mundial del Laicado Católico realizado en Roma en el año 2000 y tomó parte en las labores organizativas dedicadas a las respectivas visitas a nuestro país de los papas Juan Pablo II, Benedicto XVI y el padre Francisco. Durante muchos años formó parte de la comunidad perteneciente a la capilla Nuestra Señora de Loreto, del municipio Playa, muy cerca de donde residía. Era un hombre de contemplación en la acción.
Tal como puede observarse durante la historia de su vida, la Esperanza fue su divisa, la batalla fue su duro bregar, la coherencia un desafío constante que lo capacitaba para aceptar su dura realidad.
Amigo. No hubo ni habrá ya para ti otro tiempo mejor que el que te toco vivir. Fue sencillamente el tuyo, el que colmaste de todo sentido con tu presencia. Por esta razón deseo aplicar en este momento de recordación, la tremenda vigencia de las palabras que expresó el hombre que es la síntesis histórica de nuestra cultura, y de nuestra ética, José Martí, el fiel heredero de la obra vareliana: «la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida»,6 Gustavo!!!! tú la cumpliste bien, mucho mejor que nosotros, y es por esta razón que puedo afirmar hoy que el pensamiento del Papa Emérito Benedicto XVI, pronunciado en Aparecida el domingo 13 de mayo del 2007, se cumple cabalmente en ti: «La vida cristiana no se expresa solamente en las virtudes personales, sino también en las virtudes sociales y políticas, …por esta razón el discípulo, fundamentado así en la roca de la palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma moneda».7
Eso fuiste tú, tan querido hermano, discípulo y misión hecha carne en este pueblo que hoy te rinde homenaje, en este Santo Recinto donde se gestó la nación cubana. Porque además, como conviene recordar siempre, «urge colmar la notable ausencia, en el ámbito político, comunicativo y universitario, de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada, que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas».8
Muchas gracias a todos por tan amable atención.
Moderador: En estos momentos entramos en contacto con el señor Ricardo Yáñez, Secretario General de la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, con sede en Bruselas. Buenas tardes, Ricardo:
Ricardo Yáñez: Buenas noches. Estoy muy complacido de poder acompañarlos y de haber escuchado al padre Antonio, a René, y poder compartir muy humildemente algunos pensamientos, algunas imágenes y recuerdos de la vida de Gustavo, a quien conocí hace unos 23 años, más o menos, y compartí con él distintos momentos junto con otros amigos que nos están acompañando hoy en este encuentro. Veo a Carlos, veo a Pepe Mármol, a Marianela Pinto. Y en principio me parece la fecha de hoy, 24 de marzo, una fecha muy especial porque recordamos a Romero, a San Romero, y quiero empezar con esta evocación. Oscar Romero es el Patrono de SIGNIS y fue presentado justamente por Gustavo, promovido por Gustavo en 2015, en la reunión del Consejo Directivo en Puerto España, en República Dominicana, y el Consejo Directivo decidió adoptar a Romero como el Patrono de SIGNIS. Gustavo justamente lo presentó diciendo que Romero constituía un ejemplo para todos los comunicadores cristianos por la defensa de los pobres, por la justicia y la reconciliación. Y esta es la imagen del retrato de Romero que Carlos, presidente de SIGNIS América Latina y Caribe, justamente le entregó a Gustavo. Este retrato está en nuestro Secretariado para recordarnos que Romero es nuestro Patrono y nuestro modelo como comunicador. Me parece importante que justo en el día de hoy recordemos a Romero y a Gustavo.
La otra imagen que deseo compartir con ustedes tiene que ver con el momento en que SIGNIS recibe el estatus canónico y se le convierte en una Asociación de Fieles Laicos de Derecho Público. Fue en una ceremonia en octubre de 2014 en Roma. Gustavo recordaba que la organización SIGNIS, anteriormente OCIC y UNDA, fueron principalmente obras del laicado con una conciencia clara de ser presencia activa en el mundo profesional de la comunicación. Eso él continuamente nos lo recordaba. En aquel momento en que recibíamos ese reconocimiento de la Santa Sede él nos hablaba a todos de la fuerte identidad laical de nuestras organizaciones OCIC UNDA en su momento, y ahora SIGNIS. Otro marcado tema de Gustavo era la convicción de tener que construir un puente con el mundo del arte y el mundo del pensamiento.
Recuerdo a Gustavo en el Congreso Mundial de Quebec y su encuentro con el director de cine Martin Scorsese, quien presentó su película Silencio y también recibió una distinción de parte de SIGNIS por su carrera. Considero esto como un signo fuerte de construir puentes, de acercarse a aquellos que están trabajando en nuestro mismo campo, en este caso la comunicación, pero que están no dentro de nuestra organización, sino afuera y de quienes tenemos que aprender.
Deseo también compartir con ustedes otro rasgo de Gustavo y es la gran cercanía que nos hacía vivir a los que estábamos lejos de él. En su computadora escribía innumerable cantidad de mensajes electrónicos al día a un montón de gente con la cual estrechaba lazos y, en el caso específico de la organización, pues fortalecía esos lazos con ellos, con gente que podía estar en otros continentes o que podía estar en América Latina. Recuerdo un viaje que hicimos al sur de Ecuador, a una localidad que se llama Zamora, en la Amazonía ecuatoriana, estando nosotros en un Congreso de SIGNIS América Latina y el Caribe, en Loja, Ecuador. Fuimos en vehículo por tierra, un par de horas, hasta Zamora a visitar una estación de radio y un canal de televisión porque a él le interesaba estar presente, acercarse y hacer sentir a todos los que formaban parte de la organización que eran parte de ella y en este caso él, que era vicepresidente en ese momento, pues se acercaba, trataba de entender qué estaba pasando en esa comunidad, cuáles eran los problemas que tenían y cómo estos podían ser llevados a otros espacios de la organización, como podía ser el Consejo Directivo. Y finalmente la última imagen que quiero compartir con ustedes es el hecho de cómo Gustavo vivía la condición universal de la Iglesia, la de un laico que se sentía parte de esa Iglesia universal. Y por eso mencionar algunos de los lugares que él fue, visitó: Viña del Mar, Australia, Brasil, Francia, Tailandia, Malasia, Ecuador, República Dominicana, Rusia, Estados Unidos, Líbano, Hong Kong, Costa Rica, Colombia, Chile, Paraguay, Venezuela, Trinidad y, por supuesto, España y seguramente se me estará olvidando algún otro lugar, pero él siempre se sintió muy cubano. Algo que no vamos a olvidar es el humor de Gustavo, el humor muy cubano de Gustavo, quien sin perder su cubanía era profundamente universal también.
Ya para terminar deseo expresar un muy profundo agradecimiento a Dios por haber puesto a Gustavo en el camino de nuestras vidas y de SIGNIS. Sí, porque SIGNIS es una familia, una red, un grupo de personas que Gustavo construyó de manera muy clara y muy fundamental, y mi agradecimiento a Dios por ello. Muchas gracias.
Moderador: Muchas gracias también a usted, Ricardo, por su testimonio. Establecemos ahora contacto con la señora Marianela Pinto, de SIGNIS Ecuador. Buenas tardes, Marianela.
Marianela Pinto: Me siento muy honrada, muy conmovida, muy agradecida de poder participar en este justo homenaje a nuestro gran amigo Gustavo Andújar, a quién conocí allá por el año 2006, cuando SIGNIS Ecuador inauguraba su primer jurado internacional en el Festival de Cine Cero Latitud, en Quito, mi ciudad natal. Era mi primera experiencia como jurado en un festival de cine y puedo afirmar que tuve el mejor maestro. Gustavo llegó con su gran cultura cinéfila, su visión objetiva y la actitud generosa de quien enseña y aconseja a través de su charla y de su buen humor y también algo que deseo destacar, un gran respeto por mi condición de mujer, pues él afirmaba que era muy importante la mirada femenina a la hora de juzgar los filmes. Quizás porque admiraba a María, siempre señalaba la gran disposición de esa mujer, la madre de nuestro Salvador, para aceptar el camino que Dios le había trazado. Fueron unos días de mucho aprendizaje. Recuerdo que habíamos visionado el 90% de las películas en competencia y no encontrábamos una posible ganadora. Gustavo con mucha sutileza nos señaló que siendo esta la primera edición de un jurado SIGNIS en Quito, no iba a ser idóneo declarar el premio desierto porque los filmes que hasta ese momento habíamos visionado no transmitían mensajes con valores. Por fin llegó una comedia ligera y divertida y respiramos con alivio y le otorgamos el Premio SIGNIS a Qué tan lejos por su gran eficacia comunicativa. Gustavo creía firmemente en el poder de la comunicación no solo a través de las palabras sino también a través de las imágenes. Él tenía esa mente capaz de entender el pensamiento y el alma humana en las películas, un hombre con los valores correctos, de una simpatía innata, comprometido con la comunicación solidaria y con el prójimo. Creo que más que un crítico cinematográfico era un amante del cine, un espectador analítico que sabía leer entre cuadro y cuadro, entre escena y escena.
La vida nos hace coincidir con gente que nos enseña, que se convierte en amiga, Gustavo fue el amigo sincero, generoso, elocuente y cordial, un hombre que vivía la fe en sus actos cotidianos. Cuando supe de este justo homenaje in memoriam me vinieron a la mente los grandes recuerdos que nos deja, su sonrisa franca, sus simpáticas historias, su apoyo, su lucidez, su dignidad y su sencillez, su espiritualidad, su amor a Dios y a su familia. Me duele su partida. ¡SIGNIS y la Iglesia le debemos tanto! Me quedo con su recomendación para quien está dirigiéndose al público, él expresó: ponte de pie para que vean quien habla, hazlo fuerte para que te escuchen y sé breve para que te quieran. Termino mi sencillo y sentido homenaje con este hermoso poema de autor desconocido:
A los que se fueron demasiado pronto.
A los que nos dejaron sin querer marcharse.
A los que ya no sabemos si lo que queremos es abrazarles o que nos abracen.
A los que brillan cada noche allí arriba.
A los que están en nuestros sueños un día y un día también.
A los que tuvimos que decir adiós sin querer, sin esperarlo.
A los que nos dejaron huella, momentos y recuerdos inolvidables.
A los que nos hacen soltar una lágrima y pasar por ese lugar especial.
A los que nos dejaron un poco más solos, aunque no se hayan ido del todo.
A los que nos dejaron miles de cosas por decir.
A los que serán siempre, aunque no vuelvan nunca.
A los que un día esperamos volver a ver. En ese cielo. En esa vida.
Y poder agarrarles fuerte, y no soltarles.
Y decirles, aunque sea por última vez: Te Amo.
Siempre te recordaremos querido Gustavo. Muchas gracias
Moderador: Muchas gracias a ti, Marianela, por contarnos tus experiencias con Gustavo y por este hermoso poema. Damos ahora la palabra desde Argentina al Sr. Carlos Ferraro, presidente de SIGNIS América Latina y el Caribe. Buenas tardes, Carlos:
Carlos Ferraro: Buenas tardes, casi noche. Un saludo especial desde Buenos Aires a todos los hermanos y hermanas de Cuba, un pueblo tan querido y que he tenido la posibilidad de conocer en varias oportunidades. Creo que lo más justo y bello que se puede decir de Gustavo ya fue dicho, lo que me obliga a ser realmente breve. Yo en esta oportunidad no me queda más que enfatizar que, de todo lo que realmente representó para nosotros Gustavo, me voy a quedar con su fuerte compromiso como laico. Nosotros somos una organización de laicos donde también trabajan y nos acompañan muchos religiosos y la figura de laico yo creo que es crucial para lo que la Iglesia de hoy necesita. Gustavo era un soldado muy entrenado en eso y creo que su vida fue un testimonio del valor que tiene el laico dentro de las distintas funciones que se pueden cumplir dentro de la Iglesia. Era un hombre valiente, de carácter difícil; yo no siempre coincidí con él cuando compartíamos debates acerca del cine, pero siempre fue muy nutritivo el diálogo con él porque era un hombre de cultura, que sabía argumentar, y esto creo que es un elemento valioso que muchas veces hoy se pierde. Porque se intenta imponer ideas, pero no hay argumentaciones sólidas como las que Gustavo ponía en práctica en su vida cotidiana y en su vida profesional. Tuve la suerte de tratarlo en algunos de los países que ya nombró nuestro secretario Ricardo. Estuvo aquí en Argentina dos o tres veces, le gustaba la cultura argentina, sabía de tango, sabía saborear una buena carne y también comer una buena pizza. Y siempre con el humor irónico y por momentos sarcástico, siempre de alguna manera nos presentó a Cuba. Era un hombre muy cubano y todos los avatares políticos y sociales que él vivió, justamente porque le tocaron los momentos más difíciles de la historia reciente de Cuba, los transmitía muchas veces a través del humor. Un hombre crítico que iba al grano, frontal, directo, cosa que no siempre se logra con las amistades o las personas conocidas, esa calidad de diálogo.
Todo lo que se ha dicho de Gustavo, incluso desde la perspectiva de lo que ha contado Ricardo, el secretario, todo es cierto, todo es verdadero, todo es cercano para los que conocieron a Gustavo. Yo me enorgullezco como representante de la región de América Latina y Caribe que Gustavo haya formado parte del ejecutivo mundial durante doce años, dos períodos como vicepresidente y uno como presidente. Porque fue llevar a un universo de culturas distintas la mirada de lo que es la Iglesia latinoamericana y de lo que es el hombre latinoamericano comprometido con la cultura y la comunicación. Pienso ante todo en ese calificado auditorio donde está la presencia de Chelita y de Patricia. Yo a Chelita la conocí la primera vez que fui a Cuba, que fue cuando también conocí a Gustavo, allá por el 2006. De Patricia tenía noticias debido al orgullo que él sentía por su hija, profesional calificada. Otros amigos en Argentina, y particularmente mi señora, siempre hemos estado interesados en la salud de Chelita, porque nos enterábamos a través de él de todos los padecimientos que ella tenía. Pienso que debe ser muy gratificante para una esposa y para una hija escuchar cosas sobre su padre y su marido cuando tal vez él era un hombre muy dedicado al trabajo, tal vez durante mucho tiempo fuera del hogar porque era un hombre muy viajado, como decimos nosotros. Y ahora los amigos y las personas que lo quisieron de verdad presentan y amplían un panorama incluso hasta el detalle de lo valiosa que fue la personalidad de Gustavo. Celebro que haya una coincidencia, como ya dijo Ricardo, de que hoy es la fecha en que conmemoramos en SIGNIS mundial, y especialmente en América Latina, la existencia de nuestro monseñor Romero, Patrono de la Institución. Esta es otra de las cosas que como latinoamericanos le debemos a Gustavo: él fue un promotor de la figura de Romero, que nos enorgullece como comunicadores y como hombres de Iglesia. Quiero agradecer a quienes tuvieron la idea y el trabajo de hacerle este homenaje justo y necesario y decirles que en nombre de la Comisión Directiva de SIGNIS América Latina y Caribe estamos agradecidos de que hallamos podidos elevar la voz para colocar simplemente una gotita más de halagos merecidos para nuestro querido Gustavo. Gracias, buenas noches a todos y a todas.
Moderador: Pasamos ahora, para concluir, al momento cultural, en el cual el maestro Ramón Leyva González nos deleitará con los instrumentales: «Preludio Opus 28 # 4» de Chopin, así como con una obra de su autoría: «Sacrilegio de una cubana». Con posteridad nos interpretará «Puente entre cielo y tierra» de Perlita Moré, y concluirá con «Plegaria a la Virgen de la Caridad del Cobre», de Ernesto Lecuona.
Referencias
- García Márquez G. Cien Años de Soledad. Edición conmemorativa. Real Academia Español: Ed. Alfaguara; s/a.
- Zamora Marín R. «Cultura, Bioética y Sociedad Secular: una visión desde Aparecida». Conferencia impartida en Colombia en 2016. 3 Ibídem 4 Ibídem
- Enrique Collazo J. «Gustavo Andújar Robles: un laico cubano de amplio perfil». Sitio WEB Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. 1 de septiembre de 2021.
- Martí J. Obras Completas. La Habana: Centro de Estudios Martianos; 2001.
- Papa Emérito Benedicto XVI, «Sesión inaugural de los trabajos de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe», Santuario Aparecida. 2017.
- Documento Conclusivo de la V Conferencia General del episcopado latinoamericano y del Caribe. Santuario Aparecida, 2017.