A continuación, reproducimos las ponencias presentadas en el evento «Romero comunicador» organizado por la Asociación Católica Mundial para la Comunicación, SIGNIS, conjuntamente con el Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, en ocasión de la canonización de monseñor Óscar Arnulfo Romero, Patrono de SIGNIS.
El evento se celebró el 12 de octubre de 2018, en la sala San Pío X del Palazzo San Calisto, en el Vaticano, y en él intervinieron el cardenal Gregorio Rosa Chávez, obispo auxiliar de San Salvador y colaborador de monseñor Romero, y Julian Filochowski, presidente del Archbishop Romero Trust, un centro de documentación sobre la vida y obra de monseñor Romero con sede en Londres.
San Óscar Romero, ¡Presente!
Por Julian Filochowski
Queridos amigos de Óscar Romero.
El gran teólogo latinoamericano Gustavo Gutiérrez dijo una vez que si Jesucristo, la Palabra hecha carne, era la homilía de Dios Padre; entonces el arzobispo Romero podría ser descrito como la homilía de Jesús, su Hijo, a quien siguió con fidelidad y valentía.
Me gustaría agregar que el difunto monseñor Ricardo Urioste y la doctora María Julia Hernández, ambos de feliz memoria; junto a nuestro cardenal Gregorio Rosa Chávez, quien está hoy aquí con nosotros; y también con el devoto postulador de Romero, monseñor Rafael Urrutia; y mi gran amigo, el jesuita Jon Sobrino, cada uno de ellos, debe ser descrito de forma similar, como la homilía y el eco de este gran santo contemporáneo, Óscar Romero. Cada uno de ellos ha comunicado obstinadamente el ministerio y el martirio de Romero, sus palabras y su legado, a la Iglesia y al mundo, durante 38 largos y difíciles años. Lo que podríamos llamar Romero-fobia tomó la delantera durante mucho tiempo. Por lo tanto, es apropiado que, en la canonización de Romero, aquí en Roma, les rendindamos un más que merecido homenaje. A ellos debemos una colosal deuda de gratitud.
A partir de 1977, Romero fue conocido como la voz de los pobres sin voz. Él quería que la Iglesia expresara el sufrimiento y la desesperación, el hambre de pan y la sed de justicia de tantos de su pueblo que no tenían voz. Por lo tanto, semana tras semana, después de una contemplación orante, con un discernimiento fenomenal, con sabiduría pastoral y, sobre todo, con coraje apostólico, este obispo, este instrumento de Dios, habló sobre la verdad sin adornos, en una tierra de encubrimiento y mentira. No hubo ni exageración, ni populismo, ni agenda oculta. Sus palabras fueron una auténtica comunicación cristiana. Y al decir esa verdad con integridad desde el púlpito, desde su cátedra, a través de su estación de radio y su periódico, dio esperanza a su gente.
Esta forma de comunicar le valió a Romero una enorme credibilidad en todo el mundo, su mensaje fue difundido través de distintos medios internacionales y dio testimonio de la opresión y la violencia que estaba experimentando su pueblo, que fue documentada por su Arquidiócesis. Las masacres y desapariciones, los seis sacerdotes y docenas de catequistas laicos asesinados, las iglesias ocupadas como cuarteles militares, y los tabernáculos destrozados, lo llevaron a describir a su país católico, El Salvador, que lleva el nombre de Cristo Salvador, como «parecido a los dominios del infierno».
Por eso lo mataron: porque dijo la verdad sin matices, sin tener en cuenta las amenazas a su vida, tanto de la derecha como de la izquierda política. Es importante recordar que, paradójicamente, Óscar Romero fue asesinado «in odium fidei», por odio a la fe, por católicos. Él es un mártir de la opción por los pobres, un mártir de todo el Magisterio de la Iglesia; pero de una manera muy especial, él es un mártir de las comunicaciones sociales auténticas de la Iglesia; y un santo patrono digno y muy apropiado para SIGNIS. A lo largo de su vida sacerdotal, Romero adoptó un estilo de vida simple y frugal; estaba cerca de la gente; era un hombre devoto y culto, con una maravillosa capacidad para escribir y usar el micrófono, y con un talento espectacular como predicador. Técnicamente no era un periodista, pero era un gran comunicador, lo cual resulta evidente incluso en sus bellas cartas de la década de 1930, cuando se formaba en el seminario Pio Latino, en Roma.
Durante su magisterio se convirtió en director de tres periódicos de la Iglesia. Primero en San Miguel, donde desde 1945 hasta 1967 estuvo a cargo de El Chaparrastique, el periódico diocesano; luego, en San Salvador, fue nombrado editor de Orientación, el semanario arquidiocesano; y en Santiago de María, ya como Obispo, fundó El Apóstol, como órgano de su diócesis.
Era un verdadero creyente en los medios, a los que consideraba «Voz de la Iglesia», una voz que comunica y aclara la doctrina y las prácticas de la Iglesia, transmite noticias y fomenta la religiosidad popular. Y, de hecho, ¡eliminó a los columnistas que querían abordar los grandes problemas sociales del campo! Pero al convertirse en Arzobispo, se transformó su acercamiento a los medios de comunicación de la Iglesia, coincidiendo con su nueva comprensión de la evangelización, obtenida de Evangelii Nuntiandi, de Pablo VI, como su enfoque personal de la espiritualidad.
Precisamente la espiritualidad de Romero evolucionó gradualmente a partir de una espiritualidad que equipara la santidad con la perfección y la rígida observancia de las prácticas espirituales y ascéticas, a una búsqueda dinámica, fiel y devota de lo que Dios realmente le estaba pidiendo. Gradualmente comenzó a identificar al Dios de Jesús que vivía en las personas que sufren en El Salvador. Dadas las circunstancias que encontró en su Archidiócesis en 1977, y su decisión de ver las cosas como lo haría Jesús de Nazaret, puso sus grandes capacidades para utilizar los medios de comunicación al servicio de su misión pastoral.
El arzobispo Romero provocó una feroz oposición de los medios tradicionales, propiedad y al servicio de los sectores económicos privilegiados. Fue, por un lado, un pastor decidido a anclar la Palabra de Dios en la realidad que su pueblo vivía, y dispuesto a denunciar a quienes habían abandonado su fe en Jesucristo y su deber de comunicar noticias verdaderas, optando por la defensa de privilegios injustos. Una ironía perversa fue que mientras él rechazó la violencia, ya sea para mantener o derribar estructuras de injusticia, resultó etiquetado como una fuente de conflicto.
El episodio de la Misa Única, en marzo de 1977, en respuesta al asesinato de Rutilio Grande, provocó la ira de las clases dominantes, que se volvieron completamente en contra del que habían imaginado era su «pequeño obispo subordinado».
Pero esta acción profética de Romero y su posterior boicot al gobierno presidencial significaron un acto de comunicación altamente efectivo. En su mensaje declaró que la comunión nacional se había roto con el asesinato de un sacerdote por parte de un escuadrón de la muerte y, para restablecer la comunión, debía levantarse la impunidad ante este crimen.
Romero se convirtió entonces en la brújula moral de la nación y, para la prensa internacional, el «árbitro» de la vida salvadoreña. Se había ganado su confianza.
Ayudé al arzobispo Romero a preparar su conferencia de prensa con los medios internacionales en Puebla, México, en 1979. Estaba muy nervioso, pero se desenvolvió brillantemente y recibió una ovación de parte de la sala de prensa, un gesto que reforzó su compromiso. En El Salvador, la prensa oligárquica eliminó las noticias sobre Romero. Las declaraciones y casi todas las referencias a la Iglesia, contenían información tendenciosa y calumnias. Insultaron sin piedad a Romero y lo vilipendiaron con artículos de odio, etiquetándolo como comunista, guerrillero, títere y agente de Satanás.
Los medios tradicionales se convirtieron en una zona carente de ética, un área prohibida para la moral. Podemos pensar que las «noticias falsas» son un fenómeno de la era Trump, pero ya estaban con gran auge, en los medios de comunicación salvadoreños de los años 70.
Organizaciones «fantasmas», grupos católicos ficticios, colocaron anuncios atacando la ortodoxia de Romero y su ministerio. El diálogo entre el Arzobispo y la prensa fue constante e intenso. Romero usó palabras ásperas que es posible leer en sus homilías. De la «prensa servil y engañosa», dijo, había «lenguas alimentadas con mentiras» y «bolígrafos en venta».
La más impactante y repugnante de todas las manifestaciones de odio apareció en las redes sociales anteriores a twitter, en forma de calcomanías de coches con el mensaje «Sé un patriota: mata a un sacerdote».
Se puede asegurar que los medios de comunicación tradicionales salvadoreños abonaron el asesinato de Romero al crear las condiciones, en la atmósfera frenética que condujo a la guerra civil, donde tal magnicidio se volvió concebible y factible, y al final sabemos cómo terminó esta historia: con la celebración con fuegos artificiales y champán en los barrios ricos de la capital.
Las comunidades cristianas en América Latina inmediatamente canonizaron a Romero en sus corazones, como San Romero de América. Pero, como nos lo ha recordado don Gregorio, ahora se convertirá en San Romero del Mundo.
Él será canonizado aquí el domingo como santo de la Iglesia universal, modelo de cristiano y obispo en la opción preferencial por los pobres. Sus palabras y sus obras, sus homilías y sus comunicaciones sociales, coronadas por su martirio, ya están inspirando a la Iglesia en todo el mundo. Sus palabras, a veces perturbadoras, son un verdadero desafío para obispos, sacerdotes y laicos por igual.
Es un desafío luchar por la santidad y, al hacerlo, pedir a Dios, a través de la intercesión de Óscar Romero, que se nos otorgue el coraje apostólico necesario, que escuchemos atentamente a los pobres, que busquemos justicia para los excluidos; y decir la verdad de nuestra condición, incluso cuando somos criticados e insultados como ingenuos e ignorantes que hacen el bien. Romero dijo: «Seríamos falsos en nuestra misión como pastores, si tuviéramos que reducir la evangelización a meras prácticas de piedad y sacramentalismo desencarnado».
Creo que el papa Francisco está diciendo lo mismo. ¡El desafío para los medios cristianos ahora es evitar la tentación de presentar a un Romero descafeinado, un hombre carismático y orante que fue alcanzado por la bala de un pistolero loco mientras celebraba la Misa! No; el arzobispo Romero fue asesinado en un crimen deliberado y planeado para silenciar la voz de la verdad en una sociedad alimentada con una dieta de distorsiones y mentiras.
La voz de los sin voz fue asesinada en el altar. Al final fue ejecutado como Jesús de Nazaret. Así que, por favor, cuenten la historia como realmente fue. La piedra que los constructores rechazaron, se ha convertido en la piedra angular.
San Óscar Romero, ¡Presente!
(Roma, 12 de octubre de 2018).
Monseñor Romero tenía un método totalmente único de comunicar
Por monseñor Gregorio Rosa Chávez
Muy buenas tardes a todos y todas.
Me encanta hablar de Romero cuando era niño y recorrer el pueblo donde nació, imaginarlo repartiendo telegramas y cartas, porque su padre era telegrafista y encargado de correos en el pueblo. Verlo corriendo por las calles y siempre deteniéndose en el templo para hacer un poco de oración; después, repartir la Buena Nueva de Dios. Todos nosotros hemos sido beneficiados por esta pasión de Romero por la palabra escrita, hablada y sobre todo vivida.
Una de las más bonitas homilías que pronunció fue sobre Juan Bautista, en la que comentó algo que dice san Agustín. Juan era la voz, pero Cristo era la Palabra, y dice el santo: la voz es un poco de aire, pero lleva el mensaje de la Palabra. Hemos venido comentando, dice, que todo lo que predicamos va a desaparecer, pero la palabra de Cristo permanecerá en los corazones que la hayan querido acoger. Aquí se equivocó Romero; porque su voz no desapareció. Aquí tenemos una prueba de que su voz sigue muy viva.
Anoche estaba en una vigilia en Roma, en honor del papa Pablo Vl, y de repente anuncian que el papa Francisco llevará el próximo domingo el cíngulo que portaba Romero el día que lo mataron, un cíngulo manchado de sangre. Qué va a decir el Papa, no lo sé, pero está claro quién es para el Papa, Romero.
¿Qué es lo que Romero nos enseña? La coherencia. Cuando el papa Francisco cumple cien días al frente de la iglesia, le preguntan al portavoz qué tiene el Papa de nuevo. Y dice: tres cosas, primero el nombre Francisco; nunca hubo un Papa con nombre Francisco, esto significa tres cosas, la paz, los pobres, la ecología. Segundo, primer Papa latinoamericano, con una vivencia directa que se comunica al mundo como una experiencia que vale la pena compartir, y tercero: su modo de evangelizar. Él evangeliza con lo que es, con lo que hace, con lo que dice. Esto fue Romero, solo que Romero no predica cada diez minutos como el Papa. Un día predicó dos horas y la gente quedó atenta a sus palabras.
En una ocasión, esto lo cuenta en su diario, Romero estaba predicando en domingo y de repente nos quedamos sin energía eléctrica y no pudo continuar la homilía. Al final volvió la electricidad y dijo: «miren, ya volvió la luz, me faltan los hechos de la semana, si quieren escucharlos, pueden quedarse». Todo el mundo se quedó. ¿Qué pasaba con Romero? Hay una escena en la película Romero que es de las más bonitas para mí: están las campesinas ante un radio escuchando su voz un domingo. Esa voz era más importante que el pan, era como el oxígeno, como la luz que iluminaba el firmamento del país, porque a través de ella se sabía qué era lo que pasaba en el país y qué pensar de lo que sucedía.
Es asombroso ver cómo Romero fue descalificado por los medios de comunicación y cómo fue distorsionado. Acaba de salir el libro titulado Monseñor Óscar Romero y los medios de comunicación, muy bueno para conocer qué pasó en el campo de la comunicación. Hay aquí una foto de Roberto d’Aubuisson, el autor intelectual de su asesinato, en un programa de la televisión dedicado a monseñor Romero. Al preguntarle el periodista al señor d’Aubuisson sobre las intervenciones de monseñor Romero a través de sus homilías dominicales, respondió lacónicamente: «Respeto a ese señor, solamente no puedo decir si está con Dios o con el diablo.» Ese mundo fue en el que le tocó a Romero ser pastor, una quiniela total en ese país. Y era un maestro en filosofía cuando hablaba.
Qué importante es esta noche conocer al comunicador Romero con su método totalmente único de comunicar. Era un hombre tímido, un hombre ansioso, siempre estaba consultando; pero cuando tomaba un micrófono era un profeta de fuego y se transformaba. Porque estaba invadido por el espíritu de Dios. Hemos encontrado su última homilía del 23 de marzo; él llevaba unas notas de mano y de ellas comenzaba a armar su homilía. Ese día tuvo tres temas: primer punto, la Iglesia, el servicio de liberación personal, comunitaria y transcendente, la debilidad de la persona y lo primero que urge liberar; dos, Dios quiere salvarnos como pueblo; tres, la trascendencia de la liberación verdadera y definitiva.
Un libro de un politólogo de la Universidad Centroamericana explica cuál es el modelo de sociedad que quiere monseñor Romero. Él no era politólogo ni era político, no era sociólogo; era pastor. Sin embargo, tenía un sueño de sociedad, una sociedad según el corazón de Dios. Así describe este politólogo lo que Romero nos dejó como modelo de sociedad: el Reino de Dios. Él aspiró a cambiar los corazones y que el pueblo fuese pueblo, no masa.
Me encanta un párrafo en donde él dice: «Dios quiere salvarnos como pueblo; Dios no quiere masa, Dios quiere pueblo; ¿qué es la masa? Ese montón de gente cuanto más ignorante mejor, cuanto más alienada mejor. ¿Qué es el pueblo? Es la comunidad organizada donde todos conviven hacia el bien común». Una perfecta definición. Él quiso ser pueblo y por eso lo persiguieron tanto, por eso lo atacaron tanto. Hubo una publicación anónima que el gobierno editaba, sin reconocerlo, que decía: «Harán exorcismo a monseñor Romero», o sea que él era el demonio.
En una ocasión Romero le preguntó a unos jóvenes: «¿Quién soy yo? Para unos soy el origen de todos los males del país, una especie de monstruo; para otros soy el pastor que camina con su pueblo». Esta noche en la antesala de la canonización, vemos que es el pastor que camina con su pueblo, lo cual supone tres cosas: primero saber a dónde vamos, segundo saber comunicar esa utopía y tercero ir hacia adelante.
Por eso Romero fue tan duro con los medios de comunicación de esa época, que alarmaban a la gente, no les enseñaba a ser críticos. ¿Qué es evangelización? Comunicar la palabra, comunicar la vida de Cristo en los sacramentos, comunicar también un camino cuando cambia la sociedad. Todo es comunicación.
En el mundo de hoy estamos conectados, pero no estamos comunicados, y esa idea es muy importante rescatarla. Porque si no nos convertimos en gente sin capacidad de ser solidaria y compartir con otros. El papa Francisco afirmó que a Jesús le encantaba estar con la gente en torno a una mesa compartiendo la comida y por eso le dijo a una de esas comunidades: «Este es mi cuerpo, esta es mi sangre». Y la dejó de eucaristía. Mi reino es como una gran mesa de manteles largos, comida para todos, y cada uno tiene su lugar también. De ahí sale la canción que todos conocemos, cada cual con su taburete tiene un puesto y una misión.
En esta noche soñamos un mundo que nos mostró monseñor Romero, un mundo en el que podamos compartir. Me gustó muchísimo que el Papa haya decidido invitar a los jóvenes, les atendió aparte y les dijo: «la admiración es un derecho humano, sigan luchando», una sola frase que puede cambiarlo todo.
Estaba yo una vez en Washington, en la Iglesia del Sagrado Corazón, con gente de El Salvador, y les pregunte qué pasaría en Washington si todos ustedes se ponen en huelga y me respondieron: se paraliza la ciudad. Les pregunté: ¿son conscientes del poder que tienen? Después de los ataques del 11 de septiembre los hicieron trabajar para reparar, siendo ilegales.
Hasta ahí se colaron. Cuando esa gente se ponga de pie y conozca cada uno de los derechos civiles y que el voto tiene un poder tremendo, las cosas van a ser diferentes, pero nos falta tener la capacidad de comunicar a la juventud ideales, utopías, sueños, y no un mundo unidimensional, un mundo plano, sin horizontes, sin futuro.
Para concluir: hay dos exposiciones, una de fotografía de Romero, con 41 imágenes, algunas inéditas, como Romero como futbolista o Romero en la playa y el título es «Vida, pasión y muerte del profeta». Él fue enterrado en Domingo de Ramos y será canonizado este Domingo de Resurrección; la segunda, una idea loca de unos periodistas que están en todos lados, que investigan sobre su muerte y ahí está el resultado en esta sala, muy interesante y universal.
Pues bien, este domingo Romero se convierte en Romero del Mundo, usamos nosotros un símbolo que es la planta de Romero, una planta que tiene tres características: aromática, es medicinal y es muy buena para la cocina. Su olor va a inundar el mundo y esa medicina la necesitamos nosotros, sobre todo para descontaminar el ambiente, que esté limpio de corrup ción, de ambiciones, de diferencias, de egoísmo y también del pecado y de ideas que están infestadas. El Salvador es un país que no está reconciliado; hay heridas que no cicatrizan. Con Romero hubiéramos sido un país reconciliado en la justicia, en la verdad, en el amor. Y con Romero en la cocina para compartir en paz, todos nosotros, en fraternidad y esperanza. El Papa cree que es posible todo esto y nos dio tres claves; el papa Francisco dice: primero hay que conocer su doctrina, segundo hay que imitar su ejemplo y tercero hay que invocar su intercesión. Romero está vivo y muy vivo; esperamos compartir esa experiencia inolvidable. Gracias por estar aquí y que Dios los bendiga.