Irreverencia Producciones: un proyecto teatral que le da a los pedales

Con una visibilidad muy discreta y una promoción que se limita al círculo de los amantes del teatro, por no estar insertado en los mecanismos de la masiva divulgación cultural, desde hace ya algún tiempo desarrolla su labor en un apartamento de la calle 11 esquina 16, en el Vedado, el proyecto Espacio Irreverente. Su directora y fundadora es la madrileña Eva González, quien después de haber concluido los estudios de danza clásica y de teatro vino a La Habana a cursar un taller convocado por Danza Contemporánea de Cuba. A continuación conoció al director de teatro Vicente Revuelta, al maestro de danza Manolo Vázquez, se incorporó a varios proyectos culturales en la Isla y decidió establecerse y materializar sus sueños como artista en la capital cubana. Estuvo asociada al conjunto Pro-Danza, al Festival de Video-Danza y a otras iniciativas culturales y educativas. En 2010 creó Irreverencia Producciones, que aglutinó a un amplio y diverso número de artistas. Cinco años después inauguró el proyecto teatral Espacio Irreverente. Desde entonces, arropada por un reducido y fiel grupo de actores y colaboradores, ha venido desarrollando entre nosotros su loable aporte cultural, que ha tenido entre sus principales logros la representación de la obra El Diccionario. Con el fin de conocer aún más la labor de Espacio Irreverente y la trayectoria artística de su directora le hemos hecho la siguiente entrevista.

Marivel Hernández: Eva ¿Cuándo vienes por primera vez a Cuba?

Eva González: Llego a Cuba en el año 1990 a un curso de danza contemporánea y conozco al maestro Vicente Revuelta a través de su hermana. Él me encargó un taller de movimiento con sus alumnos en el Instituto Superior de Arte y me propuso trabajar a su lado como profesora de Movimiento y también como actriz en un proyecto de corte comunitario con sus alumnos.

MH: Tengo entendido que trabajaste en varios grupos de teatro independiente en España ¿Me puedes hablar al respecto?

EG: Comencé mi vida artística cuando era una niña, primero en danza y después en teatro. Integré varios grupos; el último fue La Federal. También estuve en el Gato Rojo, de danza-teatro. Luego, ya viviendo en Cuba, he colaborado esporádicamente con Producciones Inconstantes

MH: Eva, ¿Cuál es tu formación profesional?

EG: Soy artista escénica, pedagoga y dramaturga. Me licencié en Danza Clásica y me especialicé en coreografía, creatividad y técnicas de danza contemporánea. Estudié actuación en el Laboratorio William Layton. He desarrollado mi labor profesional principalmente en España y Cuba. He trabajado en diversos campos de la danza, el audiovisual, la educación popular, el trabajo social, la educación artística-creativa y el teatro.

MH: Eva, entre tantas inquietudes, ¿cuál es tu experiencia en escritura dramática?

EG: He creado varias piezas breves, performances y he participado en obras colectivas. Escribí un monólogo titulado Salomé o ¡la Candela! Se representó en Cuba y en España, donde fui invitada a participar en el Festival de Autores Españoles Contemporáneos. Luego, entre 2009 y 2010, ya con mayor criterio de pertenencia, bajo mi propia dirección y actuación, pude hacer de esta obra una vivencia que se enriquecía día a día a través de la comunicación real con el público, objetivo muy importante para mí. Ahora tengo pendiente llevar a escena otras dos obras: una infantil y un drama.

MH: ¿En qué consiste Irreverencia Producciones?

EG: Irreverencia Producciones es una iniciativa sociocultural, creativa y educativa sin objeto de lucro creada en el año 2010. Sus objetivos principales son promover y visibilizar proyectos independientes y/o asociados a instituciones desde ideales interactivos, solidarios, interculturales e integradores, conjugando el riesgo y la experimentación con la calidad y el rigor profesional. Pertenecemos al Centro de Teatro de la Habana, pero en nuestro alto compromiso, financiamos y sustentamos gran parte de las acciones que generamos. También intentamos aportaciones personales voluntarias de los integrantes (tanto materiales, de equipamiento, uso de infraestructuras y labor ad honorem), colaboraciones y auspicios de instituciones. Además nos coordinamos con otras instituciones como la UNEAC en trabajo comunitario.

MH: Y entonces, Espacio Irreverente ¿qué es?

EG: Espacio Irreverente es la sede de trabajo de Irreverencia Producciones, un espacio multipropósito, local de propuestas educativas y culturales puntuales y estables. No es el único espacio donde trabajamos y/o nos presentamos, pero sí el puntal de nuestra estabilidad.

MH: ¿Entre esas propuestas se encuentra el quehacer teatral?

Los actores Eva González y Roque Moreno durante la puesta en escena de la obra El Diccionario.

Los actores Eva González y Roque Moreno durante la puesta en escena de la obra El Diccionario.

EG: Sí. Desde febrero de 2017 estamos realizando presentaciones semanales de El Diccionario, de Manuel Calzada, dirigido por mí, en co-producción del Centro de Teatro de La Habana-Consejo Nacional de las Artes Escénicas y la pequeña colaboración de la Agencia Española de Cooperación Internacional.

MH: Eva, hemos visto el montaje de la obra El Diccionario, basada en la vida y la producción intelectual de María Moliner, y nos pareció una obra emotiva sin dejar de ser «educativa». ¿Qué te llevó en específico a escenificar esta obra?

EG: En cuanto conocí a Manuel Calzada, su autor, quien recibió el Premio Nacional de Dramaturgia Española en 2014, y me propuso montar El Diccionario en Cuba, me atrajo fuertemente la idea por estas razones:

  • Visibilizar la labor y la integridad de una mujer real, que además realizó su pertinaz trabajo casi oculta entre la represión política, social y familiar. De ahí que decidí que se tratara de un teatro íntimo donde el público se sintiera espiando su vida.
  • Defender el maravilloso poder del lenguaje verbal, de la palabra, apostar por el lenguaje textual en tiempos donde la primacía de lo audiovisual a veces es tiránica y lo anula. Probar, tomar como eje lo textual y además sumar e interactuar con otros lenguajes expresivos de manera que compongamos un todo racional y emocional.
  • Finalmente, lo que acabó de decidirme fue entender que la apuesta personal de María Moliner fue una elección de libertad a pesar de su contexto negativo, y eso es lo que creo que necesitamos todos los seres humanos y especialmente los colectivos en desventaja, como aún, lamentablemente, somos las mujeres, empoderarnos por voluntad propia, sea por el camino que fuere, sin excusas, buscando la grieta de realización personal que salga a nuestro paso o podamos conquistar.

Hay muchas más razones, como muchas más esquinas expresivas: contradicciones y conciencia de género, la vejez digna y creativa, la lealtad, la autoafirmación, el compromiso ético de los intelectuales y las personas progresistas, la resistencia, pero también la conciliación, la resiliencia, el optimismo y la ternura, el sentido del humor como arma de inteligencia emocional, vivir la vida en tu propia combinación siempre perfectible de rebeldía y aceptación, sin cultivar el resentimiento. Agradezco tantísimo a Manuel Calzada por el empujón que me ha permitido desde su obra encontrar cada vez más razones, más contenidos que profundizar.

MH: ¿Cuáles fueron los presupuestos estéticos y conceptuales que se tuvieron en cuenta para su escenificación?

EG: Es una apuesta estética de teatro íntimo, sencillo, integrador de lenguajes, con primacía de la actuación, la confluencia de lo subjetivo y lo objetivo, lo surreal, lo espiritual y lo intelectual. Es resultado de nuestra búsqueda conceptual y expresiva.

Por otro lado, el conflicto del drama se encuentra no solo en el contexto social, familiar y político que se muestra en los recuerdos de María Moliner, fundamentalmente a través del personaje de su marido, sino que la acción principal del guión dramático viaja en la ruptura de actitud que María provoca en su doctor. El neurólogo es una persona situada en una esfera personal conservadora, prejuiciada, de «ganadores», firme en su «seguridad» y de pronto una mujer en las vueltas finales de su vida, represaliada y «perdedora», resquebraja su sistema de valores, su forma de ver la vida, la dignidad humana, en definitiva la libertad. Intento que sea este conflicto el puente expresivo de la puesta en escena.

MH: ¿El audiovisual antes de la representación es solo para ubicar el contexto epocal o tiene otras implicaciones?

EG: Defiendo que el hecho teatral empieza desde que entras a la sala, quizás desde que sales de tu casa. Por eso siempre me ha interesado intentar cuidar la música de sala, la entrada del público, etc. Por ejemplo, en mi anterior espectáculo unipersonal, yo misma salía a la búsqueda del público en la calle creando un clima de complicidad y compromiso. Los materiales audiovisuales son de atención voluntaria. Sobre todo, facilitan cierta flexibilidad para pequeños retrasos y necesidades, y para garantizar la absoluta intimidad, puesto que una vez cerrada la sala no es posible más acceso. Por otro lado, gracias a ellos también incluimos a los espectadores como participantes (el «doctor» les da entrada a la actividad), y así podemos introducirnos en el contexto social y contradicciones que rodearon a María Moliner. Muchos de ellos son absolutamente universales y contemporáneos, pero el conocerlo de manera más precisa nos coloca en actitud más cuestionadora hacia lo que vamos a presenciar.

MH: ¿El montaje fue pensado para un público específico o para todos los públicos? Le pregunto porque a diferencia de una representación en un teatro convencional, aquí no se paga la entrada, pero se tiene que sacar una reservación con anticipación y es para un número muy limitado de espectadores.

EG: Es una obra teatral para todos los públicos, dijéramos que desde la adolescencia. Defender un espacio íntimo y casi personal, pues nuestro Espacio Irreverente es en realidad parte de mi casa, obliga a cuidar con esmero la afluencia de público para garantizar la calidad de la atención. Por otra parte, se trata de construir un compromiso recíproco con el público. De hecho «pasamos la gorra o el sombrero o el cepillo» al final de la representación, aunque la suma de lo recaudado no cubra ni el gasto de la electricidad. Lo hacemos así para que cada uno valore y sienta que no se trata de una «gratuidad», sino de respeto mutuo.

Me interesa en este momento el hecho creativo más como complicidad, comunicación privilegiada y a veces «íntima» que como masividad. Me interesa que el hecho artístico toque nuestra fibra emocional y racional, y no que se juzgue simplemente la estética y se nos olvide todo al doblar la calle. Me interesa que, igual que le ocurre a nuestro Doctor, algo muerda las esquinas de nuestras seguridades, nos cuestione, nos haga crecer.

MH: ¿Cuáles son los objetivos de tu proyecto en general?

EG: Uf, hay una cadena de objetivos, pero podría resumirlos en realizar productos y promover redes de activismo desde la creación artística, la cultura y la educación. Somos una iniciativa «comunitaria» de autogestión en un sentido amplio. O sea, no queremos ser un proyecto territorial de «caridad» para poblaciones desfavorecidas. Somos un espacio sociocultural no del todo encasillable en Cuba, pues no somos «cuentrapropistas» y evidentemente tampoco constituimos una formación «con objeto de lucro». Sin embargo, respondemos a nuestra iniciativa y emprendimiento con cierta independencia.

Nos proponemos investigar caminos para realizar proyectos que nos vinculen de manera íntima y social, con relaciones de reciprocidad, buscando ser interlocutores de progreso desde la sencillez de cada propuesta, combinando rebeldía y reto con satisfacción y realización.

Desde Irreverencia Producciones, hemos realizado proyectos y actividades con criterio trans-disciplinar. Pero es desde la apertura del Espacio Irreverente, que nuestras acciones empiezan a encontrar más autonomía y estabilidad a la vez que mejores condiciones para interrelacionar otras propuestas. Aun así pedaleamos mucho y avanzamos con lentitud.

Nuestro trabajo teatral en estos momentos tiene el apoyo del Centro de Teatro de la Habana, con un diálogo bastante diáfano y enriquecedor. Lo peculiar es que no teniendo medios de sostenibilidad estables, lo cual a menudo nos pone en grave crisis, nuestra voluntad de alimentar redes e intercambios hacen que hayamos podido ser plataforma de propuestas culturales informales, independientes o alternativas, y también de instituciones oficiales. Si este tipo de diálogo creciera y mejorara en muchas iniciativas de nuestra sociedad abriríamos aún más los cauces de progreso que necesitamos.

MH: ¿Cómo se creó el grupo? Sus actores iniciales y los que ahora mismo interpretan la pieza, ¿en qué se diferencian y que tienen en común a la hora de trabajar contigo como directora y actriz?

EG: No somos un grupo… no aún. Por Irreverencia Producciones desde 2010 han pasado muchas personas. Algunas de hecho van y vienen. Todavía no hemos logrado condiciones sólidas de permanencia y crecimiento. Crecemos, crecen la calidad de nuestras propuestas y su alcance, pero somos parte de la inestabilidad que nos rodea, que tiene disímiles causas, y por ello estamos inmersos en crear y fortalecer el proyecto. Los actores y técnicos, algunos con fuerte sentido de pertenencia, tampoco han sido estables ni esa es la condición. Es un reto el mejorar la es tabilidad de nuestro propio progreso para fortalecer las propuestas y su alcance. Son círculos viciosos, luego nos toca enfrentarlos por varios puntos.

MH: ¿Cuál es tu concepto de la función teatral? ¿Qué referentes has tomado como grupo y qué directores, cubanos o extranjeros, han influido en tu trabajo?

EG: He trabajado tantos estilos y registros que soy deudora de todos, desde el más comercial o frívolo, hasta el más intelectual.

Soy profesional de la danza también, poseo la Licenciatura de Danza Clásica y además domino los estilos contemporáneos. Eso me ha aportado, tanto en su estudio como en la práctica —bailarina, coreógrafa, educadora— un acercamiento al hecho escénico, por un lado muy plástico y visual y por otro muy físico-vivencial e interior.

Como ya decía, mis primeros estudios fuertes de actuación los realicé en el Laboratorio Teatral William Layton, de Madrid, que promovieron en mí un fuerte sentido ético del por qué y para qué necesito y quiero comunicarme desde la escena. Con esta y otras técnicas no he dejado ni dejo de estudiar e investigar como actriz, artista y como pedagoga. Puedo nombrar demasiadas influencias porque me siento obligada a seguir siendo influenciable. Me emocionan autores y directores de la esfera latinoamericana, pero también gente de vanguardia de otros lugares y tengo la suerte de haber experimentado mucho, aunque me parece poco. ¿Admirar? Bueno, siempre me acuerdo de Arístides Vargas y Charo Francés, para poner un pequeño y maravilloso ejemplo.

A veces me siento una actriz minoritaria; plantarme en la escena es para mí un ejercicio de «actuación» desde el sentido más profundo: reflexión, búsqueda, riesgo íntimo, aprendizaje, acción, comunicación, cambio… El estar ahora dirigiendo no es más que un paso práctico para posibilitar las propuestas con responsabilidad. Me cuesta decir que soy directora, me siento obligada a ser aún más coherente, más comprometida, superarme; y solo estoy empezando. Quiero seguir arriesgándome desde dentro de la escena, es decir, actuar, y desde ahí asumir la dirección como «contaminada», implicada, a veces experimental, y no desde la visión estética de director «gurú» que sabe muy bien lo que quiere desde el comienzo y el equipo se repliega a eso.

MH: Háblame de los éxitos obtenidos, de los sinsabores o dificultades, y de los proyectos futuros.

EG: Todo son éxitos. Hasta los tropezones y caídas son oportunidades de aprendizaje. Y sí, hemos tropezado bastante, lo que claramente queremos reducir. Ha sido mucho el desgaste. Pero, bueno… ahí está nuestra María Moliner como ejemplo de tenacidad. También la obra tiene eso de conciliar sueños con realidades, vivir el momento que te toca, huirle al resentimiento y victimismo, soñar con los ojos abiertos, luchar y disfrutar y después «que te quiten lo bailao».

Tenemos demasiados proyectos futuros, algo así como una cartera de proyectos que… simplemente se van asumiendo al ritmo que se puede. A veces me parece que estoy en una especie de bicicleta estática donde no paro de pedalear y sin embargo avanzo muy lento. Realmente no puedo realizar todo lo que me planteo, ni siquiera a pleno realismo.

En vistas tenemos varias puestas en escena: un unipersonal para pequeños muy sencillo y con primacía de la participación crítica y creativa lúdica, y un drama llamado Los 7 pedos que escribí hace algunos años. También relanzar nuestro Café-Teatro Irreverente cuando haya condiciones, realizar intercambios y residencias artísticas, mejorar nuestro plan de talleres comunitarios nacionales e internacionales, invitar y colaborar con otros creadores, proyectar un plan de entrenamiento y experimentación actoral por encuentros, crear una puesta en escena de creación colectiva… Pero todo nos exige un equipo cada vez más fuerte y una mayor independencia, lo cual a su vez depende de capacidades financieras… Soy optimista, pero sé que nuestro ritmo va a ser más lento de lo que queremos y merecemos.