«Este es un acontecimiento profundamente espiritual», señaló en los comienzos de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) Colonia 2005 el Arzobispo de la preclara ciudad alemana, el Cardenal Joachim Meisner. «Aquella fue una fiesta del espíritu, probatoria de que no es un determinado Papa el que es capaz de movilizar a los jóvenes, sino la Iglesia, Jesús mismo», corroboró días después uno de los 40 integrantes de la comitiva criolla, el sacerdote Rolando Cabrera, secretario del cardenal Jaime Ortega Alamino, Arzobispo de La Habana.
Las frases definieron, grosso modo, la vigésima edición de un evento que, efectuado del 16 al 21 de agosto, llegó a reunir a un millón de personas y contó con la asistencia de Benedicto XVI, Sucesor de Pedro, en su primer viaje pastoral fuera de Italia.