Cada vez que me encuentro en Miami intento almorzar en el famoso Café Versalles, bastión geográfico del exilio cubano, citado con tanta frecuencia que se ha convertido más en cliché que en referente útil. Visitando lugares así, uno siempre enfrenta la tentación de describir al exiliado histórico y sus descendientes como “habitantes de la nostalgia” –nostalgia por “la Cuba que fue”, lo cual no es realmente un hecho histórico, sino una creación discursiva y sociológica a lo largo de muchos años. Pero los clientes habituales de ese restaurante ni siquiera sueñan con reproducir la Cuba de sus supuestas memorias.