Según la mayoría de los entendidos en las artes plásticas, la Bienal de La Habana constituye una de las muestras de arte contemporáneo más importantes del mundo. Organizada por el Centro Wifredo Lam, ubicado en el casco histórico de la ciudad, tuvo su primera edición en 1984, y en esa ocasión se centró en exponer la obra de artistas cubanos y de otros países de América Latina. En su segunda edición, en 1986, la Bienal incluyó a artistas de África y Asia, razón por la cual algunos especialistas llegaron a considerar a este evento como «una cumbre de los artistas plásticos no occidentales».
En la historia de las Bienales sobresale su décima edición, efectuada entre el 27 de marzo y el 30 de abril de 2009. Tal vez el destaque se debió, más que al elemento puramente artístico, a su tema central: «Integración y resistencia en la Era de la Globalización».
En ese contexto las obras presentadas trataron los siguientes temas: relaciones entre la tradición y la realidad; desafíos a los procesos históricos de la colonización; relación entre arte y realidad; efectos del desarrollo tecnológico en la comunicación humana; y la dinámica de la cultura urbana. Seis años después, durante su versión doceava, la Bienal conoció de un suceso inédito hasta ese momento: el evento oficial programado para el Centro Wifredo Lam fue eclipsado por una muestra colateral que tuvo lugar en la Fortaleza de la Cabaña. Esto no hizo más que sacar a la superficie los problemas que venía afrontando el referido centro promotor de las artes plásticas en la isla, problemas que iban desde la falta de financiamiento hasta la escasa organización de sus actividades, pasando por el éxodo de especialistas y el envejecimiento de sus curadores. Así las cosas, la escena quedaba lista para lo que iría a ocurrir en la 13ra Bienal, programada inicialmente para el mes de octubre de 2018. Porque cuando todos pensaban que no habría obstáculos para celebrar el evento en la fecha prevista, el Ministerio de Cultura informó que la Bienal se posponía como consecuencia de los estragos ocasionados por el huracán Irma. De inmediato, e imaginando que en el anuncio oficial había más de pretexto que de causas objetivas, un grupo de artistas independientes acarició la idea de convocar a una Bienal alternativa que sería celebrada en el propio 2018.
El inicio de esa Bienal alternativa fue señalado para el sábado 5 de mayo. Sin embargo; la reacción oficial no se hizo esperar. Dos días antes, el 3 de mayo, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) difundió un comunicado en el que criticó en duros términos esa muestra independiente, la que calificó como «un intento de crear un clima propicio para promover los intereses de los enemigos de la nación cubana». No obstante, contra viento y marea, el evento alternativo comenzó en la fecha indicada con la participación de unos cien artistas nacionales y extranjeros, entre ellos la cubana Tania Bruguera, que este año había sido distinguida por el Museo Tate Modern de Londres, el reconocido curador y crítico de arte Gerardo Mosquera, la pintora Sandra Ceballos, el poeta visual y escritor Francis Sánchez, la documentalista Yaíma Pardo y el pintor Reinyer Leyva Novo (Chino Novo). Junto a ellos estuvieron artistas de Brasil, México, Colombia, España y de otros países. Ese 5 de mayo el local ubicado en la calle Damas no. 155, en La Habana Vieja, vivió una tarde inusual cuando un público expectante ocupó todos los espacios aledaños. Una gran sábana desplegada en la segunda planta de la edificación anunciaba que comenzaba la Bienal alternativa de La Habana. En las palabras inaugurales del evento, el artista Luis Manuel Otero Alcántara elogió el esfuerzo y la voluntad de sus colegas que, al riesgo de las posibles represalias de las autoridades culturales, decidieron participar en la muestra independiente, que contó con otros espacios en distintos municipios de la capital.
Y, efectivamente, durante los diez días que duró la Bienal no faltaron las acciones del aparato cultural contra varios de los participantes en el evento, tanto los nacionales como los extranjeros. En el caso de los primeros hubo más de una amenaza de que extranjeros, entre ellos la cubana Tania Bruguera, que este año había sido distinguida por el Museo Tate Modern de Londres, el reconocido curador y crítico de arte Gerardo Mosquera, la pintora Sandra Ceballos, el poeta visual y escritor Francis Sánchez, la documentalista Yaíma Pardo y el pintor Reinyer Leyva Novo (Chino Novo). Junto a ellos estuvieron artistas de Brasil, México, Colombia, España y de otros países.
Ese 5 de mayo el local ubicado en la calle Damas no. 155, en La Habana Vieja, vivió una tarde inusual cuando un público expectante ocupó todos los espacios aledaños. Una gran sábana desplegada en la segunda planta de la edificación anunciaba que comenzaba la Bienal alternativa de La Habana. En las palabras inaugurales del evento, el artista Luis Manuel Otero Alcántara elogió el esfuerzo y la voluntad de sus colegas que, al riesgo de las posibles represalias de las autoridades culturales, decidieron participar en la muestra independiente, que contó con otros espacios en distintos municipios de la capital.
Y, efectivamente, durante los diez días que duró la Bienal no faltaron las acciones del aparato cultural contra varios de los participantes en el evento, tanto los nacionales como los extranjeros. En el caso de los primeros hubo más de una amenaza de que sus nombres serían retirados del Registro Nacional del Creador —entidad controlada por el Ministerio de Cultura— si por fin tomaban parte en esa Bienal alternativa. Ser excluido del referido Registro significa que ese artista pierde la posibilidad de contar con cualquier ayuda oficial para el desempeño de su trabajo.
Por otra parte, varios de los artistas extranjeros afrontaron dificultades para mostrar sus obras debido a que algunas agencias de carga gubernamentales les retuvieron sus cuadros y pinturas. En una entrevista concedida a la agencia Reuters, el artista Otero Alcántara, organizador principal de esta Bienal, afirmó que «Lo que más me gustaría es romper un poco con el mito construido durante sesenta años de que hacer algo independiente, que parta de uno separado del Estado, es el diablo o es contrarrevolución».
Después de este episodio es difícil prever cuál será el futuro de las Bienales de La Habana. No dudamos de que la cultura oficial puje por mantener el evento bajo su égida. Sin embargo, ya el movimiento de artistas independientes demostró que también puede desarrollar una muestra de este tipo. Entonces veremos qué sucede en 2019.