Uno de los rasgos distintivos de la posmodernidad es la “democratización de los medios”. Si antaño a estos accedían unos pocos, hoy, al menos en buena parte de Occidente, cualquiera puede acceder a los mismos, tener un show televisivo, escribir en un periódico, o en una revista, construir una novela o dirigir una película.
Esta realidad resulta positiva a simple vista, pues cada vez más grupos que fueron preteridos u olvidados alcanzan a tener voz y vida en los medios y ser protagonistas en los mismos, algo impensable hace tan sólo unos 40 años.
Sin embargo, al lado de este indiscutible avance subyacen, a mi juicio, varios aspectos negativos. El presente trabajo, dadas las limitaciones de espacio en la revista, no pretende realizar un análisis profundo de esta realidad que por supuesto no se reduce solamente a los medios-, sino sólo constatar el fenómeno y panear brevemente con una serie de ejemplos y percepciones, sobre este singular y complejo fenómeno.