Al igual que casi todo el pueblo cubano, las asociaciones laicales se sumaron al júbilo cuando, en enero de 1959, triunfó la Revolución y, en un manifiesto colectivo, manifestaron su sincera y desinteresada adhesión a la Revolución triunfante que tuvo el concurso más eficaz del catolicismo, con el aporte de vidas y sangre de sus mejores líderes; expresando también las aspiraciones de los católicos cubanos respecto a la libertad religiosa, la de emisión del pensamiento, la de enseñanza, que lleva consigo el derecho de los padres a decidir sobre la educación de sus hijos, la libertad de asociación y reunión [Boletín de las Provincias Eclesiásticas de Cuba No. 4, 24 de Febrero de 1959, p. 129]