Todo comenzó con una gran soledad, cuando en agosto de 1940, a los 25 años, el hermano Roger dejó su país de nacimiento, Suiza, para ir a vivir a Francia, el país de su madre. Desde hacía años, albergaba la llamada a crear una comunidad en la que se concretizaría todos los días una reconciliación entre cristianos, «en la que la benevolencia de corazón se viviría muy concretamente, y donde el amor estaría en el corazón de todo». Deseaba realizar esa creación en la angustia de ese momento, y de este modo, en plena guerra mundial, se instaló en el pequeño pueblo de Taizé, en Borgoña, a unos kilómetros de la línea de demarcación que dividía Francia en dos partes. Escondió entonces a refugiados (en particular a judíos), quienes al huir de la zona ocupada sabían que podían encontrar refugio en su casa.