Una vez más le ha tocado a us ted comenzar este diálogo. No creo, sin embargo, que sean razones ideológicas las que determinen a quién le corresponde comenzar, sino más bien pro blemas prácticos. En el mes de septiembre tuve una serie de compromisos en el extranjero y es posible que para la redacción haya resultado más sencillo po nerse en contacto con usted. Por mi parte tengo una pregunta que quisiera hacerle y que me reservo pa ra la próxima vez; se trata de una pregunta a la que no consigo encontrar respuesta y para la que no me socorre ni siquiera esa “función oracular” que a veces, como nota usted, se atribuye erróneamen te a los pastores. Como mucho, tal función oracular podría ser atribuida a los profetas, pero en nues tros días, mucho me temo, son más bien raros.
La pregunta, pues, que tengo intención de ha cerle se refiere al fundamento último de la ética pa ra un laico. Me gustaría que todos los hombres y las mujeres de este mundo tuvieran claros fundamen tos éticos para su obrar y estoy convencido de que existen no pocas personas que se comportan con rectitud, por lo menos en determinadas circuns tancias, sin referencia a un fundamento religioso de la vida. Pero no consigo comprender qué tipo de justificación última dan a su proceder.