Siempre podemos ser amables
con quienes no nos interesan
Oscar Wilde
Lord Henry, en El retrato de Dorian Grey
Durante más de doscientos años las transiciones presidenciales, legislativas y judiciales en los Estados Unidos se han desarrollado ordenadamente, con arreglo a la Constitución y las leyes. Incluso durante los años en que se gestó y se vivió la etapa de mayor crisis constitucional y política que ha conocido la nación, la Guerra Civil (18611865), que devastó gran parte del país y en la que se estima que murieron cerca de 750 000 personas, se realizaron elecciones y se cumplió la voluntad popular expresada en las urnas. Abraham Lincoln, 16º presidente de los EE.UU., fue elegido en 1860, cuando ya el inicio de la guerra era inminente. Cumplió su período presidencial de 4 años, tal como establece la Constitución, y fue reelegido en 1864, cuando el conflicto estaba todavía en su apogeo. Al ser asesinado en abril de 1865, poco más de un mes después de haber tomado posesión en su segundo período presidencial, la guerra todavía no había terminado porque la rendición de las tropas del rebelde ejército confederado no era total. A pesar de esto, el vicepresidente, Andrew Jackson, tomó posesión como presidente y se mantuvo en el cargo hasta 1869, cuando tomó posesión el nuevo presidente electo, Ulysses S. Grant, siempre de acuerdo con los preceptos constitucionales.
En todo esto nunca faltaron tensiones y aun enemistades entre los políticos, incluso entre los padres fundadores de la nación. Es famosa la animadversión entre John Adams y Thomas Jefferson, segundo y tercero de los presidentes de los Estados Unidos. Adams no asistió a la toma de posesión de Jefferson: además de que no hubiera ido de buen grado, tampoco lo invitaron. Jefferson no asistió al funeral de George Washington, y John Quincy Adams —hijo de John Adams y sexto presidente estadounidense— tampoco asistió a la inauguración de su sucesor, Andrew Jackson.
A pesar de estas pugnas y pendencias, siempre existentes entre los famosos, cualquiera que sea su campo de actividad, en el marco de los presidentes estadounidenses ha predominado —con la estridente excepción de Donald Trump— un notable espíritu de civilidad y respeto. Una manifestación reciente de ese espíritu lo constituyen los mensajes de saludo de los presidentes salientes a los que asumen el cargo.
No es que tales mensajes hayan sido del todo raros a lo largo de la historia. La prensa destacó, por ejemplo, el telegrama que le envió el presidente Eisenhower en 1960 al entonces presidente electo John F. Kennedy, en el que le decía: «Quiero que sepa que estoy dispuesto a reunirme con Ud. en cualquier momento que acordemos para considerar asuntos de la continuidad del gobierno y la ordenada trasferencia de las responsabilidades ejecutivas de mi administración a la suya el 20 de enero.»
Es comprensible, por supuesto, que un presidente que deja el cargo tras ocuparlo durante el máximo de los dos períodos que admite la Constitución, como en este caso, asuma un talante magnánimo para con su sucesor. Después de todo, no fue él el candidato derrotado en los comicios. Sin embargo, gestos similares se han producido incluso en sucesiones presidenciales que han representado un trago amargo para el mandatario saliente, como lo fue para Edgar Hoover, aplastantemente derrotado por Franklyn D. Roosevelt cuando se presentó a la reelección en 1932. A pesar de las penosas circunstancias de su derrota, Hoover le escribió a Roosevelt:
Lo felicito en esta oportunidad que se le presenta de servir al país, y le deseo la más exitosa administración, en este empeño común a todos nosotros. Dedicaré a ello todos mis esfuerzos.
En época reciente, estos gestos de civilidad se han ido convirtiendo en la sana costumbre de que los presidentes salientes dirijan una breve carta de saludo y buenos deseos a su sucesor: Reagan, Bush padre, Clinton, Bush hijo, Obama y hasta el mismísimo Trump, han cumplido todos con este bonito gesto, es de suponer que unos de mejor agrado que otros. Las cartas se dejan sobre el escritorio de la que será su principal oficina de trabajo, la Oficina Oval, para que el presidente entrante la encuentre en su primer día de ejercicio del cargo. A partir de la de Reagan a Bush se han publicado facsímiles de todas, excepto las que dejaron Obama y Trump.
Durante mucho tiempo se mantuvo la duda sobre si Donald Trump dejaría una carta para Joe Biden, una vez que no le quedara más remedio que aceptar su derrota electoral y abandonar la Casa Blanca. Aunque nunca tuve dudas de que la sucesión presidencial se cumpliría una vez más, sí dudaba mucho de que Trump aceptara dejarle una carta de saludo y buenos deseos a Biden. Me equivoqué.
A continuación presentamos los textos de todas las cartas cuyo contenido se ha hecho público, con las correspondientes traducciones. Se incluyen también los facsímiles que se han publicado.
» De Ronald Reagan para George H. W. Bush, 1989
La carta de Reagan está escrita en un papel timbrado con la leyenda «No dejes que los pavos te depriman» y una caricatura que muestra a un elefante (símbolo del Partido Republicano, al que pertenecían tanto Reagan como Bush) asediado por unos pavos. La imagen se refiere a la acostumbrada —y siempre muy mediática— ceremonia en la que el presidente «indulta» a un pavo antes de la tradicional cena del Día de Acción de Gracias, o Thanksgiving, cuyo plato principal es el pavo asado.
Querido George:
Tendrás momentos cuando quieras usar este papel timbrado en particular. Bueno, adelante. George, atesoro los recuerdos que compartimos y les deseo todo lo mejor. Estarán ustedes en mis oraciones. ¡Dios los bendiga a ti y a Barbara! Echaré de menos nuestros almuerzos de los jueves.
Ron
» De George H. W. Bush para Bill Clinton, 1993
En la carta de Bush padre puede apreciarse la fecha, 20 de enero, que es el día en que el nuevo presidente, que acaba de tomar posesión en la ceremonia oficial, debe comenzar a trabajar en la Oficina Oval. El escritorio de esa oficina es especial. Fue un regalo de la reina Victoria, en 1880, al entonces presidente de los Estados Unidos, Rutherford B. Hayes, y está hecho de madera de roble, del casco de un famoso buque inglés de exploración ártica, el HMS Resolute. Desde entonces ha sido usado por muchos presidentes estadounidenses, y se acostumbra llamarlo Escritorio Hayes o, más frecuentemente, Escritorio Resolute. No es de menor importancia que «resolute» en inglés signifique resuelto, decidido.
Estimado Bill,
Ahora mismo, cuando entré en esta oficina, tuve el mismo sentimiento de fascinación y respeto que sentí hace cuatro años. Sé que tú lo sentirás también.
Te deseo que seas muy feliz aquí. Nunca sentí esa soledad que algunos presidentes han descrito. Habrá momentos muy duros, que serán aún más difíciles a causa de críticas que podrás pensar que no son justas. No soy muy bueno para dar consejos; pero no dejes que las críticas te desanimen o te desvíen de tu rumbo.
Ya serás nuestro presidente cuando leas esta nota. Recibe mis buenos deseos, para ti y para tu familia. Tu éxito es ahora el éxito de nuestro país. Te apoyo firmemente.
Buena suerte
George
Es de destacar el tono muy cordial de la misiva, y el carácter personal, amable, de los consejos que le da a Clinton, sobre todo porque Bush ejerció la presidencia durante un solo período, es decir, que le dirigió esta carta a quien lo derrotó en las elecciones. Resalta que Bush llame a Clinton «nuestro presidente», y termine con una afirmación de un grado de positividad difícil de esperar de un político derrotado: «Tu éxito es ahora el éxito de nuestro país. Te apoyo firmemente.»
» Bill Clinton para George W. Bush, 2001
Estimado George,
Hoy te embarcas en el más grande empeño, con el honor más grande, que puede recibir un ciudadano estadounidense.
Como yo, eres especialmente afortunado de dirigir a nuestro país en una época de cambios profundos y en gran medida positivos, cuando las antiguas preguntas, no solo sobre el papel del gobierno, sino sobre la propia naturaleza de nuestra nación, deben ser nuevamente respondidas. Diriges a un pueblo orgulloso, decente, bueno. Y a partir de este día eres el presidente de todos nosotros. Te saludo y te deseo éxito y mucha felicidad. La carga que ahora llevas sobre tus hombros es grande, pero a menudo se exagera su peso. El placer absoluto de hacer lo que crees correcto es inefable. Mis oraciones están contigo y tu familia. Dios te acompañe.
Sinceramente, Bill
Es importante recordar que las elecciones que llevaron a Bush a la presidencia se vieron empañadas por interminables conteos y recuentos, y se decidieron por apenas un puñado de votos en el estado de la Florida, cuyas autoridades electorales tuvieron un desempeño muy cuestionable durante todo el proceso.
Pese a ello, la carta de Clinton, que fue además sometido a un juicio político (impeachment) por el Congreso de mayoría republicana, no manifiesta ningún signo de resentimiento. Si bien no muestra el mismo grado de cordialidad de la de su predecesor, es correcta y amable, como ha sido característico de estas cartas presidenciales, y no deja pasar la ocasión sin destacar la legitimidad de la transición, cuando reconoce que «a partir de este día eres el presidente de todos nosotros».
» De George W. Bush para Barack Obama, 2009
La transición de Bush a Obama estuvo marcada por la catastrófica crisis inmobiliaria de 2008, que obligó a la administración entrante a poner pausa a todos sus planes para lidiar con la más desastrosa situación económica enfrentada por el país —y el mundo— desde la Gran Depresión de 1929. Ninguna de las cartas que nos ocupan toca tema específico alguno de gobierno, y la de Bush a Obama no es una excepción.
20 de enero de 2009
Estimado Barack,
Mis felicitaciones por convertirte en nuestro presidente. Acabas de empezar un capítulo fantástico de tu vida.
Pocos han tenido el honor de conocer la responsabilidad que sientes ahora. Pocos conocen la emoción del momento y los desafíos que enfrentarás. Habrá momentos difíciles. Los críticos se enfurecerán. Tus «amigos» te decepcionarán. Pero tendrás un Dios Todopoderoso para confortarte, una familia que te quiere, y un país que te alienta, incluyéndome a mí. Sin importar lo que venga, te inspirará la calidad y la compasión de las personas a quienes ahora diriges.
Dios te bendiga.
Sinceramente, GW
Bush hijo nunca se destacó por su intelecto o sus dotes oratorias. Su breve carta, sin que se destaque por su elegancia o algún giro especialmente significativo, es correcta y consonante con lo que ha llegado a ser la norma para estas misivas. Comienza reconociendo que Obama se ha convertido «en nuestro presidente», y le asegura que «tienes un país que te alienta, incluyéndome a mí». Firmar con solo las iniciales pone un toque adicional dedesenfado, que se suma al valor positivo general de la carta.
» Barack Obama para Donald Trump, 2017
La carta de Obama a Trump es la única que no usa el nombre de pila del presidente entrante, sino que se dirige a él con el apelativo formal «señor presidente». Por eso la he traducido sin tuteo, manteniendo el tratamiento de «usted». Es comprensible la distancia, porque Trump le faltó repetidamente el respeto a Obama desde la época en que este aspiraba a la presidencia. Desde el mismo inicio de la campaña electoral para las elecciones de 2008, Trump, que no participaba en aquellos comicios, se hizo eco en repetidas ocasiones, sin presentar prueba alguna, de la falsedad de que Obama no era ciudadano estadounidense, y nunca le ha manifestado el menor respeto. En cuanto llegó a la presidencia, hizo cuanto pudo para deshacer la obra de gobierno Obama, y manifestó un empeño especial por minimizar sus logros en todas las esferas.
Es la única de las cartas cuyo contenido se ha revelado de la que no se ha publicado un facsímil, porque Trump nunca ha querido hacer público el original. Al llegar a la Casa Blanca, quedó tan impresionado con ella, que trató de llamar a Obama por teléfono, pero él estaba todavía volando hacia Palm Springs en el avión presidencial y no pudieron hablar. Más tarde, en una entrevista con ABC News en esa primera semana, Trump dijo que la carta de Obama «era larga; era compleja; era considerada. Le tomó tiempo hacerla, y le agradezco eso». Conservó durante un tiempo la carta en su escritorio y se la mostraba a algunos visitantes, hasta que unos meses después su contenido se hizo finalmente público:
Estimado Señor Presidente
Mis felicitaciones por una campaña extraordinaria. Millones han puesto sus esperanzas en usted, y todos, partidos políticos aparte, debemos esperar un aumento de la prosperidad y la seguridad durante su período.
Este es un cargo excepcional, sin un mapa por el cual guiarse hacia el éxito, así que no pienso que algún consejo mío pueda ser particularmente provechoso. Aun así, déjeme brindarle algunas reflexiones de los 8 años anteriores.
Primero, ambos hemos sido bendecidos, de modos diferentes, con una gran suerte. No todos son tan afortunados. Nos corresponde hacer todo lo que podamos para crear más vías hacia el éxito para cada niño y cada familia que estén dispuestos a esforzarse.
En segundo lugar, el liderazgo estadounidense en este mundo es realmente indispensable. Nos corresponde, mediante la acción y el ejemplo, mantener el orden internacional que se ha ampliado continuamente desde el final de la Guerra Fría, y del cual dependen nuestra propia riqueza y seguridad.
En tercer lugar, somos solo inquilinos temporales de esta oficina. Eso nos hace custodios de esas instituciones y tradiciones democráticas —como el imperio de la ley, la separación de poderes, la protección igual y las libertades civiles— por las que nuestros predecesores pelearon y sangraron. Independientemente del tira y afloja de la política diaria, nos corresponde a nosotros dejar esos instrumentos de nuestra democracia por lo menos tan fuertes como los encontramos.
Y definitivamente, reserve tiempo, en el torbellino de eventos y responsabilidades, para los amigos y la familia. Ellos lo apoyarán en los inevitables momentos de dificultad.
Michelle y yo le deseamos a Ud. y Melania lo mejor, ahora que se embarcan en esta fenomenal aventura. Sepa que estamos aquí, dispuestos a ayudar en todo lo que esté a nuestro alcance.
Buena suerte y que Dios los acompañe,
BO
Es difícil pasar por alto cierto tono de admonición en las recomendaciones sobre el mantenimiento del orden internacional vigente y el papel de los Estados Unidos en ese contexto, dadas las tendencias aislacionistas de Trump, así como la insistencia en la custodia de las tradiciones democráticas, con la mención explícita del imperio de la ley, la separación de poderes, la protección igual y las libertades civiles, todas ellas amenazadas por el estilo autocrático de un magnate de los negocios sin experiencia en la política.
» Donald Trump para Joseph Biden, 2021
Tal vez la agradable sorpresa que recibió Trump al recibir la nota de saludo y buenos deseos de Obama, por la que dijo sentirse agradecido, fue lo que lo decidió a seguir la costumbre establecida por sus predecesores y escribirle una carta de similar contenido a Joe Biden, aun después de muchas semanas de acusarlo falsamente de haberle robado la elección y cometido un fraude electoral masivo, y de negarse a aceptar su derrota y admitirlo como presidente electo. Lo más cerca que había estado Trump de ese reconocimiento fue una declaración en que hacía referencia a que se instalaría «una nueva administración», sin mencionar por su nombre al nuevo mandatario.
El caso es que, contra todo pronóstico, una de las primeras declaraciones de Biden a la prensa el 20 de enero de 2021, día de su toma de posesión, inmediatamente después de haberse instalado en la Oficina Oval y haber firmado sus primeras acciones ejecutivas, fue para confirmar que Donald Trump le había dejado una carta «muy generosa», pero aclarando que, por ser una carta privada, no quería hacer público su contenido antes de hablar con él.
Semejante afirmación disparó, por supuesto, las especulaciones sobre un posible encuentro, o al menos una conversación telefónica, entre ambos. En respuesta a las insistentes indagaciones de la prensa, un ayudante del presidente recalcó que simplemente se trataba de «una carta privada del 45º al 46º presidente». Más aún, esa misma noche, la flamante vocera de la Casa Blanca, Jen Psaki, aclaró en su primera rueda de prensa que ella estaba junto al presidente Biden cuando leyó la carta, y lo que había dicho fue lo mismo que después les comentó a los periodistas, esto es, que era una carta privada. Añadió que los comentarios del presidente no debían interpretarse en el sentido de que estuviera prevista alguna reunión o conversación telefónica con Trump. De hecho, al momento de redactar nosotros estas líneas no consta que haya habido intercambio directo alguno entre ambos.
» La amabilidad y la cortesía nunca están de más
No estoy de acuerdo con quienes rechazan la amabilidad y la cortesía porque las consideran, en unos casos, medios para lograr favores, y en otros, expresiones más o menos elaboradas de hipocresía. Ocurre que, como cristiano, creo firmemente en la dignidad de toda persona, en esa dignidad intrínseca, ontológica, que todos tenemos por el solo hecho de ser humanos, y que es, por tanto, irrenunciable, es decir, que la tenemos todos, independientemente de nuestros hechos o convicciones.
Cuando somos corteses y amables mostramos deferencia, no hacia los hechos o convicciones de la persona con la que dialogamos, sino hacia ella misma, hacia esa dignitas que trasciende a su historia concreta y nos hermana, por más que a veces nos cueste reconocerlo.
Es por ello que me ha gustado tanto encontrar y compartir aquí estas cartas presidenciales, ejemplo de que incluso adversarios políticos irreconciliables pueden dirigirse respetuosamente unos a otros, y destacar valores y propósitos compartidos, orientados al bien común. Aun cuando se pueda recelar de la autenticidad de los sentimientos expresados en estas cartas, el propio hecho de que se expresen y se publiquen es, a mi entender, un signo válido de esperanza.