A cargo de Jorge Domingo Cuadriello
Ha sido vieja costumbre farisaica tentar al prójimo en su sentido trascendente -en el religioso- con un pretexto también trascendente -el de la patria- que no solo no se opone al anterior sino que lo complementa, por no decir lo incluye. En la tierra vivimos los hombres que aspiramos al cielo, y aunque el sentido de este último está condicionado por la residencia en aquella, no es menos cierto que algo de nuestra aspiración final comunica su color de justicia a la imperfecta realidad humana. Un honrado catolicismo de tipo agustiniano, franciscano o neotomista puede incluir -y de hecho lo incluye- amor y respeto por el ideario de Lincoln, de Juárez, de Bolívar y de Martí. Y más que por el ideario (cuya variación en el tiempo señala la aguja de la más elemental dialéctica) por la actitud dinámica vital que llevó a esos hombres a la realización práctica de la justicia temporal.