El presente texto fue inspirado por la entrevista al investigador Alfredo Prieto que dimos a conocer en nuestro número anterior bajo el título A treinta años de un diálogo necesario.
Conozco a Alfredo Prieto con quien he compartido en foros académicos en Cuba y fuera de Cuba. Aplaudo la ocasión que se me presenta de un contrapunteo con sus criterios, en las páginas de Espacio Laical. Después de 30 años, ofrezco escudriñar mis memorias dialogueras…, para tejer, otra vez, el tapiz de una experiencia que marcó, significativamente, la existencia de muchos cubanos que participamos en lo que comúnmente se conoce como El Diálogo del 78. Lo primero que quiero hacer es precisar que para mí, la palabra “dialoguera…” me honra: no es insulto, sino elogio. Los que como yo creen que dialogar es una capacidad humana y humanizadora por excelencia…, celebramos la oportunidad de hacerlo…