puedo dejar de recordar, con más o menos precisión, en los comienzos de mi intervención aquel texto de Borges en el que un soldado viene a decirle a Julio César que la biblioteca de Alejandría estaba ardiendo. Este la responde con una frase breve: “¿Y qué?”, le dice, a lo que el soldado contesta a su vez: “Es que ahí está la memoria de la humanidad”. Y de inmediato, sin más reflexiones, añade César: “Entonces déjala que arda: esa es una memoria de infamias”. Otro autor extraordinario, Emile Cioran, lector infatigable y lúcido, poseído por un pesimismo devastador y, al mismo tiempo y por ello, irrebatible incluso desde la más penetrante racionalidad, puesto que emerge de ella, nos dice en varias ocasiones…