Hay personas y sucesos históricos que el tiempo y el imaginario colectivo suelen bifurcar en su memoria, transmutándolos en mitos. Puede suceder lo mismo a nivel del microcosmos personal. Entonces vemos cómo la imagen de una realidad o de alguien que conocemos objetivamente, se puede distorsionar, mitificar, y en este afán se deja a un lado, incluso, documentos o testimonios, llegando muchas veces a transformar una mentira en verdad.

A mi juicio, uno de los rasgos más llamativos y positivos de la imprecisa era posmoderna que vivimos es su distanciamiento de los meta-relatos. Pues acentúa que muchas personalidades magnificadas por la historia o por grupos humanos, fueron personas de carne y hueso como nosotros, y aunque muchos superarán nuestra media, ninguno fue tan excepcional como para convertirse en una especie de ídolo.