Cuando leía recientemente acerca de las diferentes concepciones sobre el universo me vino a la mente el misterio esencial de nuestra fe: el Misterio de la Trinidad. Bueno, es un misterio. Bien lo recordó el Concilio Vaticano I: “La Trinidad es uno de los misterios escondidos en Dios, que no pueden ser conocidos si no son revelados desde lo alto”. Lo asumimos por la fe, pero eso no debe bastarnos. Ahora bien, ¿es necesario? Si es algo que realmente no podemos comprender en su totalidad y si no nos es revelado, ¿no estamos pensando en una batalla ya perdida de antemano? Arreglados estamos entonces… Sin embargo, la historia del hombre es la historia del esfuerzo por comprender. Aunque vivamos a golpes, como diría Gabriel Celaya, y siempre tropezando contra nuestros vicios, defectos e imperfecciones, la verdadera medida de la condición humana es el esfuerzo por aprehender con la razón aquello que solo de manera imperfecta podemos concebir. Y aquí va todo, tanto ciencia como teología o arte.