La Iglesia ante la memoria histórica
Entre las principales características de la contemporaneidad puede identificarse el rechazo a todo aquello que se proponga como referente normativo y exija validez más allá del consenso.
La crisis de los paradigmas se encuentra en el centro de la postmodernidad. Una de las manifestaciones más claras de este fenómeno lo constituye el intento de redefinición de la identidad occidental y el rechazo radical a los elementos que la conforman y le dieron origen. El cristianismo, y la institución de mayor importancia en la historia de Occidente que lo encarna, la Iglesia Católica, se hallan sin dudas en el centro del esfuerzo deconstructor.
En este intento, una de las principales estrategias ha sido la utilización del pasado como instrumento de condenación y deslegitimación de la Iglesia. Para esto se buscan afanosamente leyendas oscuras y olvidadas de la acción eclesiástica en sus dos milenios de existencia, y cuando la historia no aporta elementos condenatorios suficientes, se recurre a la tergiversación o la presentación de medias verdades, totalmente descontextualizadas. En este sentido, en los últimos años se ha vertebrado una poderosa campaña contra la participación de la Iglesia en los sucesos de la II Guerra Mundial y sus relaciones con el gobierno nazi, perpetrador de una de las masacres más terribles de la historia de la humanidad. En especial, ha sido blanco de las críticas quien tuvo la responsabilidad de guiar a la Iglesia en esos años, el papa Pío XII, a quien se le ha acusado de mantener silencio cómplice ante las atrocidades nazis y de apoyo incluso a los propósitos alemanes.