Tengo una hija que este curso comenzó sus estudios preuniversitarios. Muy pronto fui citado por la escuela para la primera reunión de padres. Llegué temprano y a punto estuve de llevarme una mala impresión del lugar –espacioso, oscuro y casi en ruinas– de no ser por el saludo que a mi paso todos los maestros y demás trabajadores contestaban, con una sonrisa en los labios, de “buenas tardes”. ¡Que maravilla!