La larga marcha de la Iglesia Católica en Vietnam ha cumplido un nuevo paso cuando, a fines del pasado junio, Roma y Hanoi decidieron de común acuerdo que el Vaticano pueda nombrar un representante suyo ante el gobierno de aquel país.
Todo esto ocurre cuando en Hanoi todavía no se han calmado las polémicas sobre el nombramiento del nuevo arzobispo de la ciudad, el actual presidente de la Conferencia Episcopal, monseñor Pierre Nguyen Van Nhon, para ocupar el puesto dejado, tras dimitir, por Joseph Ngo Quang Kiet, de 58 años, combativo defensor de la libertad de la Iglesia.
En los últimos años Kiet se había desgastado personalmente en el asunto de las propiedades inmobiliarias eclesiásticas que había expropiado por la fuerza el gobierno y jamás había restituido a la comunidad católica. Hombre de cultura, con estudios en París, Kiet me confiaba hace dos años, en su oficina en Hanoi, que la controversia sobre las propiedades eclesiásticas “no era un mero asunto inmobiliario”, sino “la prueba de la violación de los derechos del hombre en Vietnam hoy”.