Simulación y Civismo

Muy pocos son los que recuerdan hoy al pensador y psicólogo argentino José Ingenieros, quien gozó en el ámbito hispanoamericano de una gran admiración en las primeras décadas del siglo XX. Sus ensayos El hombre mediocre (1913) y Hacia una moral sin dogmas (1917) conocieron varias ediciones y fueron motivo de amplios debates en los círculos intelectuales de su época. En Cuba Ingenieros también contó con numerosos simpatizantes y a su paso por La Habana en diciembre de 1915 fue agasajado por los redactores de las revistas El Fígaro y Cuba Contemporánea. Una década después volvió a desembarcar en el puerto habanero, también en viaje de tránsito, y en esa oportunidad los encargados de homenajearlo fueron los integrantes del Grupo Minorista. Meses más tarde, en un artículo escrito con motivo de su prematura muerte, el ensayista Jorge Mañach se atrevió a hacerle algunas críticas a sus postulados filosóficos y de inmediato recibió una airada respuesta del poeta Rubén Martínez Villena. Por entonces para los jóvenes revolucionarios del continente Ingenieros, Rodó y Vasconcelos eran los apóstoles de la nueva era que ya se anunciaba.

El pensamiento de Ingenieros hoy puede ser tachado con facilidad de responder a la ya superada corriente positivista, de ser tan sólo uno de los más importantes exponentes en el espacio hispanoamericano de las teorías de Darwin aplicadas, con moderación e inteligencia, a la sociología y quizás merezca al menos cierto reconocimiento por haber señalado algunos de los males que padece el hombre contemporáneo. Es muy probable que muchas de las páginas de este autor ya resulten obsoletas. No creemos muy descaminado aventurar que su libro de juventud La simulación en la lucha por la vida (1903), que escribió cuando sólo contaba con 25 años, aún mantiene cierta vigencia.