Desde su primer discurso en tierra cubana, en la plaza Antonio Maceo de Santiago de Cuba, el papa Benedicto XVI anunció lo que sería su mensaje central a todos los cubanos. El Sumo pontífice llamó a que “con las armas de la paz, el perdón y la comprensión, luchen por construir una sociedad abierta y renovada, una sociedad más digna del hombre, que refleje la bondad de Dios”. Para la realización de esa meta, siempre perfectible, Benedicto XVI puso énfasis en expandir la libertad religiosa y el papel de la religión, en su caso la católica, en todos los ámbitos de la sociedad cubana.