Soledad de Cuba

Tal vez excesivo lo de “soledad de Cuba”, pero en lo justo, “soledad de La Habana”. Frente al mar, con su largo malecón como una firma de testamento, con su Morro alto para los adioses de los barcos que se van hacia otras tierras, con sus viejos castillos mirando la actualidad desde su ciega piedra y su negro río de automóviles por las calles, procesión hacia el mar del hacer y acontecer para la vanidad de las costumbres. Como se quiera, pero sola, sin nadie a pesar de la mucha gente, de sus absurdas aglomeraciones, de sus codazos por las aceras donde nadie se mira al pasar porque todos tenemos demasiada prisa.