Si bien es cierto que en toda sociedad humana, incluida la nuestra, existe una fuerte dosis de individualismo, no es menos cierto que entre nosotros, como en el resto del mundo, ocurren múltiples manifestaciones de solidaridad y fraternidad. La solidaridad no sólo constituye una vinculación cordial entre los pueblos y las naciones, sino un sentimiento que debe llevarse a cabo también en las relaciones de las personas que conviven bajo un mismo techo, laboran en un mismo centro de trabajo o asisten a una misma comunidad religiosa.