Las religiones y el teatro han experimentado relaciones diferentes a lo largo de la historia. Aunque a la larga han sido fructíferas, la variedad incluye una identificación total en los orígenes de la especie, pasa por la constitución de alianzas donde el teatro ha servido de medio expresivo, hasta llegar al enfrentamiento absoluto. A pesar de las consecuencias inmediatas, de los antagonismos nacieron nuevas formas de creación que caracterizan el proceso universal de las civilizaciones de todos los tiempos. Lo cierto es que entre las actividades genuinas de la cultura humana, ni la filosofía, ni la política, ni la pedagogía, afines al hecho teatral, demuestran una proximidad de tal arraigo y a la vez de tanta trascendencia.
Vínculos esenciales Antiguos y esenciales son los vínculos entre el arte escénico y la religión. El teatro, término más común pero menos exacto, engloba un enjambre de manifestaciones particulares (danzas, circo, teatro dramático, espectáculos de variedades, narración oral y teatro lírico: ópera, zarzuela y opereta) que, mezcladas o no, en diversas culturas y continentes están asociadas, o lo han estado en un principio, a manifestaciones mágicas y religiosas.