Tras los sismos y huracanes del Caribe

El presente artículo se integra a la serie dedicada al sesquicentenario de la fundación del Observatorio del Colegio de Belén, en La Habana (1858), y está dedicado a otro de los meteorólogos que desde las filas de la Compañía de Jesús, entregó a Cuba su saber y sus afanes.

Como se ha anotado en artículos anteriores, el 24 de diciembre de 1943 murió en La Habana el padre Mariano Gutiérrez-Lanza, s.j., uno de los más competentes directores del Observatorio de Belén. Ese día, al tiempo de cerrarse la losa sobre su tumba, se ponía punto final al interregno de mayor brillo científico en la historia del célebre centro meteorológico habanero. Pudiera decirse también que el hecho abrió el capítulo final en la historia del Observatorio.

La vida ulterior de la institución estuvo conformada por sus dos últimos directores, los padres Simón Sarasola y José Rafael Goberna, pero sobre el primero de ellos recayó la responsabilidad de suplir la falta definitiva de Gutiérrez, y con el cargo la tarea de mantener el nivel científico de una institución que ostentaba desde hacía seis décadas un amplio reconocimiento en Cuba y en todo el mundo.

Sin duda alguna los superiores designaron a Sarasola por contar con la capacidad científica y la experiencia organizativa necesarias, dado que en esa fecha ya se había destacado sobradamente como meteorólogo sinóptico e investigador, e incluso en los trabajos sismológicos. En ello se parecía mucho a Gutiérrez. Téngase en cuenta que Belén no era un centro cualquiera; se hallaba entre los cinco observatorios más importantes de los que sostenía la Compañía de Jesús en el mundo.