Un auténtico paso del Espíritu

El pasado mes de febrero se cumplieron veinte años de la celebración del Encuentro Nacional Eclesial Cubano, conocido por sus siglas ENEC, realizado en la entonces Casa Sacerdotal de La Habana durante los días 17 al 23 de ese mes. Los ciento setenta y tres delegados que participamos en aquel evento, que no dudo en calificar de histórico en el sentido pleno de la palabra, fuimos testigos de un auténtico paso del Espíritu por nuestra Patria: un paso suave, no exento de inquietudes, que al final nos sorprende con la conciencia de la grandeza de lo que se ha logrado, muy por encima de nuestras pobres posibilidades, como suele suceder con las cosas de Dios (cfr. 1 Reyes, 19 11-12). El ENEC fue un fruto de la Iglesia cubana del que podemos sentir legítimo orgullo: un evento con características propias de participación, notable dentro la rica eclesiología latinoamericana, querido y guiado por nuestros Pastores; una auténtica celebración sentida y orada por todo el Pueblo de Dios que peregrinaba en Cuba en esos años. Con relación a la vida posterior de la Iglesia cubana, el ENEC fue el hito que marcó el paso de la catacumba a la luz, pero sin intervención constantiniana; fue la expresión pública de una Iglesia que decidió apostar por la fuerza de Dios a pesar de circunstancias y pronósticos.