Un evento que debe seguir brillando

Mantener en nuestro país la regularidad de un evento competitivo dentro del campo de la visualidad artística contemporánea, llámese salón, bienal, concurso, festival u otra denominación al efecto, se ha convertido en una osadía extrema. Tal empresa conlleva, además de la definición de sus principales objetivos, temas y géneros, del trabajo puntual con artistas de imprescindible participación y de la labor divulgativa necesaria para el logro de sus propósitos, una infraestructura económica que por lo general resulta muy costosa. Si a esto agregamos que la entidad que convoca el evento no es de las que forman parte de la red oficial de instituciones de las artes visuales, sino que responde a una denominación religiosa, dicha periodicidad puede peligrar aún más y ser afectada por los posibles embates de cierta miopía cultural que no acepta la diversidad.