La brevedad de estas notas me obliga a pasar por alto el problema con el que, de hecho, habría que comenzar: la cuestión que plantea la misma palabra “cultura” que, como muestran sus innumerables intentos de definición, representa una de las realidades que más se resiste a entrar en los límites de una definición. Por eso tendrá que bastar ahora con una somera observación sobre la concepción de cultura que está en el trasfondo de estas reflexiones y que ayuda a comprender la posición que se sostiene en ellas. Debe tenerse en cuenta, por tanto, que se parte de una concepción de la cultura cuya característica principal es la de entender la cultura en el sentido de un proceso histórico donde se va perfilando el horizonte de las referencias de fondo (prácticas, teóricas, axiológicas, simbólicas, religiosas, etc.) que orientan la vida de una determinada comunidad humana o pueblo y que, de esta manera, le proporcionan a los miembros de la misma una perspectiva relativamente confiable y familiar en la búsqueda del sentido de sus acciones y sus aspiraciones.