El malecón, la avenida frontera entre La Habana y el mar, se ha convertido en símbolo de la ciudad. La publicidad para el turismo, las imágenes en las películas cubanas, los paseos de los turistas, las fiestas de carnaval, tienen como referencia obligada el malecón.
Parece que la ciudad entera mira al mar, porque del otro lado ha colocado su salvación. Y las frágiles figuras de los niños que caminan sobre el muro o los enamorados que conversan cara al mar, parecen desafiar las olas. Cuando estas arrecian, las gentes retroceden a refugiarse en la ciudad, en espera de tiempos mejores. Pero siempre para regresar, y desafiar de nuevo la furia del mar. Y la ciudad construye su historia en este diálogo permanente con el mar.