Lázaro Saavedra, uno de los sobrevivientes del éxodo masivo de la promoción de los años 80 en las artes visuales cubanas, fue también uno de los jóvenes protagonistas de esa década. Aún lo recuerdo en la presentación de Una mirada retrospectiva (1989), realizada en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño, de L uz y Oficios.
Estaba vestido como el obrero de una fábrica metalúrgica, la cabeza incrustada en los hombros y casi mudo. Se trataba de una exposición bipersonal junto al ex-integrante de Volumen I Rubén Torres L lorca (1957), quien condujo el debate acerca del propósito curatorial, donde el juego temporal provocaba serios indicios de que nada cambiará para el hombre y su entorno sociopolítico. Como si la “pura ficción” de hoy fuera la rotunda ilusión del mañana. Allí “conocí” al “tímido” artista de 25 años y, desde entonces, traté de seguirle los pasos.