El golpe de estado de Fulgencio Batista Zaldívar en la madrugada del 10 de marzo de 1952 inauguró una nueva etapa de entendimiento mutuo entre la España franquista y Cuba. Apenas conocida la noticia, el Caudillo se apresuró a reconocer al nuevo mandatario cubano, convirtiéndose así en el primer gobernante europeo en mostrar su beneplácito por el cambio de poder ocurrido en la mayor de las Antillas.