Estamos en pleno siglo XXI y aún tenemos que escuchar en diversos espacios públicos, tanto académicos como ordinarios, el mismo discurso que emplearon los colonialistas europeos para sus súbditos en América, como si el valor contextual y semántico de los términos que conforman conceptos no hubieran cambiado con el tiempo. Expresiones escritas por la legislación de entonces como «indio, blanco, negro, mulato, pardo, moreno, de color, raza», u otros términos más recientes como «afrocubano y afrodescendiente» se apropian de los discursos como si la significación de los términos tuviera una inocencia prístina despojada de toda intención colonizadora o de dominación de las ideas para trascender una época histórica marcada por la explotación, la discriminación y la pérdida de la condición humana.