En una de sus obras el teólogo alemán Karl Rahner (1904-1984) decía que «el cristiano del siglo xxi será un místico, o no será». ¿Se apresuró demasiado?
Nos hallamos en un siglo en el cual por todas partes resuena, diríamos que retumba ensordecedoramente, la palabra ciencia. Lo que no resulta matemáticamente demostrable no existe. Lo que mediante cualquier acrobacia de la lógica o atrevida interpretación de un juego de datos es al menos plausible, ya es ciencia.
No hay lugar para sentimientos sin justificación algebraica. ¿Cómo podría coexistir con esta avalancha, y menos aún florecer, siquiera como flor de invernadero en el apartado rincón donde muchos han dejado a la religión, algo como el misticismo?