Entre las matrices que sustentan el proceso de construcción y expresión de la nacionalidad en nuestra escena tal vez la más significativa sea el teatro bufo cubano, tanto en la modalidad que denomino clásica —aquella que recorre el último tercio del siglo xix y que determinada por el clima político del momento hubo de transcurrir en dos etapas (1868-1869 y 18781900)—, como en la forma teatral que le sucede y que se ha identificado con el nombre de vernáculo, la cual se extiende más allá del primer tercio del xx. Ese fenómeno artístico, de interés para cualquier historia dramática, fue liderado por el Teatro Alhambra con sus treinta y cinco años de exitosa existencia, cuyas señales llegan a nuestros días.